El transporte ferroviario reclama penas más duras contra el vandalismo
de seguridad y destrozan puertas y rejas para tener más fácil la entrada al lugar que quieren atacar”, señalan desde TMB. Cuando alguien trata de interponerse en su camino, responden con violencia. Los integrantes de estos grupos actúan movidos por la adrenalina y el éxito público que su actuación les pueda reportar en las redes sociales. Aprovechan cualquier resquicio de la seguridad de la instalaciones para internarse y si pueden lo hacen en aquellos lugares que entrañan mayor dificultad y mayor riesgo. “Cuantas más barreras les pones, más gozan violentándolas”, señala el jefe de la seguridad del metro
Los operadores ferroviarios llevan tiempo reclamando medidas contundentes a la judicatura para que aumente la punibilidad de estos delitos y acarreen penas más duras para estos vándalos, cuyas actuaciones quedan a menudo disfrazadas de cultura underground y antisistema. “No es arte urbano, no son reivindicaciones ideológicas, no es un mensaje que quieran dar, es un acto vandálico con unos daños económicos muy importantes, que conlleva riesgo para las personas y que causa un impedimento a la movilidad general”, subraya Oriol Juncadella, presidente del Observatorio del Civismo en el transporte ferroviario, plataforma que aúna todos los operadores de España. “No es tolerable esta indefensión, hay una falta de voluntad de ser contundente, hay que equiparar de manera proporcionada su acción al daño que hacen”, lamenta Juncadella.
Las actuaciones de los grafiteros suelen ser multas. “El principal impedimento de la policía es demostrar que estamos ante bandas organizadas. Cuando se identifica a una persona, cuesta demostrar que esa persona es la que ha realizado ese acto puesto que cada uno tiene un papel asignado”, subraya el presidente del Observatorio.
Los últimos años demuestran la tendencia creciente de este tipo de vandalismo. En el 2017 se detectó un aumento del 50,6% de estos ataques respecto al año anterior. Se registraron un total de 531 convoyes dañados por la acción de los grafiteros.
Fuentes de TMB aseguran que este año la tendencia es superior a la del año anterior. En el caso concreto del metro se registra más de una acción cada día relacionada con los grafiteros. Además de las interrupciones del servicio y las molestias que todo ello origina en el pasajero, la limpieza y reparación de los trenes atestados de grafitis representan un coste para el erario público de 12 millones de euros anuales. Reponer cada vagón puede suponer un coste que oscila entre los 3.000 y los 4.000 euros.