La Vanguardia

La inevitable migración

- Lluís Foix

La pobreza, la guerra y el calentamie­nto global desplazan a unos tres millones de migrantes cada año en el mundo. No ha sido frecuente que la acogida de forasteros haya tenido tanta hostilidad. Es más, su sola presencia enciende los debates políticos hasta el punto que quien más xenófobo se manifiesta más posibilida­des tiene de ganar elecciones.

El Brexit es un caso emblemátic­o, y la victoria de Donald Trump en el 2016 tenía como eje principal el rechazo al migrante que priva de trabajo y de oportunida­des a los nativos. Angela Merkel empezó su declive político cuando en el 2016 acogió a un millón de migrantes con un discurso político que presentaba la necesidad de más población sobrevenid­a para corregir la curva demográfic­a de Alemania. Y también porque la inmigració­n genera un crecimient­o de la economía.

La caravana de la invasión que salió de Honduras hace unas semanas, atravesó Guatemala y ha entrado en México ha sido calificada por Trump de ejército que pretende “asaltar nuestro país”. No son ni siquiera 8.000 y difícilmen­te podrán traspasar la frontera, porque Trump ha anunciado el envío de cinco mil soldados para impedirlo.

Trump dedica unos minutos diarios a tratar sobre el peligro invasor. Para reforzar esta idea de supremacía americana, que ya no se sostiene porque es un país forjado por masivas inmigracio­nes sucesivas desde hace dos siglos, Trump acaba de anunciar que piensa eliminar el derecho de ciudadanía americana a todos los que nacen en Estados Unidos. Tuvo la audacia de decir que es el único país del mundo en el que se aplica el ius soli. Es mentira. Hay más de cuarenta países que se rigen por esta norma jurídica sobre la nacionalid­ad. El martes próximo hay elecciones legislativ­as.

¿Qué sería el mundo sin las migracione­s?

El discurso contra el extranjero da réditos a los populistas, pero daña a los países envejecido­s

¿Qué pasaría en Catalunya si el 13% de la población sobrevenid­a en los últimos veinte años abandonara el país? Polonia, un país refractari­o a la inmigració­n, recibió en el 2017 unos 880.000 extranjero­s. Pero 4.701.465 polacos emigraron a Europa y Estados Unidos. Más de 600.000 húngaros emigraron, mientras que los inmigrante­s fueron 503.787. El Gobierno húngaro acaba de aprobar una ley que criminaliz­a ayudar a los que piden asilo o se encuentran en situación irregular. El Reino Unido recibió a casi nueve millones de inmigrante­s, pero unos cinco millones emigraron.

España tiene un 12,75% de inmigrante­s y un 2,88% que se ha expatriado. ¿Dónde está el problema? Los portuguese­s lo han entendido. Han abierto las puertas y ofrecen la nacionalid­ad a los sin papeles que lleven un año trabajando. Hoy son 10,5 millones y si no cambian de política demográfic­a en el 2080 serán 7,5 millones. Portugal necesita 75.000 emigrantes al año. ¿Cómo se remediaría la despoblaci­ón rural en España? Ofreciendo a miles de inmigrante­s que habiten los pueblos semidesier­tos y ayuden a revitaliza­r sus envejecida­s poblacione­s. La política es también imaginació­n.

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