Dulce derrota del Sant Andreu
El Atlético de Madrid sufre para arrancar una exigua victoria en un combativo Narcís Sala
La UE Santboiana, otra entidad deportiva con mucha solera en Catalunya, tiene en la entrada del túnel que conduce a los vestuarios del Baldiri Aleu una inscripción que recuerda a los visitantes dónde están: “Ferro!”, el lema de este club de rugby de acero. “This is Anfield”, se lee en el estadio del Liverpool. Los jugadores de la Unió Esportiva Sant Andreu, que ayer vivieron una dulce derrota (0-1) en casa contra el Atlético de Madrid en la ida de los dieciseisavos de la Copa del Rey, tienen un pequeño trofeo que les recuerda que sólo pueden perder quienes llegan lejos. Se trata de la copa del XXXIII Torneo de Históricos del fútbol catalán, en la que quedaron subcampeones en agosto.
Goliath derrotó anoche a David, aunque con muchísimas más dificultades de las previstas. Simeone, que vio el partido desde la grada por sanción, dejó en casa a seis de sus estrellas (Griezmann, Koke, Godín, Saúl, Diego Costa y Oblak, probablemente ahora mismo el mejor portero de Europa) y sentó en el banquillo a Filipe Luis y Borja. En su lugar, el entrenador colchonero dio minutos a jugadores de la cantera o a otros del primer equipo que no disponen de muchos y que aprovecharon la ocasión para reivindicarse, como Thomas y, en especial Gelson, autor del único gol, en una jugada personal.
El Sant Andreu, como el san Manuel de Unamuno, fue “bueno y mártir”, porque los anfitriones se dejaron la piel sobre el césped artificial del estadio municipal Narcís Sala y merecieron tener más suerte, sobre todo en los minutos finales, cuando sometieron la portería contraria a un auténtico acoso. Nunca, ni antes ni después del 0-1, en el minuto 33, se dieron por vencidos y hasta el final creyeron en el milagros. Los visitantes sólo disparaban a la portería rival desde lejos y el guardameta local, Segovia, que no es nada supersticioso (luce el dorsal número 13) se lució.
A diferencia de lo que ocurrió en una visita del Betis, también en una eliminatoria de la Copa, hace más de 40 años, no hubo sorpresas. En aquella ocasión, al conductor de la furgoneta que transportaba el material de los andaluces le dijeron que el campo estaba en la calle Santa Coloma y él entendió en el municipio de Santa Coloma de Gramenet: el Betis tuvo que jugar la primera parte con prendas cedidas por los anfitriones hasta que llegó el transportista, ya en el descanso.
El Atlético de Madrid, con su segunda equipación, hizo lo que se espera de un Primera contra un Tercera, pero por la mínima y con agobios para evitar el empate. El grande, el fuerte, se comió al pequeño. Pero a veces hay pequeños
GRAN PARTIDO
Como el san Manuel de Unamuno, el equipo local fue bueno y mártir: mereció mejor suerte
muy indigestos, como demostró el Alcorcón, que sentó jurisprudencia en la ley de la selva. Todavía queda la vuelta. “Sí, sí, sí, nos vamos a Madrid”, gritaban los animosos aficionados de la portería norte.
La cruel nota de despedida de Lopetegui dice que había “una gran desproporción entre la calidad de la plantilla y los resultados obtenidos”. El vestuario local, además de la copa de subcampeones de agosto, tiene un tablón con los dos folios del reglamento interno del club, con las sanciones que pueden recibir los jugadores (desde 2,50 euros porque les suene el teléfono en una charla de entrenamiento hasta 100 por faltas más graves). A partir de hoy debería haber otra página con los premios que merezcan cuando, como ayer, traten de tú a tú a rivales muy superiores.
Los aficionados convirtieron el “Fes-te soci” de los carteles publicitarios en un “Festa, soci”. Y claro que hubo fiesta, con gritos de “sí se puede, sí se puede”, un guiño involuntario a la presencia en el campo de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Pese a la derrota, pareció una victoria gracias las internadas de jugadores locales como Mamadou Kandeh Kuku, uno de los héroes de la noche. O como el recuperado Elhadji, que entró en la segunda parte y a punto estuvo de marcar.