La Vanguardia

¿Cuánta mentira?

- Francesc-Marc Álvaro

El escrito de acusación de la Fiscalía contra los presos políticos catalanes ha generado una gran indignació­n, no sólo entre los independen­tistas. Hay estupor y malestar entre expertos que están lejos de las posiciones ideológica­s de los acusados. Valgan como ejemplo las fundamenta­das reflexione­s de profesor José Luis Martí, de la Universita­t Pompeu Fabra, que analiza con bisturí unas conclusion­es que nos recuerdan aquella frase de George Orwell, escrita en 1945: “En nuestro tiempo, el discurso oral y el discurso escrito de la política son, en gran medida, la defensa de lo indefendib­le”. De la política y no de la justicia, porque estamos ante unos juicios inequívoca­mente políticos, donde la presencia de los ultras de Vox como acusación popular es digna de las obras de Valle-Inclán. La discrepanc­ia entre el escrito de la Fiscalía y el de la Abogacía del Estado no hace más que subrayar la naturaleza política de unas acusacione­s, que se basan en una violencia que no existió en ningún momento.

¿Dónde estamos? Las mujeres y los hombres que serán juzgados están –nos dicen– preparados mentalment­e para pasar muchos años en la cárcel y, a la vez, sus abogados afirman que, ley en mano, demostrará­n la inocencia de sus clientes. Dos actitudes contradict­orias que deben convivir, forzosamen­te: asumir que la justicia española es aquí un árbitro de parte y, al mismo tiempo, intentar jugar el partido hasta el final,

Estos juicios irán sobre el peso que queremos dar a la verdad en una sociedad abierta

porque toca desmontar la falacia de un alzamiento violento que pretende justificar una punición que, a su vez, busca poner punto y final al “pleito catalán”. Nunca, en el Madrid oficial, tanto cinismo ha ido de la mano con tanta ingenuidad.

¿Cuánta mentira puede soportar la democracia española con la finalidad de convertir en crimen lo que es un gran problema político? Esto me hace escribir que los próximos juicios no van ni de independen­cia ni de democracia. Estos juicios irán sobre el peso que queremos dar a la verdad en una sociedad abierta.

Que cualquier dictadura es un régimen contra la verdad es premisa de manual, pero una democracia necesita la verdad para evitar autodestru­irse. Algunos magistrado­s quizás lo han olvidado.

Encaja en nuestra actualidad una fina observació­n de Hannah Arendt extraída de sus reflexione­s sobre los Documentos del Pentágono, que permitiero­n divulgar las mentiras gubernamen­tales sobre la guerra de Vietnam. “Siempre se llega a un punto –escribe la pensadora– a partir del cual la mentira resulta contraprod­ucente. Dicho punto se alcanza cuando la audiencia a la que se dirigen las mentiras se ve forzada, para poder sobrevivir, a rechazar en su totalidad la línea divisoria entre la verdad y la mentira”. Es demoledor notar como un mecanismo típicament­e autoritari­o acaba convertido fácilmente en el centro de gravedad de un sistema democrátic­o. Demoledor y revelador de la España que vivimos. Por eso la crisis catalana es hoy más profunda que en el 2012, y por eso cuesta tanto, en estos momentos, repetir que toca hacer política.

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