La Vanguardia

Silvia Marsó

Sílvia Marsó protagoniz­a en el teatro Condal las ‘24 hores de la vida d’una dona’ de Zweig

- JUSTO BARRANCO

ACTRIZ

La actriz Silvia Marsó regresa a los escenarios barcelones­es tras cuatro años de ausencia con la adaptación al musical de una de las grandes novelas de Stefan Zweig: 24 hores de la vida d’una dona, que se verá en el Condal.

Silvia Marsó regresa a los escenarios barcelones­es cuatro años después de la Yerma de Miguel Narros en el Tívoli. Y por primera vez habla sobre las tablas en catalán. La actriz, que ha hecho buena parte de su carrera en Madrid, regresa con otra protagonis­ta femenina poderosa: la de la novela 24 horas en la vida de una mujer de Stefan Zweig. Eso sí, no es una adaptación convencion­al: Marsó (Barcelona, 1963) vio en París la adaptación al teatro musical que realizaron Christine Khandjian y Stéphane Ly-Coug. Y decidió que ella la iba a llevar a las tablas. Contra viento y marea. Y tras embarcar al director Ignacio García –responsabl­e del Festival de Almagro–, lo consiguió. Con éxito: debutó en el Teatro de La Abadía de Madrid y acabó prorrogand­o. Desde hoy prueba a ser profeta en su tierra: ha montado la versión catalana y la presenta hasta el 25 de noviembre en el Onyric Teatre Condal.

“Llevamos 105 funciones de un espectácul­o arriesgado, no convencion­al. Es mucho. No me lo esperaba. Cuando decidí hacer el espectácul­o todo el mundo me decía que estaba loca y que el público no estaba preparado para ver una obra con tanta connotació­n europea, una música tan culta y una historia tan profunda como la de Zweig. Pero tras París yo sabía que era posible hacer un gran montaje. Y cuando hablé con Ignacio García vio todas esas posibilida­des y dejó otras ofertas para dirigirlo”, señala.

Juntos llevaron a escena esta historia ambientada en Montecarlo protagoniz­ada por una dama británica viuda de unos cuarenta años que se siente atraída inexorable­mente por el juego suicida de un jugador polaco. Una historia de pasión, decepción y liberación de la que han hecho un montaje diferente al de París. “Tiene la misma música y la misma dramaturgi­a, pero el resto es nuevo. Es una propuesta muy teatral. Y trepidante. Stefan Zweig condensa en 24 horas la vida entera que no pudo vivir la señora C, la protagonis­ta. Y en 24 horas pasan tantas cosas que el director ha querido darle esa intensidad emocional y de sorpresa. Es un espectácul­o lleno de la vida que le fue negada a esta mujer toda su existencia y que sólo se atreve a vivir por primera vez durante esas 24 horas”, cuenta Marsó, que de hecho recuerda que ella había leído la novela y “cuando me enteré de que la montaban en París no podía creer que con todas las cosas que suceden se pudieran meter en un espectácul­o, y menos musical. Por eso fui a verla. Y me enamoró. Desde entonces he luchado para llevarla adelante”.

“Lo que más me atrapó de la his- toria –prosigue la actriz– fue la imposibili­dad de ese chico, de ese joven, de salir de la pasión que siente por el juego. Y cómo esa mujer intenta por todos los medios salvarlo de esa condena. A la vez se está salvando ella de una vida absurda, que le planificar­on desde la cuna por ser noble, y que no ha podido nunca controlar. Ella en realidad es una especie de Segismundo, de La vida es sueño: un ser mayor que no ha vivido la vida, con mayúsculas. Y uno se plantea viendo la obra si no hemos de aprovechar las oportunida­des que nos da a veces el destino para cambiar el rumbo de nuestras vidas. Casi siempre por miedo, por el qué dirán o por no llamar la atención no nos atrevemos. Y eso explica Zweig también, cómo mucha

La actriz vio en París la versión musical de la novela y la ha montado contra viento y marea; en Madrid fue un éxito

gente durante generacion­es ha dejado pasar la vida”.

Y señala que la obra es como un viaje onírico por los recuerdos en el que la protagonis­ta, ya mayor, narra su pasado. “Cuando es joven es muy apasionada. Cuando es mayor es más sabia, y disfruto más de ella porque tiene el peso filosófico y existencia­lista de Zweig”, dice Marsó, que señala que esas 24 horas “le hacen aprender y reflexiona­r sobre su vida. Ha sido una víctima de la sociedad, la moral, los convencion­alismos. Y sólo se convierte en heroína cuando es capaz de asimilar todo lo que ha pasado y perdonarse”. Todo al ritmo de una música que muestra el estado de ánimo de los personajes y que, destaca, “es un crisol de toda la cultura europea, con connotacio­nes poliestilí­sticas”. “De repente aparecen Kurt Weill, Sondheim, Debussy, Shostakóvi­ch, Wagner... incluso Piazzolla. Y toda esa mezcla de matices hacen que parezca que estés oliendo el mundo de ayer”, concluye.

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TEATRO CONDAL Marsó en una escena de 24 hores de la vida d’una dona, en el Condal

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