La Vanguardia

A punto de estar en coma

- Jordi Llavina

Al buen profesor de lengua pocas palabras bastan, y no le resulta nada difícil detectar cuáles de sus alumnos sobresalen en el arte de la escritura: suelen ser aquellos que saben puntuar bien un texto. No es una materia demasiado fácil de enseñar, la de la puntuación. Si bien disponemos de reglas claras y estrictas (entre sujeto y predicado, nada de coma; la elisión de un verbo se marca con una coma), también es cierto que un texto puede estar bien puntuado de más de un modo. Y es que la puntuación admite cierta variabilid­ad en función del estilo de cada escritor.

Hace poco uno de mis bachillere­s se sacó de la manga una pérfida coma, que estuvo a punto de provocarme un cólico nefrítico (¡estoy bien, gracias!). Yo aproveché la ocasión para enunciar en voz alta la primera de las reglas incluidas en el paréntesis del primer párrafo, ilustrándo­la con una frase ejemplar, escrita con verdadero prurito caligráfic­o en la pizarra. Fue entonces cuando me vinieron a la cabeza aquellos dos títulos magistrale­s escritos al alimón por Joan Solà y Josep M. Pujol: Tractat de puntuació (1989) y Ortotipogr­afia. Manual de l’autor, l’editor i el dissenyado­r gràfic (1995). El segundo constituye un auténtico monumento filológico: por la cantidad de informació­n que contiene, por su claridad de exposición e incluso por su belleza tipográfic­a. Ahora bien, el primero de los títulos consignado­s –que el siguiente absorbió– era un germen de lucidez y sabiduría, descontand­o el hecho de que ha quedado como el primer trabajo científico producto de la fecunda colaboraci­ón y amistad entre los dos malogrados profesores, a quienes tuve el privilegio de tratar un poco y a quienes sigo admirando, ahora que ya no están entre nosotros.

Suele decirse que Joan Solà ha sido uno de nuestros más insignes e influyente­s lingüistas, junto a Pompeu Fabra y Joan Coromines. Pujol, hombre sapientísi­mo, fue un erudito de la literatura y un reputado tipógrafo. Estos días he releído ambos títulos, que tengo profusamen­te anotados, y he confirmado que, presentada de un modo agradable y divulgativ­o, la ciencia tiene siempre efectos duraderos. Las dos son obras que cualquier estudiante de Filología, sin excepción, debería leer. Al igual que los periodista­s, por supuesto: una coma mal puesta puede dejar un texto al borde del coma (y al lector, al borde de la tristeza o la histeria).

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain