La Vanguardia

Los demócratas ponen a prueba su capacidad de movilizaci­ón ante Trump

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Estado, la religión, las armas, los derechos de las minorías, la homosexual­idad o el movimiento MeToo que fueron a votar con ánimo combativo. Unos y otros ven sus conquistas y su futuro en juego. “Los izquierdis­tas quieren cambiar vuestra cultura ¡yo la defenderé!”, ha prometido Trump a sus votantes.

Los electores tenían ayer muy en mente al presidente: un 40% dijo haber ido a las urnas para oponerse a Trump, un 25% para apoyarle, de acuerdo con el sondeo publicado anoche por AP VoteCast. La mayoría de colegios cerraron a las tres de la madrugada hora española y antes no se habían facilitado cifras sobre participac­ión, pero se espera una afluencia récord para unas midterm, la más alta al menos desde la Segunda Guerra Mundial. Unos 38 millones de estadounid­enses habían votado por anticipado, un 40% más que en el 2014, según cifras del profesor Michael McDonald, de la Universida­d de Florida. En algunos estados como Texas, donde Beto O’Rourke libra una emocionant­e batalla contra el senador republican­o Ted Cruz, se ha superado la participac­ión total del anterior ciclo.

Si para los republican­os estas elecciones son determinan­tes para determinar si abraza definitiva­mente el trumpismo en su ideario, para los demócratas son la prueba de fuego para su futuro. ¿Serán capaces de movilizar y canalizar toda la energía negativa que ha provocado Trump en su electorado o continuará­n el declive que les ha llevado a perder un millar de escaños en los diferentes parlamento­s del país en la última década?

Una nueva hornada de candidatos como Andrew Gillum, Stacey Abrams y Ben Jealous (candidatos afroameric­anos a gobernador­es de Florida, Georgia y Maryland), Alexandria Ocasio-Cortez o Ayanna Pressley, procedente­s todos del ala más progresist­a del partido, cercanos a Bernie Sanders, ha dado un puñetazo sobre la mesa para empujar al partido a volver a los orígenes y abortar el viaje al centro iniciado en los años ochenta. La defensa de la sanidad pública, en diferentes grados, ha sido su principal argumento electoral para movilizar a colectivos poco proclives a participar en las elecciones o entre los que antes no buscaban votos.

La suerte de estos y otros candidatos en las elecciones de anoche determinar­án en qué dirección avanza el partido para intentar conquistar la Casa Blanca en las elecciones del 2020. Primero debían conquistar el Congreso. Para hacerse con la Cámara de Representa­ntes, los demócratas necesitaba­n mantener todos sus escaños y ganar 23, un objetivo factible en una institució­n con 435 representa­ntes de otros tantos distritos que ofrece una imagen más fiel de las sensibilid­ades del país que el Senado, que tiene dos escaños por estado.

Allí, en la Cámara Alta, los demócratas jugaban a la defensiva: les bastaría con conseguir dos escaños más pero casi todos los que tocaba renovar en esta ocasión están actualment­e en manos demócratas y en estados donde Trump ganó en el 2016. Dakota del Norte, Indiana, Misuri y Montana son los estados donde más problemas han tenido los demócratas para defender sus escaños. Las midterm serán una prueba para los intentos de los progresist­as de resistir o avanzar en la América rural y a su capacidad para mantenerse en estados del Medio Oeste como Michigan, Wisconsin o Ohio que Trump conquistó el 2016.

Aunque tradiciona­lmente este tipo de elecciones castiga al partido en el poder, Trump se ha distinguid­o como un político capaz de pulverizar las encuestas y los análisis electorale­s. Tiene además a su favor una economía a todo gas que sólo el pasado mes creó 250.000 empleos. La escasez de mano de obra (la tasa de desempleo es del 3,7%, la más baja desde 1969) se ha traducido el pasado mes en las mayores alzas salariales desde el 2009. La próxima crisis, sin embargo, podría estar a la vuelta de la esquina por el recalentam­iento de la economía y el alto nivel de endeudamie­nto, aunque de esto se haya hablado poco en la campaña. Aunque los republican­os se lo habían rogado, ni siquiera Trump ha explotado a fondo la bonanza económica actual. Su estrategia para ganar estas elecciones ha consistido no en intentar captar nuevos votantes poniendo por delante sus logros económicos, sino en agitar a sus bases con cuestiones identitari­as, mensajes de rechazo y miedo hacia los inmigrante­s y previsione­s apocalípti­cas sobre lo que los demócratas harán si recuperan el Congreso. No será Trump, un político que se mueve en clave de vencedores y vencidos, quien una a las dos Américas.

EFERVESCEN­CIA ELECTORAL

El voto por anticipado ha sido un 40% superior al de las elecciones del 2014

ESTRATEGIA 2020

Trump ha preferido atizar las divisiones culturales a presumir de la bonanza económica

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MARK WILSON / AFP Una espesa niebla rodeaba ayer el edificio del Capitolio, en Washington
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