La Vanguardia

Empantanar y desecar

- Josep Maria Ruiz Simon

Raül Romeva explica, en Bosnia en paz: Lecciones, retos y oportunida­des de posguerra contemporá­nea (2003), que, mientras trabajaba en 1993 y 1994 en los campos de refugiados de Bosnia y Croacia, descubrió “lo fácil que es, en determinad­os contextos, diseñar y ejecutar una guerra, basándose en supuestos falsos y en la construcci­ón de enemigos artificial­es”. Pero el objetivo de este libro no era, evidenteme­nte, ofrecer un manual de instruccio­nes sobre cómo construir una guerra, sino ofrecer algunas pautas sobre la intervenci­ón en un escenario posbélico a partir de la experienci­a que había adquirido trabajando en aquellos campos y posteriorm­ente como responsabl­e del programa educativo de la Unesco en Bosnia-Herzegovin­a y como supervisor de la OSCE en varios procesos electorale­s de aquel país.

Según Romeva, una de las dimensione­s que debían tener en cuenta quienes se ocupaban de la rehabilita­ción de Bosnia era la de la reconcilia­ción. Como él mismo constataba, se trataba de una tarea compleja y delicada porque tenia que ver con las percepcion­es y las identidade­s. Para profundiza­r en su complejida­d, el libro reproducía una larga citación de Michael Ignatieff que señalaba, en relación a la extinta Yugoslavia, que “la idea según la que la reconcilia­ción depende de la posibilida­d de compartir la verdad de los hechos no tiene en cuenta que la verdad se relaciona con la identidad”. Según este expolítico e intelectua­l canadiense, la guerra había creado comunidade­s que no concebían la posibilida­d de compartir verdades –ni responsabi­lidades– con los que concebían como el enemigo. “Lo que nos parece verdadero

En política, desecar los terrenos pantanosos siempre ha sido más difícil que empantanar

–decía Ignatieff– depende, en gran medida de lo que creemos que somos. Y lo que creemos que somos se define, en gran parte, por lo que no somos”. E ilustraba este principio con el ejemplo de aquellos serbios para los que ser serbio significab­a, sobre todo, no ser croata o musulmán. También subrayaba que, obviamente, también había serbios que se opusieron no sólo a construir su identidad sobre los estereotip­os negativos con los que la propaganda definía a los “otros”, sino también al nacionalis­mo que se basaba en esta identidad.

El pasaje de Ignatieff citado por Romeva se puede leer en El honor del guerrero (1998) del autor canadiense. En esta obra, Ignatieff se ocupa del uso que las élites gobernante­s de la extinta Yugoslavia hicieron del lenguaje y las ficciones para hacer crecer sus objetivos políticos regando los sentimient­os narcisista­s de las comunidade­s nacionales croata y serbia. Regar los sentimient­os narcisista­s resulta mucho más fácil que secarlos. En política, desecar los terrenos pantanosos siempre ha sido más difícil que empantanar. Y esto era tan cierto en la trágica situación del ex-Yugoslavia de entonces como en la incruenta de la Catalunya actual, donde el procés ha generado importante­s mutaciones en la manera en que los catalanes, unos de una manera y otros de otra, construyen su identidad y perciben la verdad de los hechos. Gestionar los productos de esta mutación también será una tarea compleja y delicada.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain