EE.UU. impone nuevas sanciones a Irán para ahogar su economía
El petróleo y el sistema financiero, blanco del nuevo castigo estadounidense
Estados Unidos, al imponer ayer nuevas sanciones económicas a Irán, demostró que su prioridad en Oriente Medio ya no es contener al terrorismo yihadista sino a la república islámica. El presidente Trump lo dijo muy claro el domingo en Tennessee, durante un mitin electoral: “La presión máxima funciona”, y prueba de ello es que Irán “ha pasado de querer dominar Oriente Medio a sólo querer sobrevivir”.
La economía iraní depende del petróleo. La venta de crudo supone el 30% de los ingresos del régimen. El acuerdo nuclear, firmado en el 2015, disparó la producción, que llegó a los 2,8 millones de barriles al día en abril. En mayo, sin embargo, Trump, habiendo denunciado el pacto, impuso una primera batería de sanciones y la producción bajó a 1,8 millones. Esta segunda tanda de sanciones coloca a Irán en la camisa de fuerza que tenía antes del 2015. La producción está previsto que baje a un millón de barriles al día. Desde mayo, como ayer comunicaron las autoridades norteamericanas, Irán ha dejado de ingresar 2.500 millones de dólares.
El presidente Hasan Rohani no tiene capacidad de maniobra para evitar las sanciones, que afectan también a un centenar de bancos, a Iran Air, la aerolínea de bandera, y a toda la flota petrolera. Su único frente sigue siendo el diplomático y, así, ayer pidió a Naciones Unidas que exija responsabilidades a EE.UU. porque las sanciones “son una violación flagrante” de las resoluciones de la propia ONU, así como de un tratado internacional. Irán critica que, al abandonarlo, Trump menoscaba la diplomacia y el multilateralismo.
La UE parece que tampoco podrá esquivar las sanciones. Había diseñado una herramienta para seguir comerciando con Irán sin sufrir el castigo de EE.UU. pero para ello necesita un país que haga de intermediario y, de momento, no lo ha encontrado. Este país haría de puente y por este puente circularía, en un sentido, el petróleo iraní y, en el otro, el pago europeo en bienes y servicios. Pagar en dólares está descartado porque entonces el Departamento del Tesoro en Washington podría sancionar sin problemas a las empresas europeas implicadas.
Como el dólar es la moneda que domina el comercio del petróleo en el mundo, EE.UU. tiene la sartén por el mango. Una veintena de países ya han dejado de comprar petróleo iraní. Desde ayer, además, Teherán ha quedado excluido del sistema financiero internacional.
Sin embargo, cortar totalmente el grifo al crudo persa hubiera tenido serias consecuencias para sus principales clientes, especialmente India y China. Por eso, Washington ha concedido permiso a estos estados –entre los que también están Japón, Taiwán, Turquía, Corea del Sur, Italia y Grecia– para que sigan comprando durante 180 días. La prórroga debe servir para que busquen otros proveedores. De momento, el dinero que paguen a Irán quedará consignado y a los iraníes sólo se les dejará gastarlo en programas humanitarios.
Trump, al menos oficialmente, ha dicho que no quiere un cambio de régimen en Teherán. Aspira a que, con el agua al cuello, Rohani acepte otro acuerdo.
El pacto nuclear del 2015 desmanteló el programa iraní para fabricar la bomba atómica. Trump, sin embargo, quiere que ahora Irán también deje de fabricar misiles, frene los ataques informáticos, deje de ayudar a los rebeldes yemeníes y corte cualquier lazo con sus aliados en Irak, Siria y Líbano. Israel y Arabia Saudí no podrían pedir más.
La UE y China han criticado las nuevas sanciones. La Agencia Internacional de la Energía Atómica, que supervisaba el cumplimiento del acuerdo, sigue certificando que Irán ha mantenido su palabra. Ni unos ni otros, sin embargo, tienen la capacidad de enfrentarse a la primera economía del mundo en este asunto.
La UE no encuentra un país que se avenga a ser el puente que le permita seguir comerciando con Irán