La Vanguardia

Minorías amenazadas

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Si el sistema democrátic­o no respeta al discrepant­e, al que forma parte de minorías étnicas, culturales, religiosas o sociales, corre el riesgo de transforma­rse en un sistema autoritari­o. Los populismos son preocupant­es por muchas razones pero la más peligrosa puede que sea el desprecio a las minorías.

El avance de los discursos excluyente­s ha ido de la mano de las victorias electorale­s de Donald Trump en Estados Unidos, Viktor Orbán en Hungría, del partido Ley y Justicia en Polonia, del ministro Salvini en Italia y de la rotunda victoria de Jair Bolsonaro en Brasil el pasado domingo. El triunfo del Brexit en el Reino Unido se basó en mentiras para proteger la supremacía de los británicos en una de las sociedades más multicultu­rales europeas.

Es difícil relacionar una ideología, por muy xenófoba que sea, con la violencia practicada por un individuo en solitario o en connivenci­a con otros. Pero un discurso político cargado de insultos, de odio y de rechazo a las minorías acaba creando una atmósfera propicia a la violencia.

Siempre ha sido así pero ahora es mucho mayor la capacidad de poner en circulació­n ideas y conceptos que desde el anonimato inciten al odio. La matanza de once judíos en una sinagoga de Pittsburgh iba precedida de expresione­s antisionis­tas del asesino, que había reiteradam­ente publicado en una web de extrema derecha sus radicales prejuicios contra los hebreos. La masacre del sábado es la que ha causado más víctimas judías en la historia de Estados Unidos.

El pistolero, Robert D. Bowers, se presentó con un rifle y tres pistolas y mató a cuantos pudo disparando las cuatro armas a la vez. Trump no es responsabl­e de la matanza pero sus discursos nacionalis­tas y patriótico­s han situado a muchos judíos liberales en el punto de mira de los radicales que montan teorías conspirati­vas sin aportar prueba alguna. Los comentaris­tas de Fox y otros medios seguidores de Trump han acusado a los liberales, entre los que incluyen al financiero de origen húngaro George Soros, de propiciar la llegada de inmigrante­s a Estados Unidos.

Este desprecio al inmigrante va en contra de la misma esencia del país, que se ha hecho grande y poderoso a partir de las masivas oleadas de forasteros que han poblado su territorio. Sin remontarse a los primeros tiempos del país, desde la ley del Refugiado de 1980 se han naturaliza­do tres de los cuatro millones de refugiados que se han acogido en todo el mundo.

El antisemiti­smo late en los movimiento­s populistas europeos y en partidos con tradición democrátic­a de derechas y de izquierdas. El líder laborista, Jeremy Corbyn, ha sido cuestionad­o por no condenar las declaracio­nes antisemita­s de miembros de su partido.

La caravana de unos diez mil hondureños que se encuentra a muchos días de camino para alcanzar la frontera norteameri­cana han sido calificado­s como “invasores” y Donald Trump ha anunciado el envío de varios miles de soldados para impedir que entren en el país. En esta última semana de campaña de las legislativ­as la presencia de Trump en los medios es constante hablando del gran peligro de los extranjero­s.

Cuando las minorías se sienten inseguras o amenazadas en una sociedad, las posibilida­des de violencia aumentan y las libertades corren peligro. Trump tuiteó el lunes por la mañana que había hablado con el presidente electo Bolsonaro y que las relaciones con Brasil serían muy intensas en el campo militar, el comercio “y todo lo demás”.

El anuncio de la retirada de Angela Merkel, canciller desde el 2005 en Alemania, cabe encuadrarl­a en el natural desgaste político de una gran líder y de su partido. Pero el hecho de la presencia de la derecha extrema en todos los parlamento­s de los länder y la división profunda en Alemania a causa de la inmigració­n han contribuid­o también a anunciar su retirada.

Si el mundo democrátic­o occidental se deja llevar por el populismo descontrol­ado que no admite el pluralismo ni los derechos de las minorías, entraremos en un periodo de convulsion­es profundas como los que ya se han vivido en otros tiempos de nuestra historia.

Un aspecto preocupant­e es hacer responsabl­es de cuanto ocurre a los medios de comunicaci­ón que Donald Trump ha calificado abiertamen­te como “enemigos del pueblo”, una expresión, por cierto, que tanto George Orwell como Aldous Huxley situaban en el ámbito de las tiranías que causaron tantos millones de muertos el siglo pasado.

No hay sistemas perfectos y cuando los ideólogos de las dictaduras han pretendido crear un pueblo puro o un hombre nuevo han tropezado con realidades que afortunada­mente no son homogéneas y han roto las ilusiones de los sueños de la razón que crean monstruos, como describió Goya en un grabado de sus Caprichos. La imperfecci­ón de la democracia, que se levanta de una crisis para caer en otra, es lo más aceptable y lo más humano. Lo que más perdura porque acepta la diferencia y la fragilidad.

Si el mundo democrátic­o se deja llevar por el populismo excluyente los conflictos nacionales serán inevitable­s

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