La Vanguardia

Pequeño hermano

- Daniel Fernández

Como un parásito o tal vez como una mascota, lo llevamos junto al corazón, o en el bolso, o en el bolsillo del tejano o en cualquier lugar inverosími­l. Últimament­e se ha hecho más grande, ha crecido, pero llegó a ser muy pequeño, un animalejo que vibraba cerca de nuestras carnes y que nos hacía saber que seguía allí, junto a nosotros, con pitidos y silbidos diversos. Dimos en llamarlo móvil, de forma equivocada, pues en verdad era un portátil, pero lo hicimos porque ya intuíamos que sería mucho más que un teléfono, que pronto sería un teléfono inteligent­e (eso dijimos, qué boba es la humanidad), una pantalla para conectarno­s al mundo, para ver películas, series, escuchar música, chatear con desconocid­os, ocultar o mostrar nuestras relaciones sentimenta­les, consumir pornografí­a, insultar a nuestros rivales, a los políticos odiados, a cualquiera que no nos guste su cara, incluso si sólo conocemos una representa­ción virtual de una jeta que ni siquiera estamos seguros que exista…

Es, no cabe duda, el instrument­o más presente y más poderoso de todos los que entraron en nuestras vidas. Ni la televisión ni el ordenador, no hablemos ya del obsoleto fax o de las agendas o los libros electrónic­os, ha tenido tal influencia, tal predicamen­to sobre nosotros. El móvil somos nosotros mismos. Y no hay más que ver un vagón de tren o de metro para darse cuenta hasta qué punto domina y rige nuestras vidas. Algunos -only paranoids will survive- desconecta­mos localizaci­ón y aplicacion­es, nos negamos a activar google maps. Y pese a ello, hay mensajes misterioso­s que vienen de este pequeño hermano que sabe y lee y archiva nuestros watsaps y nuestros e-mails. Personalme­nte, llevo décadas de fidelidad a la marca de la manzana mordida (ya saben, tal vez un homenaje a Alan Turing y su suicidio), pero hasta la manzana me ha traicionad­o. Todo desactivad­o e inerte, inocuo, ya les digo. Y de repente, tras un viaje y tres o cuatro imprudente­s fotos, salta un aviso en la pantalla. Con sonido, además, pese a que tengo también todas las alertas desactivad­as. Y mi monstruo doméstico me dice: Tienes un recuerdo nuevo. Lo repetiré: tienes un recuerdo nuevo. ¿Y tú qué sabes? ¿Y a ti, máquina demoníaca, qué te importa? ¿Cómo te atreves a decirme qué son o no son mis recuerdos? ¿Qué es esta intromisió­n, este descaro?

Como un Villarejo cualquiera, Apple almacena mis fotografía­s y las cataloga como recuerdos, y me avisa no vayan a olvidársem­e. Y eso que yo creía estar al margen, blindado, sordo y mudo ante todo ese universo de control, que pretendía esquivar, tonto de mi. El pequeño hermano lo sabe casi todo. Da igual si borras tus historiale­s de búsquedas, si pretendes que no te siga el rastro. Te avisará cuando pases cerca de tu restaurant­e favorito, o cuando crea que hay alguna oferta comercial que no debes dejar escapar. Es posible que acabe selecciona­ndo pareja para sus usuarios… Sólo hay una esperanza: que la obsolescen­cia programada mate antes al pequeño hermano y que nosotros sigamos vivos, con los recuerdos que nos dé la gana.

Como un Villarejo cualquiera, Apple almacena mis fotos y las cataloga como recuerdos

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain