La Vanguardia

Jugar con el agua al cuello

El dueño del CF Reus, clave del ascenso de un histórico de Tercera, se ha quedado sin liquidez y lo ha dejado al límite del colapso

- ESTEVE GIRALT

Los aficionado­s del CF Reus Deportiu, club modesto acostumbra­do a la Tercera División y a la Segunda B en el mejor de los casos, están como quien despierta de un sueño. Sus futbolista­s no han cobrado la nómina de septiembre, cuatro jugadores clave siguen entrenando pero no pueden jugar por el límite salarial (incluido Isaac Cuenca) y hasta el césped del Estadi Municipal, en pésimas condicione­s, está pagando la maltrecha economía roig i negre, sin liquidez para pagar a los proveedore­s (900.000 euros de impagos).

Joan Oliver, ex director general del Barça de Laporta y propietari­o del Reus desde el 2014, busca a la desesperad­a un comprador o un inversor capaz de asumir la ampliación de capital (3 millones de euros) imprescind­ible para garantizar la superviven­cia en Segunda División. Si el dinero no llega antes de enero, cuando se abrirá el mercado de fichajes, el equipo no sólo se quedará sin poder inscribir a los cuatro futbolista­s en stand by (Cuenca, Yoda, Tito y Silva): si los jugadores llegan a acumular tres meses sin sueldo podrán desvincula­rse del club, lo que podría provocar una desbandada.

Con el club en el alambre, cada día surgen imprevisto­s. Los técnicos de la Liga inspeccion­aron el lunes durante toda la mañana el estado del terreno de juego, analizando al detalle el drenaje y tomando muestras de la tierra y el césped para observar el tamaño de las raíces. El club asegura que la revisión del campo estaba programada por la Liga, que no tienen nada que ver con las duras críticas de futbolista­s y técnicos tras el último partido en casa, este sábado. “Se ha demostrado que no está en condicione­s”, asegura Xavi Bartolo, el entrenador del Reus, que ha demostrado ser un fiel hombre de club.

El equipo, acostumbra­do a defender a partir de la posesión y a jugar el balón, se ha visto obligado a modificar su estilo en el Estadi, recurriend­o al pase largo y al balonazo. Ante el alud de dificultad­es, se ha pasado a la defensa de cinco. El bote del balón es irregular, el césped se levanta y los jugadores se sienten inestables, con riesgo de lesiones.

Un lastre que no tiene una solución a corto plazo, ya que fuentes conocedora­s del mantenimie­nto del terreno de juego explican que se ha actuado tarde. La deuda del CF Reus con Garden Tona, la empresa encargada, está en el origen del deterioro del campo. Aunque el club ya ha saldado los impagos y la empresa ha realizado en la última semana acciones de urgencia, la mejoría será lenta y parcial. La solución pasaría por cambiar el césped; seguirán los parches.

Con el CF Reus en preconcurs­o de acreedores para renegociar la deuda (cinco millones),

SITUACIÓN DESESPERAD­A Joan Oliver negocia la venta con sus futbolista­s sin cobrar y el césped sin cuidar por falta de recursos

SI HAY MILAGRO, SERÁ DE PELÍCULA En cuadro por el límite salarial y ante un alud de imprevisto­s, el equipo y los técnicos hacen piña

y pese al sinfín de adversidad­es, el equipo sigue fuera del descenso, aunque el margen es cada día más escaso: dos puntos. El cuerpo técnico y los futbolista­s, que se han unido como lo hacen las mejores familias, siguen convencido­s de que el milagro es posible. “Hemos pasado lo más difícil, el vestuario es extraordin­ario; es evidente que este equipo tira adelante, compite cada semana. Hasta que se abra la ventana de fichajes el grupo soportará sobre sus espaldas el club”, asegura Bartolo, trabajador incansable junto a un equipo técnico de nota, indispensa­ble para entender este admirable ejercicio de superviven­cia.

Para los 2.000 socios (una de las masas sociales más escasas de Segunda), el futuro de su club (1909) es incierto. Todos esperan que mueva pieza Oliver, sin lazos con Reus cuando en el 2014 aterrizó en el Baix Camp buscando un club saneado de la Segunda B para hacerlo crecer. Con su dinero, audacia y contactos, como la amistad con Jorge Mendes, el exejecutiv­o del Barça ha transforma­do la entidad en sólo cuatro años.

Su apuesta por el fútbol chino, con la compra incluso de un club pekinés en el 2017 (BIT FC) junto a Laporta, no ha dado los resultados esperados y ha originado parte de los graves problemas de liquidez. No ha ayudado tampoco la poca conexión entre el Reus y su territorio, con un estadio de 4.500 butacas que sólo se llena contra el Nàstic, y menos abonados de los esperados. Tampoco hay patrocinad­or en la camiseta ni ningún feeling con el Ayuntamien­to, propietari­o del campo.

El ascenso al fútbol profesiona­l, meteórico con Oliver, amenaza con acabar en tragedia. La tercera temporada seguida en Segunda, sin precedente­s en Reus, debía ser la de la consolidac­ión, con un bloque bien diseñado por Sergi Parés, director deportivo y parte vital del engranaje. Pese a los mazazos de todo tipo, técnicos y futbolista­s, pelearán hasta que el fútbol, o la economía, digan lo contrario.

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OLÍVIA MOLET / DIARI MÉS TensiónJoa­n Oliver, máximo accionista roig i negre, ha tenido que comparecer para dar explicacio­nes varias veces este inicio detemporad­a

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