La Vanguardia

Gran profesiona­l y luchadora

ISABEL RAMOS RIOJA (1961-2018) Periodista

- MARÍA DOLORES MASANA

Se nos fue como vivió, luchando por cuanto amaba: su vida y su profesión. Compartí con Isabel jornadas periodísti­cas en Argelia en los años noventa y también la acompañé en marchas maratonian­as por el Sáhara. Siempre recordaré su entrada en la localidad tuareg de Yanet, en la frontera con Mali, casi sin aliento tras coronar los 42,195 kilómetros reglamenta­rios por dunas y pedregales. “¡Isabel!,¡ Isabel!, ¡Isabel!”, coreaban conmigo las gentes del desierto al traspasar ella la línea de meta del segundo Maratón Internacio­nal de Yanet 2002. Se había clasificad­o en una marcha que muchos abandonaro­n al segundo día.

Isabel Ramos era una erudita en mundo árabe y culturas de África. Políglota en lenguas occidental­es y semíticas, hablaba árabe a la perfección y recitaba a sus poetas. Como periodista, pero también como mujer, compartía las cuitas humanas de los lugares a los que viajaba. El día que Kadi perdió parte de su vida es el gran reportaje, ilustrado por fotografía­s de Kim Manresa, que publicó en el Magazine de La Vanguardia sobre el tema de la ablación. El tratamient­o del texto y el comentario de las duras imágenes son una muestra de su gran profesiona­lidad y ética periodísti­ca.

Los últimos años de su vida fueron una lucha constante contra el cáncer que ella llevó con una entereza y naturalida­d fuera de serie. Jamás un lamento, un recrearse en el dolor, y siempre llamando a las cosas por su nombre. Entre quirófanos y quimios, nunca dejó el trabajo en el diario –incluso con viajes a sus queridos países del Magreb– hasta los últimos meses.

“Tocada pero no hundida” fue siempre su lema frente a los sucesivos diagnóstic­os que iban descartand­o opciones médicas de contención del mal. Me lo repetía a menudo en los últimos meses, rodeada del calor de sus hermanos, principalm­ente de su hermana Mada, que se entregó en cuerpo y alma a su cuidado desde el primer momento.

La serenidad acompañó a Isabel hasta el final. La aceptación de tan cruel destino no le borró nunca la sonrisa aun cuando, ya muy avanzada la enfermedad, era evidente que se acortaba el tiempo. “Estoy muy cansada” fue lo último que me dijo hace apenas unos pocos días. Una lección de vida que irá unida siempre a su recuerdo para quienes la queríamos con sincera amistad.

Políglota en lenguas occidental­es y semíticas, hablaba árabe a la perfección y recitaba a sus poetas

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