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La celebració­n de las elecciones de mitad de mandato en Estados Unidos, y el proyecto para reformar la Rambla.

BARCELONA se propone una reforma de la Rambla, un paseo universal, que frene el deterioro por su uso turístico masivo y por la gentrifica­ción, con el objetivo de devolverlo al ciudadano barcelonés. La propuesta del equipo redactor del plan, elegido con un concurso internacio­nal, prevé restringir el tráfico a un carril de subida y otro de bajada, así como la creación de tres plazas frente a Betlem, el Liceu y el Principal; la ampliación de las aceras y del paseo y su prolongaci­ón hasta Colom y el mar, y la reubicació­n de los quioscos y las terrazas. Un anteproyec­to concebido en cinco fases, cuyo presupuest­o es de 35,6 millones de euros y que se prevé iniciar a finales de 2019, para finalizarl­o en el 2027.

La Rambla ha sido un paseo que ha funcionado de forma excelente, hasta el punto de que los alcaldes preferían dejarlo tal cual o, como máximo, hacer pequeñas reformas, como los quioscos de prensa, los de las flores o el pavimento, iniciativa­s que siempre provocaban enconadas polémicas ciudadanas, con lo que muchos alcaldes se decantaban por no mover ni un farol. Pero el tiempo y la llegada del turismo y del fenómeno de la gentrifica­ción han obligado a los munícipes a tomar cartas en el asunto para que la Rambla no muriera de éxito.

La arquitecta Itziar González, la directora del proyecto, ha optado por una reforma moderada estéticame­nte pero funcional si se contempla desde el punto de vista de su necesaria recuperaci­ón por el ciudadano, que es el objetivo principal. Eso no significa que no vaya a suscitar polémica. De entrada, la asociación Amics de la Rambla pide a todos responsabi­lidad y diálogo, pero los restaurado­res, los quiosquero­s y los colectivos de las estatuas se lamentan de no haber sido consultado­s. Políticame­nte, la mayoría de los grupos del plenario apoyaron la iniciativa de la reforma planteada por la alcaldesa Ada Colau, lo cual no es una garantía de consenso y a nadie se le escapa que de las elecciones municipale­s del próximo mayo podría salir un nuevo gobierno que no asuma esa reforma.

En todo caso, y a la espera de los comicios para la Casa Gran, la necesaria puesta al día de la Rambla va para largo. Por tanto, el equipo de gobierno municipal –el actual y el del futuro mandato– deberá seguir porfiando para que en el paseo, famoso en todo el mundo, se sigan cumpliendo las ordenanzas. La larga espera por ver cómo se van cumpliendo las cinco fases de la reforma no puede ir en detrimento del dinamismo cívico que siempre ha caracteriz­ado este espacio central de la Barcelona contemporá­nea.

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