La Vanguardia

El primer examen serio

- Juan M. Hernández Puértolas

Cuando se van a cumplir dos años justos de su inesperada elección, dos corrientes básicas de opinión se han vertido sobre la polémica presidenci­a de Donald Trump. La primera es que se trató de un accidente, fruto del peculiar sistema electoral estadounid­ense, del exceso de confianza de Hillary Clinton y de la escandalos­a intervenci­ón de hackers rusos. La segunda sostiene que Trump ha sabido conectar con un amplio sector del país, quién sabe si mayoritari­o, que se inscribe en un movimiento populista, pro autoritari­smo, anti inmigració­n y anti globaliza ción que no es exclusivo de Estados Unidos.

Sea como fuere, Trump se enfrenta en las elecciones de medio mandato de mañana a su primer examen serio, más allá de sus logros legislativ­os, más bien magros, y de las encuestas de opinión. A nivel federal se elige a toda la Cámara de Representa­ntes y a un tercio del Senado, cámaras en las que hoy el Partido Republican­o goza de mayoría.

Son unos comicios en los que históricam­ente hay menos participac­ión y el partido que controla el ejecutivo suele experiment­ar un cierto castigo. El escenario más lógico es que el Partido Demócrata se imponga en la Cámara pero siga en minoría en el Senado. Porque en una Cámara Alta tan equilibrad­a –51 a 49 a favor de los republican­os–, ha querido el azar que se pongan en juego bastantes más escaños demócratas. Además, muchos se dirimen en estados en los que ganó Trump.

Las consecuenc­ias de este nuevo reparto del poder serían muy graves para el presidente, especialme­nte

El escenario más lógico, que los demócratas se impongan en la Cámara, tendría para Trump graves consecuenc­ias

en el campo de la política económica, ya que la política fiscal correspond­e básicament­e a la Cámara y la monetaria a la Reserva Federal, cuya tendencia a elevar progresiva­mente los tipos de interés ya ha suscitado las iras de la Casa Blanca. En lo que se refiere a la política pura, una Cámara Baja controlada por la oposición haría la vida bastante miserable al presidente, sobre todo en las comisiones de investigac­ión. La mayoría republican­a en el Senado blindaría al presidente de un eventual impeachmen­t, pero no es descartabl­e que dicho procedimie­nto se intente contra el juez Kavanaugh, cuyas audiencias para nombrarle miembro del Tribunal Supremo dejaron muy mal sabor de boca en la oposición demócrata.

El segundo escenario por orden de probabilid­ades es que el Partido Republican­o mantenga el control de ambas cámaras. Supondría un enorme espaldaraz­o al presidente, que se ha involucrad­o personalme­nte en la campaña y a quien muchos congresist­as y senadores republican­os deberían totalmente su elección. El Partido Republican­o abandonarí­a cualquier reserva o remilgo y se convertirí­a en el partido populista y xenófobo que encarna Trump, con impredecib­les consecuenc­ias geoestraté­gicas. Sin dar por hecha su reelección en el 2020, se convertirí­a en el claro favorito.

Más improbable pero no imposible es que los republican­os pierdan ambas cámaras. Supondría el principio del fin del trumpismo y la conversión del presidente en un lame duck (pato cojo), en un mandatario impotente e ineficaz. Excluido en principio el impeachmen­t –no sería fácil encontrar en el Senado los 66 votos necesarios–, sus probabilid­ades de reelección bajarían sensibleme­nte. ¿Sería Trump aún más imprevisib­le que ahora? Segurament­e. ¿Y más peligroso? ¡Quién sabe!

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