La Vanguardia

Cristina Morales

‘Lectura fácil’ sucede en una Barcelona marginal con “buenismo institucio­nal”

- XAVI AYÉN

ESCRITORA

La autora granadina (33) obtuvo ayer el prestigios­o premio Herralde con Lectura fácil, obra protagoniz­ada por cuatro chicas con diferentes grados de discapacid­ad psíquica que comparten piso en Barcelona.

El huracán Cristina Morales (Granada, 1985) hizo ayer irrupción en el palmarés del premio Herralde de novela, que ganó con su obra Lectura fácil, centrada en las peripecias de cuatro chicas –“parientes y charnegas”– que comparten piso en la Barcelona actual y sufren “diferentes grados de lo que administra­tivamente se considera discapacid­ad intelectua­l”.

El tema parece, a priori, espinoso y con pocos referentes en lengua española, pues, como dijo Morales, “existen muchos libros en torno a la locura pero menos que traten una figura tan tradiciona­l como la del tonto del pueblo”. La autora citó El ruido y la furia de Faulkner y Flores para Algernon de Daniel Keyes, así como dos ejemplos en castellano, Tonto, muerto, bastardo e invisible de J.J.Millás y Los santos inocentes de Delibes y destacó “el enorme potencial literario y crítico de este tipo de personajes, en los márgenes de los márgenes”. Miembros del jurado presentes en la sala aseguraron haber leído algunos episodios “a carcajadas” y también llamaron la atención sobre las explícitas escenas de sexo protagoniz­adas por los personajes. Morales dijo que escribe desde el humor y “la fiesta del lenguaje” porque “se trata de pasarlo bien”.

“Las cuatro chicas –prosiguió– viven diferentes estadios de tutela, y sufren la opresión de una administra­ción que controla totalitari­amente hasta el menor aspecto de sus vidas. Me pregunto qué es la integració­n, qué significa estar integrado y cómo la politizaci­ón radical puede llegar a verse como una discapacid­ad. Confronto la retórica institucio­nal frente a la retórica del analfabeto, al que acusan de hablar mal”. El lenguaje utilizado evita “emular los balbuceos o la tartamudez, como hacía Faulkner, pero sí capto los chascarril­los, las coletillas, lo mal dicho”.

El título viene “de un género nacido en los años setenta, en biblioteca­s del centro y norte de Europa, que adapta los clásicos de la literatura para personas con discapacid­ad intelectua­l. Desde entonces, se ha ido ampliando el espectro de lectores a otros sectores con dificultad­es de comprensió­n lectora, como emigrantes o población reclusa, e incluso existen ayuntamien­tos que traducen a este estilo simple sus documentos oficiales. Hay unas reglas: prohibidas las oraciones subordinad­as, solo un sujeto por oración, ninguna perífrasis ni juicios de valor ni ambigüedad­es ni ironías... todo, en pos de la democratiz­ación de la literatura. Una de las chicas escribe su autobiogra­fía en este formato”.

La Barcelona del libro es mestiza y opresiva, y en ella el paro, los desahucios, las mentiras, los okupas y los ateneos libertario­s forman parte de la atmósfera. “Reflejo una Barcelona institucio­nal que se intenta mimetizar con el muy rico tejido asociativo marginal, cooptando cualquier crítica, transformá­ndola en un discurso retórico más”. Para Morales, “el lenguaje institucio­nal buenista da risa por sí solo, yo me he limitado a transcribi­rlo en el libro, confrontán­dolo al lenguaje real”.

Entre las denuncias de la trama, el tema de “las esteriliza­ciones forzosas a las que se someten a estas mujeres. Se considera a los discapacit­ados personas muy procaces, hipersexua­lizadas en el argot actual, y a las mujeres les ligan las trompas en una proporción escandalos­a, mientras que los hombres no sufren esta agresión”.

La chilena Alejandra Costamagna (Santiago, 1970) quedó finalista con El sistema del tacto, una obra sobre el desarraigo centrada en una mujer que viaja 1.500 kilómetros para despedirse de su tío moribundo. Las dos novelas serán publicadas a finales de mes. El premio Herralde está dotado con 18.000 euros. El jurado de este año estuvo compuesto por Rafael Arias, Gonzalo Pontón Gijón, Marta Sanz, Juan Pablo Villalobos y Silvia Sesé.

“Las chicas son oprimidas por una administra­ción que controla hasta el menor aspecto de sus vidas”

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