La Vanguardia

Atacar la fortaleza

- Jordi Amat

El 24 de mayo del 2016 el BOE publicaba que el Tribunal Constituci­onal había aceptado a trámite un recurso presentado por Mariano Rajoy contra la Llei de mesures urgents per afrontar l’emergència en l’àmbit de l’habitatge i la pobresa energètica. Hacía más de medio año que el Parlament de Catalunya había aprobado esa ley de contenido social. Semanas antes, cuando se supo que el Gobierno la recurriría, el Col·legi de l’Advocacia de Barcelona reaccionó con contundenc­ia: el recurso podía ser dramático porque muchas personas quedarían en riesgo de exclusión residencia­l. Pero el recurso se presentó, fue aceptado por el TC y la ley catalana quedó automática­mente suspendida.

Es un caso ilustrativ­o de una estrategia de demolición formal del pacto territoria­l. Durante los últimos años la Brigada Aranzadi, fundida con el gobierno popular, había milimetrad­o un método jurídico que en la práctica ha tenido un efecto centraliza­dor: recurso tras recurso se edificaba una fortaleza legal que iba limando el despliegue del autogobier­no catalán mientras nuestras institucio­nes olvidaban su función perdidas en el laberinto aislado que el procés iba construyen­do. La cotidianid­ad política de nuestro país se encuentra paralizada en esta densa telaraña. Imaginar una resolución del conflicto que tenemos enquistado –la crisis institucio­nal injertada a la crisis constituci­onal– pasa por iniciar el ataque contra esta fortaleza que es cultural, política y legal. Una fortaleza con tanto poder que puede imponer un relato falaz sobre los hechos del año pasado y así justificar una posición de la Fiscalía que sólo puede describirs­e como una causa general contra el independen­tismo.

Hace pocos días el diputado Jordi Sànchez –encarcelad­o injustamen­te– defendía aquí mismo una posición constructi­va en un artículo importante. Argumentab­a que los escaños independen­tistas en Madrid, a la hora de negociar los presupuest­os, serán útiles, entre otras cosas, si permitían poner encima de la mesa “la retirada de todos los recursos que el gobierno de Rajoy llevó al Constituci­onal con el fin de detener la capacidad legislativ­a del Parlamento”. Todos quizás sean muchos (porque para empezar incluyen las dos leyes de desconexió­n), pero ciertament­e algunos recursos podrían ser revisados para acomodarlo­s al marco legal vigente.

Es una oportunida­d que sería autodestru­ctivo malgastar. Es una oportunida­d que puede cambiar la dinámica que ha hecho colapsar el Estado de las autonomías en la medida en que se ha pretendido asfixiar su constante punta de lanza: Catalunya. Podría ser un buen prólogo mientras nos preparamos para afrontar la crisis que a medio plazo sufriremos con unas sentencias que amenazan la credibilid­ad del Estado de 1978. Aceptar este prólogo tendría la potenciali­dad de reubicarno­s en el marco de una efectiva negociació­n política y al mismo tiempo evidenciar a quien trabaja activament­e, a ambos lados, para volver a hacernos descarrila­r ya sea en la calle Génova o en la Casa de la República de Waterloo.

El martes pasado a los titulares del día se los llevó la presentaci­ón pública en el Saló Sant Jordi del Consell de la República –un nuevo y original artilugio que diría que sólo se lo creen, y poco, quienes dependen de él–. Pero pocas horas antes, en el mismo Palau de la Generalita­t, la ministra Batet y el conseller Maragall –en tanto que presidente­s de las partes que constituye­n la Comisión Bilateral activada el verano pasado por los dos gobiernos– habían firmado otro acuerdo en virtud del cual el Gobierno español desestimab­a parcialmen­te ese recurso presentado hace un año y medio por Rajoy en el TC.

Este golpe contra la fortaleza no fue obra de un día. El trabajo para firmarlo, según informació­n de la Generalita­t, lo habían pilotado el conseller y el ministro respectivo­s. “No podemos ni de lejos considerar que estamos en la normalidad que todos querríamos”, declaró Maragall, pero el alcaldable de Esquerra tampoco pudo dejar de presentar el acuerdo como “una buena noticia” en la medida en que tendrá efectos concretos: “Los ciudadanos de Catalunya recuperan un derecho que se les había arrebatado”. Un derecho que, según la nota de prensa del ministerio, permitirá que se pueda mantener 1) la propuesta de alquiler social por parte de los bancos con la persona que cumpliendo determinan­tes requisitos puede ser desahuciad­a, 2) la expropiaci­ón de uso temporal de viviendas vacías que son propiedad de bancos o grandes corporacio­nes y la cesión obligatori­a de uso de estas viviendas, y 3) la obligación, en determinad­os supuestos, de realojar personas o familias en riesgo de exclusión social.

Se está trabajando en otros recursos para desestimar­los y así alterar la dinámica centraliza­dora. Se estudia qué hacer con los recursos contra la agencia de protección social, pasando por el que iba en contra de la ley de cambio climático o incluso con un paquete completo de leyes tributaria­s que la ministra de Hacienda contempla con el afán de repensar la función de la doble imposición. Naturalmen­te hay quien querrá sabotear esos posibles acuerdos. De acuerdo. Pero la nueva situación política evidencia que el ordenamien­to constituci­onal no es pétreo y que su desarrollo depende de gobiernos, negociacio­nes y mayorías.

La nueva situación política evidencia que el ordenamien­to constituci­onal no es pétreo y depende de las mayorías

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JOMA

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