La política de los autores
Aprincipios de la década de los años cincuenta del siglo pasado y bajo el cobijo del crítico de cine André Bazin, una nueva generación de espectadores tan sensibles como inteligentes –la mayoría, futuros cineastas, como Truffaut, Godard, Rohmer o Chabrol– fundaron en París la revista Cahiers du Cinéma. Tenían como a propósito fundamental poner en pie de igualdad la obra de grandes directores de cine contemporáneo con la de los artistas universales de la historia del arte. La “política de los autores” sirvió para que cineastas tan dispares como Alfred Hitchcock, Roberto Rossellini o Fritz Lang, que hasta entonces sólo habían podido disfrutar de un cierto reconocimiento entre profesionales del mismo sector, pasaran a ser considerados como lo que todavía son reconocidos hoy día: como auténticos arquitectos de la catedral en que puede convertirse la mirada de un ser humano sobre sus semejantes y sobre la vida, cuando quien mira no es ni más, ni menos, que un artista. Es decir, alguien que, por la razón de que sea, tiene una visión privilegiada sobre las cosas y, por la otra razón de que sea, tiene el buen gusto y la decencia de quererla compartir con el resto de mortales.
Creo que, de unos años acá, estamos asistiendo a un proceso parecido en el mundo del fútbol. De la misma manera que para que apareciera aquella generación privilegiada de espectadores, que se dio cuenta de la regularidad en las apuestas formales, estéticas y temáticas, de un cineasta, había sido imprescindible el archivo de la Cinemateca Francesa de Henri Langlois, para descubrir la huella estilística de los entrenadores sobre sus equipos ha sido fundamental la posibilidad de hacerles un seguimiento televisivo constante, ver todos los partidos de los equipos que dirigen y poder seguir viéndolos cuando cambian de club, de campeonato y de país.
Leer los dos libros de Martí Perarnau, en los que siguió a Guardiola en el Bayern de Munich y al Manchester City, ver la serie All or Nothing, dirigida por Manuel Huerga, sobre la segunda temporada de Guardiola en Inglaterra, y ahora disfrutar de Take the Ball, Pass the Ball, el documental sobre la etapa gloriosa del técnico en el Barça, refuerzan esta idea. Hay muchas maneras de aproximarse, de ver y de explicar un fenómeno tan complejo como el fútbol. Pero es muy probable que la mejor sea esta tan difícil y al mismo tiempo tan modesta como la que depuró Cahiers: la que nos permite identificar el afán de un ser humano con el resultado de su obra. La manera como hace jugar Pep a sus equipos puede ser un castillo de arena, una paja mental, si queréis, tan caprichosa y efímera como las apuestas de Bresson en la dirección de los actores. Quizás no quiere decir nada. Pero quizás quiere decirlo todo.
Hay muchas maneras de aproximarse, de ver y de explicar un fenómeno tan complejo como el fútbol