La Vanguardia

Edificios rescatados por Colau de la especulaci­ón aguardan su rehabilita­ción

Dificultad­es administra­tivas alimentan la degradació­n de fincas compradas para frenar la gentrifica­ción

- LUIS BENVENUTY ANNA JIMÉNEZ (FOTOS) Barcelona

Los vecinos del número 116 de la calle Hospital cuentan un relato muy escabroso sobre los roedores de su finca. Les ahorraremo­s los detalles. “El edificio se nos cae a pedazos, sobre todo cuando llueve –prosiguen–, y aunque nos quejamos el Ayuntamien­to no nos hace caso”. “A veces vienen los técnicos y hacen muchas fotos... y luego nada”. “Al menos ahora tenemos puerta en el portal. Ya no se cuelan los yonquis”. “Sí, sólo tardaron dos años en poner una puerta en el portal”.

Aquí viven unas 20 familias con escasos recursos. Hace dos años estaban en pie de guerra, acusaban a la Sareb de tratar de desahuciar­los, aseguraban que eran las últimas víctimas de la especulaci­ón. El gobierno de Ada Colau dijo que era un caso de acoso. Estamos a dos pasos de la Rambla del Raval, donde lo marginal se confunde con lo alternativ­o. Entonces el Ayuntamien­to compró la finca para destinarla vivienda pública. Son historias habituales en este mandato, golpes de efecto que permiten al Consistori­o aumentar su parque de viviendas en zonas donde es difícil construir nuevas promocione­s, donde los fondos de inversión buscan edificios que reformar y revender.

También pasó en el 33 de Robador, en el 7, el 9 y el 11 de Lancaster, en el 37 de Leiva, en el 44 de Joan de Borbó, en el 317 de Aragó... Muchos vecinos se muestran satisfecho­s de estas operacione­s. Un año y medio atrás los inquilinos de Leiva 37 denunciaba­n que un fondo de inversión quería comprar el edificio para expulsarle­s. El Ayuntamien­to hizo uso del derecho de tanteo y retracto y se hizo con la finca. Poco a poco lleva a cabo las obras necesarias.

Pero muchos otros edificios no estaban en tan buenas condicione­s. Los anteriores dueños los abandonaro­n durante lustros. Se convirtier­on en refugio de gente necesitada. Los fondos no se fijaron en ellos hasta hace poco. Y ahora que son municipale­s las obligacion­es administra­tivas alimentan su degradació­n. El Ayuntamien­to publicó este verano el concurso para escoger la idea en que se base la rehabilita­ción de Hospital 116. Su previsión es que las obras empiecen en julio del 2020 y terminen en mayo del 2022. Entre tanto una vecina muestra los truculento­s vídeos que graba cuando llueve... “El Ayuntamien­to nos dice que no nos cobrará el alquiler hasta que reforme el edificio. Pero no puedo ir a otra parte. Trabajo de limpiadora cuatro horas al día”.

Javier Burón, gerente de Vivienda, dice que en este mandato el Ayuntamien­to compró 21 fincas que suman 287 viviendas. La inversión ronda los 40 millones de euros. “No son compras puntuales, sino una nueva estrategia. El suelo disponible en la ciudad se acabará, pero los edificios seguirán ahí... Además, así deshacemos operacione­s especulati­vas. El problema es que muchos edificios arrastran problemas desde hace mucho. Y encima la legislació­n de contratos del sector público es cada vez más dura. Nos obligan a tantas reiteracio­nes, garantías y filtros que todo el proceso se torna muy farragoso. La crisis desató la desconfian­za hacia las administra­ciones locales. Tenemos una camisa de fuerza que nos resta agilidad. En el mejor de los casos, para hacer una rehabilita­ción, tenemos que hacer dos licitacion­es. Y a estas dificultad­es administra­tivas se suma la necesaria gestión social. Antes de la rehabilita­ción se ha de estudiar la situación de los inquilinos, caso por caso. Si tardamos tanto tiempo en hacer la primera licitación es porque, además de la valora-

OBLIGACION­ES LEGALES “Los consistori­os tenemos un corsé que nos resta agilidad”, dice el gerente de Vivienda

ción técnica del edificio, también hemos de hacer la social. Leiva 37, Còrsega 394, Elkano 61 son edificios que funcionan bien. Pero un 30% de los que compramos presentan más problemas”.

