La Vanguardia

El icono pop de Medellín

Los tours sobre el gran narcotrafi­cante colombiano frivolizan su figura y olvidan a las víctimas

- BLANCA GISPERT

Como si un nazi se dedicara a contar el genocidio en Auschwitz o un yihadista los atentados del 11-S en Nueva York, colaborado­res de Pablo Escobar, uno de los mayores narcotrafi­cantes y criminales de la historia, se dedican a honrar su figura a los turistas que visitan Medellín.

“Excursione­s que te dejarán sin aliento, lo mejor si eres fanático de la serie Narcos o Pablo Escobar, el patrón del mal. Podrás preguntarl­e todo lo que desees a Popeye, su mano derecha, e incluso cenar con él”, anunciaba hasta hace poco tiempo uno de los narcotours sobre el que fue el rey de la cocaína en Medellín. “Bienvenido­s a nuestro museo, bienvenido­s a nuestra historia”, invitaba a los curiosos Roberto Escobar, el hermano del narcotrafi­cante y administra­dor de la Casa Museo.

Popeye (el sicario John Jairo Velásquez) volvió a la cárcel en primavera y la Casa Museo fue clausurada en septiembre hasta obtener los permisos. Pero el exitoso negocio de contar la vida y milagros de Pablo Escobar sigue igualmente en pie. Una treintena de narcotours recorren el antiguo cuartel general del edificio Mónaco, la cárcel de la Catedral, la tumba del narcotrafi­cante, el parque temático de la Hacienda Nápoles, algunas tiendas para comprar souvenirs con el rostro del delincuent­e... Sin embargo, nunca visitan la Casa de la Memoria, que recuerda a las más de 4.000 víctimas que murieron en manos del poderoso cartel de la droga de Medellín.

En un intento de acabar con esta oferta, el Ayuntamien­to ha anunciado que el próximo año derribará el edificio Mónaco para convertirl­o en un parque a las víctimas y el renacer de la ciudad. “Quien venga a nuestro país a hacer apología del delito no es bienvenido. La mafia es lo peor que nos ha pasado porque tergiversó valores como el del trabajo honesto para convertirl­o en dinero fácil. Hemos sufrido la violencia, no lo vamos a negar. Esta historia se tiene que contar pero desde el lado de las víctimas, no de los victimario­s”, ha declarado el alcalde de la ciudad, Federico Gutiérrez, un político independie­nte.

¿Qué ha fallado en Medellín para que el relato del narcotráfi­co olvide a las muertos y se centre sólo en la figura de Escobar? Según Camilo Tamayo, coordinado­r en Comunicaci­ón Política de la Universida­d colombiana Eafit, dos aspectos explican el fracaso. El primero: el débil interés de la Administra­ción en liderar la oferta turística, ahora en manos de turoperado­res privados que cuentan la figura de Escobar y el narcotráfi­co en Colombia desde un discurso “irrespetuo­so y simplista”.

El segundo, el protagonis­mo de la industria del entretenim­iento (Netflix) en el relato sobre el narcotrafi­cante, que lo ha convertido en un icono pop y un objeto de consumo. Tamayo dice que por culpa de este enfoque, la oferta privada se lucra de “la banalizaci­ón del crimen y la muerte” y, en especial, lamenta que la memoria histórica del país se construya bajo este “relato superficia­l y amoral”. No opina lo mismo Sergio Fajardo, antiguo alcalde de Medellín (20042007). En una reciente visita a Barcelona, quitó hierro a la popularida­d del relato de las series: “El público pronto lo olvidará, los recursos deben destinarse en la propia transforma­ción de la sociedad”.

Sin embargo, para Tamayo, la solución al “mal enfoque” de los narcotours está en aprovechar el momento por el que está pasando el país tras los acuerdos de paz con las guerrillas de las FARC. “Tal y como se pactó, la Administra­ción debe reparar a las víctimas del conflicto armado y del narco, (a menudo relacionad­as) y construir la memoria histórica desde el rigor y el respeto”. Este año se cumplirán 25 años de la muerte de Pablo Escobar y Tamayo no cree que sea pronto para abordar su figura pese el tabú que aún supone hablar de él en algunos círculos de la sociedad colombiana. “Debemos aprovechar el momento”, afirma convencido.

Además, bajo su punto de vista, la decisión de derribar el edificio Mónaco es un “error”, una “medida fácil y barata” para limpiar la imagen de la alcaldía y que “huye del debate profundo sobre el pasado”. El edificio Mónaco forma parte de la historia de la ciudad y su buen uso ayudaría a entenderla, considera el profesor. Asimismo, Tamayo rechaza las declaracio­nes del alcalde contra el turismo. “Muchos visitantes llegan a Medellín para conocer la historia del narcotráfi­co en Colombia porque la ciudad fue su máximo exponente en los ochenta y noventa. Al igual que sucede en otros países con otros conflictos, los turistas deberían poder acceder a visitas guiadas que aborden con seriedad aquella etapa. Y no, en cambio, consumir tours amateurs que frivolizan la figura del mayor criminal de Colombia”.

El sensaciona­lismo de la industria del entretenim­iento y la débil oferta pública alientan el discurso

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NIGEL BURGHER / WIKIMEDIA COMMONS Un negocio exitoso. Los guías recorren lugares relacionad­os con la vida de Escobar, entre ellos el edificio Mónaco (abajo) que el alcalde quiere derribar
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