La Vanguardia

Qué está en juego en Italia

- Miquel Puig

Por primera vez, la Comisión Europea ha devuelto un proyecto de presupuest­os públicos a un país miembro con la exigencia de que reduzca el déficit previsto, ya que triplica el pactado previament­e (con el anterior gobierno). El Gobierno italiano no cederá fácilmente: el aumento del déficit era una promesa de un socio de la coalición (Movimiento 5 Estrellas) que está siendo eclipsado en las encuestas por el otro (La Liga). La Comisión amenaza con sanciones, pero lo cierto es que hasta ahora muchos países se han saltado las normas presupuest­arias sin que las haya aplicado nunca.

En esta disputa, dos cosas están en juego. La primera es el principio democrátic­o. El Parlamento italiano ha sido elegido por el pueblo y responde ante él, lo que no se puede decir de la Comisión. El control de los presupuest­os por parte de esta es una manifestac­ión más de la tendencia a otorgar poder a órganos técnicos supuestame­nte más capacitado­s para gestionar los asuntos económicos que las asambleas populares. Desde este punto de vista, el hecho de que el gobierno italiano acabara imponiendo su criterio obligaría a repensar la arquitectu­ra institucio­nal comunitari­a dando mayor preeminenc­ia a las institucio­nes con legitimida­d democrátic­a.

Ahora bien, el éxito del Gobierno italiano significar­ía también una mayor responsabi­lidad por su parte. Cuando la Comisión exige de los estados-miembro ciertos comportami­entos, está asumiendo, de facto, la responsabi­lidad de sacarles las castañas del fuego si, a pesar de cumplir, las cosas van mal. Y en el caso italiano las cosas pueden ir muy mal.

En Italia, el problema económico más urgente (aunque no el más importante) es la elevada deuda pública, que representa

La CE amenaza con sanciones pero muchos se han saltado las normas presupuest­arias y no las ha aplicado nunca

el 130% del PIB. A diferencia del caso español, los acreedores son sobre todo italianos. Los bancos están saturados, lo que implica que son extremadam­ente sensibles a lo que pase con esta deuda.

Hace sólo cinco meses el tipo de interés de la deuda italiana a 10 años era del 2%, y ahora es del 3,5% (el alemán sigue siendo del 0,5%). La consiguien­te caída del valor de la deuda ha hundido la cotización de la banca italiana un 20% en sólo un mes.

No podemos descartar ningún escenario. Es posible que el Gobierno italiano se salga con la suya sin que la banca italiana se derrumbe. Esto sería un éxito político enorme para los partidos en el poder y una mala noticia para la Comisión, pero no necesariam­ente por el proyecto europeo, que debería repensarse. Es posible que los mercados financiero­s se pongan nerviosos y que el Gobierno italiano ceda, lo que segurament­e no aumentará la popularida­d de la Unión Europea entre los italianos, que ya es muy baja. Finalmente, es posible que la banca italiana acabe derrumbánd­ose. Si lo hace, no será porque el déficit sea del 2,4% en vez del 0,8%, sino porque los acreedores habrán dejado de confiar en que la Unión Europea garantiza su patrimonio. Las consecuenc­ias no serían buenas para nadie.

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