Bolsonaro se estrena negando que Brasil viviera una dictadura militar
El presidente electo amenaza con cerrar el diario ‘Folha de São Paulo’
Tras comprometerse a respetar la Constitución y el Estado de derecho en su discurso de victoria el pasado domingo, el presidente electo brasileño, Jair Bolsonaro, recuperó parte de su vieja retórica en sendas entrevistas la noche del lunes.
“El periodo militar no fue una dictadura como la izquierda siempre pregonó”, afirmó en la red de televisión Band. Es un ejemplo del revisionismo histórico respecto a los veinte años (1964-1985) en los que los brasileños fueron privados de sus derechos democráticos, una falacia que se ha repetido en cientos de manifestaciones en favor de una intervención militar antes y durante la campaña electoral.
Según la Comisión de la Verdad establecida por la presidenta Dilma Rousseff en el 2014, la dictadura militar instalada tras el golpe en abril de 1964 no solo abolió el sistema electoral y liquidó los partidos, también fue responsable de la muerte directa y la desaparición de 421 personas. El balance mortífero es menor que en Chile (3.065) y Argentina (cerca de 30.000), pero suficiente como para que las fuerzas armadas exigieran una amnistía en 1979, antes de empezar a soltar el poder. Una prueba tal vez de que fue una dictadura fueron las protestas que se organizaron en los cuarteles cuando Rousseff anunció la creación de la comisión.
Bolsonaro compareció con tres libros en su discurso: la Biblia, las memorias de Winston Churchill y –para el gusto del núcleo duro bosdicho lonarista–, Lo mínimo que usted necesita saber para no ser un idiota, de Olavo de Carvalho, historiador apologista de la dictadura militar.
Bolsonaro sostuvo en la entrevista que “una de las características de una dictadura militar es la falta de libertad de prensa, pero la revista Veja fue creada en 1964 y la Rede Globo en 1968”, sin añadir que ambos medios eran fieles portavoces del régimen militar.
La referencia a los medios no deja de ser irónica porque en una entrevista concedida la misma noche a la televisión Globo el presidente electo amenazó con cerrar el diario Folha de São Paulo. “Soy favorable a la prensa libre (…), no quiero que Folha cierre, pero un medio que se comporta de esta forma no va a recibir dinero del Gobierno”. El diario destapó que la campaña electoral podría haberse beneficiado de una operación de falsas noticias por WhatsApp pagada por empresarios vinculados a Bolsonaro.
Los comentarios fueron condenados por medios y políticos. Gerardo Alckmin, candidato derrotado del partido de centroderecha PSDB, tuiteó: “Cooptar un medio de comunicación por la oferta de dinero público es una ofensa a la moralidad y al periodismo nacional”, afirmó. El Gobierno federal dirige más de un billón de reales, 250.000 euros, al año a los medios de comunicación. A principios de año, Bolsonaro advirtió que reduciría la asignación para el grupo Globo, entonces muy crítico con la campaña del exmiltar de ultraderecha.
En las primeras entrevistas con los medios –la tercera fue la televisión evangélica Record TV–, Bolsonaro hizo otros comentarios.
“¿Usted se arrepiente de haber que la dictadura militar no mató a suficientes personas, que deberían haber matado a 30.000?”, preguntó el entrevistador de Band TV, tal vez la pregunta más surrealista que un periodista ha tenido que hacer a un nuevo presidente electo. Sin embargo, Bolsonaro no se incomodó. “Cuando llegué a Brasilia como capitán de reserva en 1991 había muchos presos políticos amnistiados, muchos bandidos terroristas; en ningún momento dejé que pisaran a las fuerzas armadas.”
Los militares jamás reconocieron que hubo un golpe contra el Gobierno elegido de João Goulart, un nacionalista de izquierdas, sino una “revolución”. El general Castelo Branco, el primer presidente militar, apoyado por Estados Unidos, dijo que convocaría elecciones un año después. Pero no ocurrió. Fue sustituido por una serie de generales, cada cual más sanguinario. “Sigue matando pero menos y con más criterio”, dijo uno de los más moderados, Ernesto Geisel, en 1979 , según documentados de la CIA.
Además de la nostalgia de un excapitán, puede haber otro motivo para su defensa de la dictadura. El modus operandi del régimen militar que se instaló en Brasil entre 1964 y 1984 fue “gobernar por la fuerza pero siempre buscando algún grado de legitimación procesal”, explica Rogerio Bastos Arantes, autor de un nuevo artículo en la revista Jota.
Pese a la victoria contundente del pasado domingo, Bolsonaro sólo tiene el 10,1% de los escaños en la Cámara y el 4,9% de los del Senado. En un sistema político “hiperconsensual” como el brasileño, Bolsonaro tendrá que pactar, como hacen todos los presidentes que funcionan en Brasil. Si no quiere hacerlo, la “legalidad autoritaria” basada en el modelo del régimen militar “puede ser una segunda opción” para el nuevo presidente, afirma Bastos.
EN UNA ENTREVISTA TELEVISIVA El ultraderechista dice que durante el régimen militar había libertad de prensa
PESE A LA VICTORIA
Sólo tiene el 10,1% de los escaños en la Cámara y el 4,9% de los del Senado