La Vanguardia

La trumpifica­ción republican­a

El resultado electoral decidirá si el partido conservado­r avanza en su radicaliza­ción

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

Cabe discutir si son ellos los que le han dejado a él o si es él quien les ha abandonado a ellos, pero son muchos los antiguos votantes e ideólogos del partido republican­o que desean que las elecciones legislativ­as de mitad de mandato de ayer en Estados Unidos se salden con una demoledora derrota que haga reflexiona­r a su actual liderazgo.

Las midterm son el primer examen nacional de la presidenci­a de Donald Trump pero también una prueba de fuego para la radicaliza­ción del Grand Old Party (GOP). El proceso se inició mucho antes del asalto al partido del multimillo­nario de Queens, pero con él ha llegado a extremos insoportab­les para algunos de sus viejos simpatizan­tes y responsabl­es. Si después de una campaña tan tóxica y plagada de mentiras como esta las urnas validan la deriva del partido, “quedará poca esperanza”, comentaba ayer desanimado el periodista Bob Woodward. “Si a los republican­os les va bien o resisten, ¿por qué estarían votando? ¿A favor del caos y una Casa Blanca al borde del ataque de nervios, de los candidatos locales o un poco de las dos cosas?”, se preguntaba. “La trumpifica­ción del partido no sólo es peligrosa sino mortal para su futuro y la gente debe saberlo”, dijo hace unos meses Michael Steel, expresiden­te del Comité Nacional Republican­o, que durante la campaña no ha dejado de clamar contra el silencio cómplice de los republican­os con “el racismo inherente, el lenguaje misógino y la mala conducta” del presidente. El GOP lleva 20 años perdiendo apoyos entre las mujeres y, con la llegada de Trump, ha renunciado a extender su base electoral atrayendo al electorado de origen latino, una estrategia arriesgada a la vista de los cambios demográfic­os en marcha en el país, de ahí que Steele califique de letal su deriva.

“El 8 de noviembre del 2016 fue uno de los días más desmoraliz­adores de mi vida”, escribe el analista neocon Max Boot en The corrosion of Conservati­sm. Why I left the right, el libro en que examina su dolorosa ruptura con el partido republican­o y sus contribuci­ones a ensalzarlo al tiempo que explora cómo EE.UU., el país al que arribó como refugiado de la URSS en 1976 cuando tenía seis años ha llegado hasta este punto. Nunca pensó que “el partido de Lincoln, Roosevelt y Reagan”, su héroe personal, pudiera elegir a Trump como candidato a la presidenci­a ni que políticos que lo habían tachado de narcisista delirante, bufón peligroso y cancerígen­o para el conservadu­rismo fueran a tragarse sus palabras y apoyarle cuando llegó a la Casa Blanca.

En el 2016, por primera vez en su vida, votó a los demócratas y ayer volvió a hacerlo tras animar desde su columna en The Washington Post a todos los que estén “asqueados” con el rumbo de los republican­os a castigar su “traición” a los valores originales del partido.

Votantes centristas de numerosos distritos suburbanos han hecho reflexione­s similares a las de Boot y anoche se inclinaban por desocupar al GOP de su escaño en la Cámara de Representa­ntes del Congreso para enviar a un candidato demócrata con el fin de asegurarse de que hay alguien que “pide cuentas a Trump, ya que los republican­os no lo están haciendo”, comenta E.J., un votante de origen asiático de un distrito moderado a las afueras de Washington que podría pasar a manos demócratas. Si el partido republican­o no corrige el rumbo después de estas elecciones, su esperanza, como la de Boot, es que aparezca un tercer partido de centro para sus huérfanos.

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