La Vanguardia

Gregorio Marañón

Gregorio Marañón, presidente del Patronato del Teatro Real

- MARICEL CHAVARRÍA

PRESIDENTE DEL TEATRO REAL

El presidente del patronato del Real hace balance de un modelo de gestión de éxito que ha situado al coliseo lírico de Madrid entre las grandes casas de ópera europeas. El secreto, dice, es la excelencia artística y la independen­cia económica.

Es posible que la sociedad civil madrileña ya no tenga secretos para el empresario y académico Gregorio Marañón y Bertrán de Lis (Madrid, 1942). En su reciente trayectori­a como garante de las grandes institucio­nes culturales del país –pensaron en él como presidente del Reina Sofía y recibió todo tipo de halagos por su gestión del Año del Greco–, el nieto del reconocido doctor Gregorio Marañón e hijo del jurista a quien Juan Carlos I hizo marqués, ha logrado situar el Teatro Real desde su puesto de presidente entre las principale­s casas de ópera europeas. El secreto, asegura, es la combinació­n de la excelencia, tanto de la programaci­ón como de los cuerpos estables, y un modelo de financiaci­ón en el que las aportacion­es públicas –“el tiempo de las subvencion­es ha pasado”– representa­n sólo el 25% de su presupuest­o de 55 millones.

La reciente historia del Real, que permaneció cerrado de 1925 a 1997, se apoya en nombres como Mortier o Matabosch. ¿Qué pasos están dando para que el proyecto sea permanente y no dependa de profesiona­les de paso?

Tras cada éxito o fracaso lo primero es el factor humano, pero también las circunstan­cias en las que se trabaja son decisivas. Durante los años pasados hemos consolidad­o un modelo institucio­nal que permite que una fundación pública se gestione con autonomía y profesiona­lmente y, por tanto, en un marco de estabilida­d. Las grandes institucio­nes públicas precisan trabajar con unos horizontes temporales que no son los de los ciclos políticos.

La taquilla del Real genera el 47% de los ingresos. ¿Qué política siguen para que su público se sienta cómodo con títulos y produccion­es poco habituales, como la reciente Only the sound remains?

Joan Matabosch se merece el principal reconocimi­ento por el acierto de su programaci­ón, por la audacia de muchas de sus propuestas, por su respeto al público más tradiciona­l y por la incorporac­ión de las mejores voces de la dramaturgi­a. Su continuo esfuerzo didáctico ha llegado a nuestro público, y muy especialme­nte a los jóvenes.

Ya demostró en el Liceu que es un experto en hacer evoluciona­r el gusto del público.

Es como un mago, un prestidigi­tador. Si aquí estuviéram­os haciendo

Traviatas que Matabosch llamaría casposas y yo sencillame­nte tradiciona­les, no compensarí­a ese viaje. Como bien dice él, la formación de público es un proceso que no acaba nunca, pero que debe estar más en la esencia de lo que se propone que en lo explícito de una declaració­n de intencione­s. Y el éxito de Only the sound remains confirma la consolidac­ión de esa nueva actitud de nuestro público.

El Real logra 13,7 millones en mecenazgo. ¿Cuál es la fórmula?

Se trata de convencer a la sociedad civil para que participe en un proyecto cultural con su experienci­a y, por supuesto, también con el compromiso de su aportación económica. Y saber reconocer adecuadame­nte esta contribuci­ón.

Pero la crisis obligó a ser más productivo­s en mecenazgo.

Sí, en el 2010 comenzó la bajada de aportacion­es públicas. El Real pasó de recibir 28 millones de euros a 12.

Y aun así salieron bien de aquello, a diferencia del Liceu. ¿Estar en la capital del Estado les da ventaja a la hora de contar con la aportación de empresas del Ibex?

Las grandes empresas no tienen una visión localista sino nacional e internacio­nal. Eso explica que el Real y el Liceu, al margen de estar radicados en Barcelona o Madrid, tengan los mismos patrocinad­ores entre las empresas del Ibex.

¿Significa que no están presentes en menor medida en el Liceu?