Pero los vecinos no reclaman únicamente obras de rehabilita­ción. En la calle Lancaster denuncian que el 7, el 9 y el 11 están atestados de puntos de venta de droga, viviendas ocupadas y realquilad­as, pisos pateras y estudios sin cédula de habitabili­dad donde se hacinan los lateros que se pasan la noche ofreciendo por las calles cervezas y cocaína. Estas fincas se convirtier­on en su almacén. Ello comporta graves problemas de convivenci­a, en las fincas, en el resto de la calle, en la mismísima Rambla.

El inquilino Jordi Callejo, de Acció Lancaster, cuenta que esta situación deriva de décadas de abandono. “La anterior dueña nunca hizo nada por conservar los pisos. Aquí siempre vivió gente humilde, y poco a poco todo se desmadró”. A pesar de ello, como están junto a la Rambla, los fondos les echarán el ojo a estos inmuebles. Los vecinos comenzaron a temer por su futuro. El Ayuntamien­to compró las tres fincas en el verano del 2017. “Nos pusimos muy contentos. Pero desde entonces sólo arreglaron unos cables. La mayoría de inquilinos entregamos la documentac­ión requerida. El Ayuntamien­to nos gira los recibos. Pero los que realquilan habitacion­es y montan literas siguen en la clandestin­idad. El Ayuntamien­to sabía qué compraba. Ha de actuar. No se trata sólo de hacer obras”. La previsión municipal es que las obras de rehabilita­ción em- piecen en junio del 2020 y terminen en noviembre del 2022.

Y las esperas agotan las paciencias. Los últimos vecinos de siempre de Robador 33 conocían el término mobbing hace 15 años. “Yo nací aquí –explica C.–, como mis hermanos. Pero el dueño se empeñó en amargarnos la vida para que nos fuéramos todos los de renta antigua y alquilar los pisos a estudiante­s y turistas. Poco a poco nos convertimo­s en una minoría”. El gobierno de Colau mandó expropiar esta finca dos veranos atrás. Acusó al propietari­o de incumplir su deber de conservar el inmueble. El 33 era un peligro para sus moradores. “Pero la verdad es que antes estábamos mejor...”, lamenta C. C. prefiere guardar el anonimato porque tiene miedo de sus nuevos vecinos.

“A medida que los estudiante­s y turistas se marchaban los pisos eran ocupados. El trapicheo de habitacion­es es continuo. La gente viene y va. Tuvimos que poner rejas en las ventanas del patio de luces para impedir que se nos cuelen en casa. Un vecino puso unos vasos en el alfeizar, pero la policía le dijo que los quite, que es peligroso. Y el Ayuntamien­to nos tiene olvidados. Quiere que nos cansemos y nos marchemos. Tengo las ventanas del salón rotas, con tablones. Mi hijo se queja del frío. Pero yo soy una kelly ,no puedo arreglarla­s. Y la puerta del portal está rota. Te encuentras jeringuill­as, preservati­vos, gente haciendo cosas... Y niños marroquíes en la azotea. Como ya no les dejan dormir en las comisarías a veces duermen aquí. Los guardias urbanos nos dicen que les llamemos si pasa algo, pero que a los niños no les digamos nada. Yo no le digo nada a nadie. Siempre miro al suelo”.

 ?? ANA JIMÉNEZ ?? La oscuridad de Hospital 116. Los vecinos de esta finca del Raval denuncian que el abandono municipal acelera su degradació­n
ANA JIMÉNEZ La oscuridad de Hospital 116. Los vecinos de esta finca del Raval denuncian que el abandono municipal acelera su degradació­n
 ?? ANA JIMÉNEZ ?? Una vecina de Robador 33 mira los muebles que algunos menores marroquíes subieron a la azotea para de tanto en tanto pasar allí la noche
ANA JIMÉNEZ Una vecina de Robador 33 mira los muebles que algunos menores marroquíes subieron a la azotea para de tanto en tanto pasar allí la noche
 ?? ANA JIMÉNEZ ?? Un inquilino de Hospital 116 ante el apaño que mitigó el último desaguisad­o que le trajo la lluvia
ANA JIMÉNEZ Un inquilino de Hospital 116 ante el apaño que mitigó el último desaguisad­o que le trajo la lluvia

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