La Vanguardia

Atención: catástrofe amorosa

Isaac Rosa novela la ruptura de una relación de pareja en forma de diálogo entre él y ella

- XAVI AYÉN

La nueva novela de Isaac Rosa (Sevilla, 1974), Feliz final (Seix Barral), es la crónica de una separación anunciada, la narración pormenoriz­ada de una vida de pareja, la de Ángela y Antonio, que ha estallado en mil pedazos. Estructura­da en forma de diálogo entre los dos protagonis­tas –como una especie de dúo Pimpinela literario, donde se entremezcl­an acerados reproches y recuerdos de los buenos momentos– es un reflejo de cómo se vive en común hoy. “Partiendo de mi propio malestar amoroso –cuenta el autor, de visita en Barcelona– indagué en ejemplos de mi entorno, para ver cuánto había de malestar social en el fracaso sentimenta­l. La socióloga Eva Illouz opina que el amor es un microcosmo­s privilegia­do para entender nuestro modo de vida”.

Empapado de referentes sobre el tema, pero obligado por este diario a escoger, Rosa fue conmovido especialme­nte por una película, el Viaje a Italia de Rossellini y una novela, Las ruinas del amor de la israelí Tsruya Shalev, “muy diferentes a todas esas historias románticas que nos educan sentimenta­lmente, con unas representa­ciones del amor que siempre nos llevan a la decepción y la nostalgia. Podríamos estar satisfecho­s con nuestra relación pero, al contrastar­la con la ficción, nos sentimos fracasados”.

Cuenta que sus personajes, “una pareja de tantas”, sucumben a “la obsesión de poner palabras a lo sucedido, se pasan toda la novela buscando metáforas”. Antonio y Ángela se preguntan “en qué momento se rompió el amor, reparten culpas... Ella es más psicologis­ta, ‘el problema somos nosotros’, y él dice eso de ‘no soy yo, sino mis circunstan­cias, la vida que llevamos’. La respuesta correcta está, creo yo, en una zona intermedia”.

Los dos intentaron compaginar trabajo y crianza, lo que les genera un estado de “cansancio permanente”, uno de los temas que provoca más identifica­ción en los lectores. “En realidad, este libro se podría leer como un antimanual de pareja, un detector de alarmas”, opina.

La estructura es dialogada entre las dos voces, que “van disputándo­se el relato de lo ocurrido, es una batalla de relatos. Vuelven a contarse”. Por esa conversaci­ón desfilan los miedos y paranoias de los adultos que intentan formar una familia sin manual de instruccio­nes, lo que conecta con otra obra del autor, El país del miedo (2008) en la que “también intenté que mis lecturas sociológic­as adquiriera­n calibre literario”.

Rosa retrata aquí ese “estado de insatisfac­ción permanente en que vivimos, la búsqueda constante de novedad, la sensación de que nos estamos perdiendo algo si dejamos de vivir otras vidas, incluso si

tienes ya una relación satisfacto­ria... La vivencia acaba llevando a la decepción y el fracaso, es como una obsolescen­cia programada, que nos lleva a consumir también relaciones amorosas”, con lo cual entra en crisis la idea tradiciona­l de la pareja “como lugar donde ponernos a salvo de la intemperie, ajeno al mercado”.

El libro empieza con los platos volando: “Están en plena batalla y se cuenta la historia hacia atrás. Según avanza el relato, se aproximan en algún momento, quería que se viera en la página, uno habla en redonda y otra en cursiva y los párrafos se acercan, en una ocasión incluso hay dos columnas porque hablan a la vez contando un mismo momento sin escucharse. Al final, cuando vuelven al origen, a la última capa, acaban reencontra­ndo una misma voz”.

“Consumimos relaciones de pareja con obsolescen­cia programada”, observa el autor

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