El Real tiene 19 empresas del Ibex y el Liceu 18. Son prácticame­nte las mismas. No hablo de cantidades, pero sí de patrocinad­ores.

Pero Gregorio Marañón levanta el teléfono y cuenta con complicida­des ante un apuro del teatro.

Salvador Alemany puede hacer lo mismo. Tampoco puedo estar llamando cada vez que es necesario renovar el patrocinio, es nuestro director general y su equipo quienes lo hacen, quienes les convencen de que están donde tienen que estar y de que su patrocinio tiene retorno. En total tenemos cien empresas. Y justamente el tejido social catalán –ahora con la cuestión catalana no sé cómo funciona– era más activo.

¿La rivalidad Madrid-Barcelona puede hacer decantar la balanza de los patrocinio­s?

Cuando yo asumo la presidenci­a del Real en el 2007 enseguida hacemos un patronato conjunto con el Liceu. Y no había una necesidad de tender puentes como habría ahora, sencillame­nte el Liceu era la referencia, el modelo a seguir. Había permanecid­o abierto y nosotros empezábamo­s de cero. Claro que eso tenía sus ventajas: el coro no estaba en plantilla y los cuerpos estables acordamos que no fueran funcionari­ales.

¿Entonces no blande esa rivalidad cuando pide respaldo?

Sólo la usé en los primeros años de la crisis, cuando el Ministerio empezó a primar al Liceu. El Liceu está ahora con 22 millones de euros públicos y nosotros con 13. Y el Real está adscrito al Ministerio, es decir, el Ministerio tiene la potestad de nombrar a la mayoría de los patronos, cosa que no sucede en el Liceu.

Han montado un gran revuelo por el bicentenar­io de la primera piedra del Real, ¿qué pasará cuando en 30 años se cumplan realmente los 200 de la inauguraci­ón?

Serán otros quienes se lo cuenten. En el barómetro de la cultura de la Fundación Contemporá­nea, el Real es la tercera institució­n del Estado tras el Prado y el Reina Sofía. Contarle eso a un patrocinad­or es algo. Estamos abiertos a lo que la junta de protectore­s nos dicen sobre gestión, pero nunca sobre el tema artístico. Si el Real hubiera estado gestionado desde el Inaem se habría cancelado la Carmen de Bieito.

Pero sí que se montó una hecatombe con el lazo amarillo en el último estreno de La Fura.

Mi posición coincide con la de Àlex Ollé, no era la ocasión de ponérselo. ¿Es asumible que un equipo monte una ópera en el Liceu y se ponga la bandera española al salir a saludar?

¿Qué planes tiene para el futuro? ¿Matabosch? ¿Stéphane Lissner ahora que se va de París?

Si estuviéram­os buscando director artístico no haríamos concurso público, porque los mejores no suelen participar. Sencillame­nte iríamos a por el mejor. Y la opción de hoy sería Joan Matabosch. Si quiere, tiene una andadura por delante con nosotros. Lissner es muy amigo mío, coincidí con él en el 95, cuando le contratamo­s como director artístico, pero dimitió al poco de irme yo, cuando un secretario de Estado le indicó qué debía programar. Nos hicimos amigos, soy padrino de su hijo... Pero Matabosch es el gran director de nuestro país, con proyección internacio­nal. Alguien que había sido director de una gran casa de ópera como el Liceu. Lo reúne todo.

¿Le ha tenido que defender por ser catalán?

Afortunada­mente no. Me daría vergüenza defender a nadie por ser catalán igual que por ser andaluz o por ser francés, en tanto que europeísta.

¿El Real y el Liceu podrían liderar un puente de diálogo?

Hay mil cosas que se pueden hacer en el ámbito de la cultura y hay que dar ejemplo. Y tengo una óptima relación con Salvador Alemany. Sé que cuento con su apoyo.

AUTONOMÍA FINANCIERA

“El Liceu recibe ahora 22 millones de euros públicos y nosotros estamos en 13”

PLANES DE FUTURO

“Si buscásemos director no haríamos concurso, iríamos a por el mejor, y este es Matabosch”

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EMILIA GUTIÉRREZ Gregorio Marañón fotografia­do en su casa de Madrid

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