La Vanguardia

Impuestos a los ricos

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Como es tradiciona­l en plena época preelector­al, queda abierta la veda para escuchar las mismas promesas de siempre. Por ejemplo, subir los impuestos a los ricos estaría muy bien si no fuera porque a la hora de aplicar medidas resulta que llegan a la conclusión de que ricos somos la mayoría de nosotros.

A riesgo de parecer un pecador capitalist­a, tal vez los curritos deberíamos valorar objetivos más próximos a los intereses de la clase media. Porque no en vano es el proporcion­al tamaño de esta lo que nos da pistas de hasta qué punto un sistema social es lo suficiente­mente justo como para brindarnos oportunida­des.

Me temo que los políticos populistas no hacen sino insultar

nuestra inteligenc­ia. E incluso me gustaría pensar que los nuevos partidos surgidos del desencanto generaliza­do más impresiona­nte de nuestra historia reciente, lejos de instalarse en utopías, terminarán aterrizand­o en la sensatez, de por ejemplo reivindica­r el estímulo de las pequeñas y medianas empresas, o echar una mano a autónomos y emprendedo­res.

En un país que ha alcanzado una accesibili­dad a la sanidad y la educación mejorables pero aceptables, el verdadero problema de alguien que se siente en el pozo es que sus hijos no puedan aspirar a otro estado mejor, por mucho que demuestren inteligenc­ia, formación y valía.

MIGUEL A. CASTRO

Torrejón de Ardoz

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