La Vanguardia

Picasso en París

- Oriol Pi de Cabanyes

Acompañado de su amigo Carles Casagemas, Pablo Ruiz Picasso llegó a París, en tren, a mediados de octubre de 1900, a pocos días de cumplir 19 años. Hoy aquella estación de Orsay, convertida en gran museo, acoge una muestra auténticam­ente excepciona­l de obras del Picasso de entre 1900 y 1906, el de los períodos azul y rosa.

Los dos jóvenes pintores, que se han conocido en Els 4 Gats, la taberna de ambiente modernista en que Picasso ya ha enseñado sus primeros cuadros, comparten taller en la Barcelona de 1900. En una carta le dice Casagemas: “Ja ha vingut el senyor qu’esperavem. Ha estat una estona aquí, ha vist els quadros y es segur qu’ens en compra algun. Ara estem esperant la contestaci­ó y’ls diners, si es que n’ha comprat algun”.

La amistad de Picasso y Casagemas es crucial. En París comparten taller en Montmartre. Cuando Casagemas se dispara un tiro en la sien, el día 17 de febrero de 1901, Picasso está en Madrid. Y cuando, después de pasar por Barcelona, regresa a París, se instala en el taller del bulevar de Clichy en que Casagemas ha pasado los últimos días de su torturada existencia.

“Es pensando en que Casagemas estaba muerto que me puse a pintar en azul” –confesaba Picasso ya mayor a Pierre Daix. El azul es el color de la introspecc­ión y el análisis, el color frío de la meditación sobre el desamor, la soledad y la muerte. Antes de que el azul monopolice su paleta cromática, y como si necesitara exorcizar también su propia melancolía, pinta como un fauve Yo, Picasso, un autorretra­to que afirma ya desde su mismo título una personalid­ad excepciona­l.

Ahí está, agitanado, con ojos penetrante­s, a base de pinceladas espesas que recuerdan el toque de Van Gogh, aunque también debería advertirse en esta pieza el influjo de Goya. Pero es La vie, en clave simbolista sobre el drama de Casagemas, la obra más representa­tiva de esta etapa. Iniciada en París y terminada en Barcelona en mayo de 1903 y hoy propiedad del Cleveland Museum of Art, La vie es con Les demoiselle­s d’Avignon yel Gernika una de las obras más representa­tivas de toda la producción de Picasso.

Entre otras piezas de interés está también en esta gran exposición de París el retrato de Picasso ante La vie de su colega Sebastià Junyent, que le compró el cuadro. O los pequeños retratos a tinta sobre papel (propiedad del Metropolit­an de Nueva York) de Juli Vallmitjan­a, Rusiñol, Pujulà i Vallès, Casas y Anglada Camarasa. O las obras de Gòsol La toilette que ha viajado desde Buffalo (NY) o Les deux frères desde Basel.

Entre la Barcelona de 1900 y la Gòsol de 1906 está el gran Picasso anterior al cubismo, el Picasso del antiimpres­ionismo, del clasicismo, del mediterran­ismo. El Picasso que, como después podrá apreciarse en Tàpies –antes de adentrarse en la aventura de la deconstruc­ción de la figuración tradiciona­l– demuestra tener un dominio incontesta­ble del dibujo académico.

‘La vie’, sobre el drama de Casagemas, es la obra más representa­tiva de la etapa parisina

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