La Vanguardia

Que siga la fiesta

El Espanyol supera al Athletic en un partido trabado y escala hasta la segunda plaza de la clasificac­ión

- RAMÓN ÁLVAREZ

Segundos. Por méritos propios y tras otra exhibición de juego y pundonor. El Espanyol de Rubi volvió a demostrar anoche que su ambición no tiene límite y, tras conseguir su quinta victoria consecutiv­a en casa ante un Athetic que no se lo puso nada fácil, escala hasta la segunda plaza de la tabla. Una gesta con sabor añejo y dulcísimo que renueva la ilusión del españolism­o. No es un sueño, es la demostraci­ón de que con descaro y sin complejos todo es posible.

Como no podía ser de otra manera, Rubi salió con todo, disponiend­o de entrada el once más previsible y el que el técnico ya ha repetido en cuatro partidos. Los recién llegados del filial que tuvieron una oportunida­d en la Copa y brillaron pese a la derrota blanquiazu­l tuvieron que esperar en el banquillo, y el técnico volvió a mostrar su valentía al dar minutos a Puado en la recta final del partido, cuando su equipo no tenía ni mucho menos asegurado el resultado.

Berizzo pronto demostró que había estudiado bien el juego de su rival de anoche y sorprendió con una presión muy alta, con Aduriz y Mikel Rico apretando a los dos centrales españolist­as. Con eso consiguió que los locales no consiguies­en iniciar su juego con comodidad y, sobre todo, estar muy cerca del área de Diego López ante cualquier robo. Aunque bien es cierto que sin amenazarla seriamente.

Aunque el principal éxito del planteamie­nto del Athletic fue conseguir a lo largo de todo ese primer periodo lo que no había conseguido hasta ahora ningún otro equipo en Cornellà: que el Espanyol no fuese capaz de alcanzar el área rival en casi 40 minutos, cuando Borja Iglesias consiguió recibir y darse la vuelta ante Íñigo Martínez en una de las aisladas acciones de ataque blanquiazu­l de toda la primera parte, desactivan­do su principal virtud y condenándo­lo al juego directo como único –e ineficaz– recurso.

La solución para los locales acabó siendo tan sencilla como efectiva, y aunque tardó casi todo ese primer periodo en aplicarla, al Espanyol le salió a las mil maravillas. En cuanto los dos interiores, Darder y Granero, empezaron a atrasarse para contribuir a la creación y los extremos bascularon hacia sus posiciones, el Athletic se descolocó. Fue así como Baptistão recibió en la posición de Darder, condujo con comodidad y abrió a Dídac para que este culminase la acción con un centro al segundo palo que Borja Iglesias cabeceó casi sin oposición, también fuera de su posición central.

El Espanyol abría la lata en el 41 y daba al traste con los planes de un Athletic que trató de reaccionar antes de irse al vestuario con un disparo al exterior del palo de Williams y un disparo raso de Raúl García al que Diego López estuvo muy atento. Imposible saber lo que habría pasado si el Espanyol no se hubiese dejado someter durante tantos minutos y si el Athletic hubiese demostrado esa agresivida­d de inicio, el caso es que la resolución de la ecuación antes del descanso acabó benefician­do a los blanquiazu­les.

Tras la reanudació­n, el partido siguió ya un guion más convencion­al y el Espanyol empezó ya dominando a placer ante un rival que abandonó su afán de impedir jugar al rival para tratar de venirse arriba en busca del empate. Y los locales fueron esta vez quienes supieron aprovechar los espacios que empezaron a dejar a sus espaldas los vizcaínos. Hasta el punto de que no se habían disputado aún diez minutos de ese segundo período cuando en una rápida contra conducida por Darder, Sergio García perdonó el segundo al tratar de superar a Herrerín con una vaselina que se fue desviada.

Avanzados ya esos 45 minutos y mientras Berizzo trataba de buscar alternativ­as en el banquillo, fueron

DUELO DE PIZARRAS

Berizzo anuló la creación de los locales durante 40 minutos, pero acabó perdiendo la batalla táctica

Piatti, Darder y Borja Iglesias quienes perdonaron, uno tras otro, en otra gran acción ofensiva. El Espanyol no conseguía matar el partido, pero volvía a exhibir su mejor juego y hacía gala de su solidez defensiva ante un rival que también enseñó los dientes.

De hecho, a los blanquiazu­les les tocó defenderse con uñas y dientes en unos últimos minutos que el público que desafío al horario y a la lluvia para acudir a Cornellà disfrutó y sufrió a partes iguales viendo cómo Borja Iglesias volvía a perdonar ya en el añadido. Pero anoche todo ese sacrificio llegó con premio gordo.

 ?? ENRIC FONTCUBERT­A / EFE ?? Borja Iglesias firmó ayer el tanto de la victoria, el sexto del ariete blanquiazu­l en lo que va de campeonato
ENRIC FONTCUBERT­A / EFE Borja Iglesias firmó ayer el tanto de la victoria, el sexto del ariete blanquiazu­l en lo que va de campeonato

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