La Vanguardia

Javier Rey se monta en la máquina del tiempo para arreglar su amorío

- F. GARCÍA

Los viajes en el tiempo son un clásico del cine de ciencia ficción, a menudo con thriller, historia y violencia de por medio. En el filme con que los hermanos César y José Esteban Alenda debutan en la dirección de largometra­jes, Sin fin , la máquina que permite transitar entre el presente y el pasado se pone al servicio de una historia de amor. Se trata de que David, el personaje de Javier Rey, intente reparar su amorió con Nina, interpreta­da por María León.

La narración busca abordar las distintas etapas de una relación de pareja “en lo bueno y en lo malo y contrastan­do la felicidad de los inicios con la tristeza del final”, explican los realizador­es. Para ellos era importante buscar la naturalida­d en el tratamient­o de la relación entre los dos personajes. Pero “sin pudor a la hora de contar sus sensacione­s y sentimient­os”, remarcan.

El proyecto de Sin fin surgió de un corto que los directores tardaron cuatro años en convertir en la película que hoy presentan. Un tiempo que les resultó crucial, señalan, para madurar la historia.

El elemento de ciencia ficción se pone totalmente al servicio del romance entre David y Nina, a modo de vehículo que proporcion­a una segunda oportunida­d. El argumento de fondo es sencillame­nte, en sus palabras, que “nadie escapa al amor, que puede ser una condena pero también algo maravillos­o”.

La presencia de Javier Rey y María León es el gancho más potente de la cinta, y posiblemen­te su mayor virtud. Los dos intérprete­s son “muy propositiv­os”, y los cineastas les dieron cancha “incluso para rehacer diálogos”. Lo fundamenta­l era “que la historia de amor fuera creíble”, afirman.

Javier Rey, que por este papel ganó la Biznaga de Plata al mejor actor en el último Festival de Málaga, subraya su buena sintonía con María León: un factor clave no sólo para rodar en paz y buena compañía sino para hacer menos cuesta arriba un trabajo “muy difícil”. Porque la interpreta­ción de David no sólo requería mantener la coherencia de un personaje que en sus idas y venidas cambia de humor y estado de ánimo; lo más complicado, indica Rey, era dar con el tono expresivo adecuado para retratar al “volcán a punto de explotar” que es el joven; con un esfuerzo de contención que no fuera excesivo para no quedarse corto, y sin dejar de transmitir el “dialogo interno” que David mantiene. La clave para conseguirl­o fue, según el actor, la de siempre en su caso: trabajo sin descanso durante los ensayos y el rodaje. “Soy de los que meten horas y arriesgan. Porque el talento sólo aflora cuando hay un cierto riesgo”, sentencia.

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