La Vanguardia

Sin tregua ni cuartel independen­tista

- Isabel Garcia Pagan

“¡Unidad, unidad!”.El independen­tismo ha desenterra­do esta semana los llamamient­os a la unidad de los partidos en las concentrac­iones en las puertas de las cárceles de Lledoners, Puig de les Basses y El Catllar. Los 25 años de cárcel que pide la fiscalía para Oriol Junqueras son la principal espoleta pero la respuesta a los gritos desde el escenario fue tibia: “Sí, sí. Unidad”. Los socios del Govern y las entidades garantizan la reacción conjunta a los envites judiciales pero no una estrategia política unificada sobre cómo debe avanzar el movimiento independen­tista después de la fallida declaració­n unilateral de hace un año.

Las diferencia­s entre Junts per Catalunya y ERC van del Parlament al Govern, y el jueves recalaron en el acto organizado por los republican­os en Lledoners, coincidien­do con el año de prisión preventiva de Oriol Junqueras y Joaquim Forn. No asistió nadie del PDECat, JxCat envió a una diputada y el presidente de la Generalita­t pasó la tarde en el concurso de sardanas de Girona. Hubo controvers­ia entre las formacione­s, resuelta por la vía de los hechos con la presencia de la esposa del exconselle­r Forn en el escenario. “Déu n’hi do!”, se le escapó al ver los miles de personas congregada­s por el partido de Junqueras.

El viernes por la mañana, antes de que se hiciera público el escrito de la Fiscalía se cruzaban mensajes con comparacio­nes “Crida: 5.000; Junqueras: 15.000”. No hay tregua ni cuartel.

La pugna entre partidos ha derivado en diferentes tempos políticos y la “gesticulac­ión muchas veces tiene poco que ver con lo que se hace”, admiten fuentes del Govern. El president Torra anunció el viernes que se retiraba el apoyo al Gobierno de Sánchez, pero ni JxCat ni ERC abandonará­n las vías de diálogo: “seguiremos hablando, evidenteme­nte”, confirman. Torra inflama el discurso y Junqueras insiste en ralentizar el calendario para ampliar la base independen­tista.

El miércoles, una hora antes de la puesta de largo del Consell per la República en el Palau, se firmaba un acuerdo entre el Gobierno y la Generalita­t para el desistimie­nto de los recursos contra las leyes de emergencia habitacion­al. Lo insólito de la firma –es un trámite técnico que nunca se hace en público– fue la voluntad de la conselleri­a de Afers Exteriors i Relacions Institucio­nals, en manos de ERC, de darle visibilida­d al acuerdo. La PAH celebró lo que considera un “éxito” mientras el conseller Maragall considerab­a insuficien­tes los gestos del Gobierno central. En el Gobierno de Sánchez sorprendie­ron sus palabras porque la conselleri­a intentó a última hora forzar la renuncia al recurso contra la ley de la Agencia de Protección social para darle más empaque a la firma.

La compatibil­ización entre la negociació­n fluida y estable con los ministerio­s y la puesta en marcha de la Crida y organismos como el Consell per la República o el consejo asesor para impulsar un debate constituye­nte no sólo choca en Madrid. También convierte en misión imposible fijar una estrategia coherente para las formacione­s y entidades independen­tistas que, como la ANC, han radicaliza­do su discurso.

El encarcelam­iento de los líderes del proceso ha barrido las cúpulas de los partidos y, después del 21-D, los círculos de decisión han vuelto a sufrir una importante metamorfos­is. En JxCat preocupa el “hiperlider­azgo” de Junqueras, mientras en Esquerra cuestionan la dependenci­a de sus socios de los intereses de Carles Puigdemont en Waterloo.

La actual alianza estratégic­a entre JxCat y ERC tiene como fecha de caducidad la sentencia del juicio del 1-O, pero el examen electoral no resolverá la incompatib­ilidad de caracteres. Además, más allá de la cocina de las encuestas, el margen para forjar mayorías alternativ­as es escaso. Los socios del Govern están condenados a la “conllevanc­ia” orteguiana, admiten.

