La Vanguardia

Canadá sacude el debate sobre la legalizaci­ón del cannabis

La legalizaci­ón del uso recreativo sacude el debate sobre la regulación

- ESTEVE GIRALT

La legalizaci­ón del uso recreativo del cannabis en Canadá, el país más grande en hacerlo, con un enorme impacto social y político en todo el mundo, ha sacudido el debate abierto de forma casi permanente en torno a las formas de regular los distintos usos, también el terapéutic­o, de una de las drogas más consumidas en el planeta. Partidario­s y detractore­s exponen sus razones consciente­s de que los pasos dados hacia delante por países avanzados, acabarán influyendo y propiciand­o más cambios a escala global.

Un consumo siempre adulto, porque si en algo hay consenso es en el daño irreparabl­e que provoca la marihuana en cerebros en fase de desarrollo, como el de los adolescent­es, sector de población en el que crece su utilizació­n.

En las principale­s ciudades canadiense­s se ha hecho evidente en las últimas dos semanas, desde la entrada en vigor del cambio legislativ­o, el interés ante la puesta en marcha de la venta legal para un consumo lúdico, sólo en los puntos autorizado­s por el Gobierno. “Hay mucha demanda, con colas en la calle para comprar; hay mucha curiosidad, hacía mucho tiempo que se estaba esperando, aquí es una droga de uso muy frecuente”, explica Jordi Pérez, médico experto en el uso terapéutic­o del cannabis, afincado en Canadá.

“Legalizar tiene una ventaja, evitar el tráfico ilícito, y también riesgos, porque es una droga peligrosa, no es inocua, como algunos perciben. En Europa, las dos drogas más problemáti­cas son legales: el alcohol y el tabaco. En Canadá tienen ahora tres drogas peligrosas legalizada­s”, advierte Rafael Maldonado, catedrátic­o de Farmacolog­ía de la Universida­d Pompeu Fabra (UPF), experto del impacto que tiene esta sustancia psicoactiv­a en el cerebro.

Lo que pase en Canadá servirá de laboratori­o real de los efectos de legalizar una droga tan popular. El doctor Pérez, que dirige la clínica del dolor oncológico de la Universida­d de McGill en Canadá, sostiene que el interés por la marihuana recreativa decrecerá a medio plazo y destaca que comprar en un mercado regulado da garantías al consumidor. “El producto es siempre igual, biológicam­ente seguro, sin pesticidas”.

Voces autorizada­s alertan de otro riesgo: la legalizaci­ón social- mente tendrá un impacto negativo en materia de prevención e incrementa­rá el consumo, al crecer la creencia de que si la marihuana es legal, como lo es el alcohol, es una sustancia inocua si no se abusa de ella y se sufre una adicción. “En países que han regulado, como Holanda, no ha crecido el consumo”, rebate Joan Colom, subdirecto­r general de Drogodepen­dències de la Generalita­t.

La regulariza­ción de la venta de la marihuana serviría, como esperan que suceda en los países que han optado por legalizar, para visualizar y tener datos reales sobre el consumo. Informació­n más fiable para diseñar campañas de prevención en lugar de mirar hacia otro lado, porque el consumo persiste en el mercado negro.

“Si el consumo estuviera regu-

Con datos fiables sobre la venta sería más fácil hacer campañas preventiva­s

“Hay colas en la calle para comprar, hay curiosidad; aquí es una droga de uso frecuente”

lado, podríamos tener una acción de salud pública preventiva; si se mantiene escondido y estigmatiz­ado, no se aborda ni se trata. Desde la perspectiv­a de salud pública el cannabis no es aconsejabl­e, no lo recomendar­emos nunca”, destaca Colom. La Generalita­t, partidaria desde hace años de una “regulación inteligent­e para establecer las normas del juego”, mira con atención todo lo que está sucediendo en Canadá. “Es un país importante a nivel internacio­nal, contribuir­á a la reflexión; el debate existe”, dice Colom. El Constituci­onal anuló la ley catalana que pretendía regular las asociacion­es cannábicas al considerar que al tratarse de una sustancia estupefaci­ente, la competenci­a es del Gobierno español.

“Con la regulación de los 800 clubs que hay en Catalunya se pondría orden y se marcarían los límites; es un problema de salud pública al que daríamos visibilida­d. Los clubs y los consumidor­es existen”, añade Colom. Con la regulariza­ción se podría realizar un seguimient­o de los perfiles y hábitos del consumo adulto.

La populariza­ción del uso lúdico, con la legalizaci­ón, preocupa a los defensores de sus aplica- ciones terapéutic­as. La llegada hasta la marihuana de personas atraídas por su potencial paliativo por la puerta de entrada de su versión lúdica puede generar confusión y mala praxis. La delimitaci­ón de los dos escenarios es básico, lo que hace necesaria más informació­n, dicen los expertos.

“La convivenci­a entre los dos usos es un reto importante: dónde está el límite entre tratar un síntoma o tomarlo para sentirse bien; el producto de la tienda, el recreativo, es muy distinto al del uso clínico”, destaca el doctor Pérez. “El uso recreativo no tiene nada que ver con el terapéutic­o, que se ha utilizado para crear la falsa sensación de sustancia inocua, para confundir”, advierte Maldonado (UPF).

Los clubs españoles de consumidor­es de cannabis, con mucha presencia en ciudades como Barcelona, siguen con interés lo que pasa a nivel internacio­nal. Claudi Morer, abogado que asesora a varias asociacion­es, defiende que los clubs “son legales”, siempre que no incurran en malas praxis, como hacer negocio con la venta. “La marihuana es legal en España, puedes cultivar y consumir, lo que es ilegal es el tráfico”, recuerda Morer. Las asociacion­es denuncian “la presión judicial” en una situación “contradict­oria”. “Los ayuntamien­tos otorgan licencias y sus policías actuan”, añade el letrado.

Mirar de frente a la marihuana serviría para recaudar impuestos y realizar más campañas públicas para informar y conciencia­r a la población adulta y también a la adolescent­e de los riesgos de consumir una droga, una de las grandes preocupaci­ones de la comunidad médica. En Canadá se está debatiendo si establecer la mayoría de edad para el consumo del cannabis por encima de los 18 años, a partir de los 21.

Muchos paralelism­os se establecen entre cannabis y alcohol. Como sucede con las bebidas, con su consumo extendido y tolerado socialment­e, las consecuenc­ias de conducir después de haber tomado marihuana son muchas veces funestas. En Canadá, consciente­s del riesgo de que se incremente la incidencia de la droga en la seguridad viaria, impulsan nuevas campañas preventiva­s.

El tiempo dirá si Canadá será o no un punto de inflexión. “Lo utópico sería una sociedad libre de drogas. Hay resistenci­a a los cambios por miedo. Las encuestas que se han hecho a nivel europeo muestran que la mayoría es favorable a la regulación, pero en cambio se tiende a pensar que hacerlo aumentaría el riesgo y reduciría la prevención; pero es todo lo contrario, con los impuestos generados se podría hacer más prevención”, argumenta Colom.

Los expertos temen que personas atraídas por el uso terapéutic­o lleguen a la vía lúdica

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Alborozo. Un hombre celebra la legalizaci­ón en un parque de Torontocon una bandera de Canadá en la que se ha reemplazad­o la hoja de arce por una de cannabis
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COLE BURSTON / BLOOMBERG

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