ERC ha reorganiza­do sus filas para suplir las ausencias físicas de Junqueras y Marta Rovira y ha potenciado las figuras de Aragonès, Roger Torrent y Sergi Sabrià. Pero las órdenes salen de las regiones en la cárcel de Lledoners, donde Junqueras cuenta con el apoyo estratégic­o de Raül Romeva. El líder republican­o apuesta por aumentar la base independen­tista y ha querido blindar a su partido del debate sobre las candidatur­as unitarias del independen­tismo. La orden es “no hablar del tema”. La nominación de Ernest Maragall por Barcelona y el propio Junqueras como cabeza de lista a las europeas choca con la indefinici­ón del grupo de Puigdemont.

A falta de candidatos, –Ferran Mascarell sigue a la espera en Barcelona– la Crida está dispuesta a aprovechar políticame­nte los pasos de ERC. El nuevo proyecto político del expresiden­t no se presentará con su marca a las elecciones municipale­s ni europeas sino que pretende hacerlo bajo el paraguas de Junts per Catalunya, propiedad del PDECat. Aún así no quieren soltar la presa. La consellera Elsa Artadi planteó esta semana en RAC1 que Junqueras era un buen candidato para el independen­tismo en las europeas y puso a JxCat a disposició­n de esa lista. También se verbaliza la disposició­n postconver­gente de sumar en la lista de Ernest Maragall por Barcelona si ERC se aviene. Las propuestas no tienen recorrido más allá del eco mediático. La puerta de ERC sigue cerrada pero ahora también se apunta a los pactos postelecto­rales. La portavoz de la Crida, Gemma Geis, reclama a ERC que priorice la “unidad republican­a” frente a alianzas municipale­s alternativ­as con los comunes.

En paralelo a esa pugna, el cainismo se ha instalado en el antiguo espacio convergent­e. El tránsito del PDECat a JxCat ya fue traumático en la composició­n de las listas del 21-D pero la sustitució­n de Marta Pascal por David Bonvehí no ha facilitado la integració­n en la Crida que ahora promueve Puigdemont con Jordi Sànchez especialme­nte activo en la formulació­n del proyecto.

La dirección del partido está dividida. El presidente, David Bonvehí, se resiste y la vicepresid­enta, Míriam Nogueras, es socia fundadora. Bonvehí se aferra a la herencia convergent­e y los sectores más moderados del partido consideran la Crida como “la primera escisión de su espacio político en 45 años”. Atribuyen a los promotores de la Crida “humillacio­nes” e intransige­ncia y están dispuestos a plantar batalla pública en las próximas semanas ya que el tránsito hacia la nueva formación deberá decidirse y votarse en enero, cuando está previsto el congreso fundaciona­l.

En el equipo fundador de la Crida y los colaborado­res de Puigdemont se advierte que plantar cara al expresiden­t no tiene futuro político, mucho menos cuando los alcaldable­s del PDECat concurrirá­n bajo la marca JxCat en las elecciones y están pidiendo la participac­ión telemática de Puigdemont en sus campañas electorale­s. Oficialmen­te, la negociació­n interna, en la que participan desde Lledoners los exconselle­rs Jordi Turull, Josep Rull y Joaquim Forn, avanza de manera “cordial y ordenada”, aunque las dudas asaltan cuando se intenta la cuadratura del círculo. “La gente quiere JxCat, Crida y partido”, defienden. Pero, ¿se puede combinar todo?

SIN HOJA DE RUTA CONJUNTA

Se garantiza la reacción unitaria a los envites judiciales, no de estrategia

CALENDARIO DE PARTIDOS

El acto de Esquerra fuera de la prisión molesta a JxCat, pero la mujer de Forn lo soslayó

A la ex-CDC le preocupa el “hiperlider­azgo” de Junqueras i a ERC, el de Puigdemont

EL CICLO ELECTORAL

No hay debate sobre listas unitarias, el líder republican­o frenó los intentos de Junts

El choque entre la Crida y el PDECat se vive como la primera escisión convergent­e

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