Distopía escénica
Los británicos 1927 vuelven a Salt con su teatro expresionista en un cuento sobre la desigualdad
Los británicos 1927, Suzanne Andrade y Paul Barritt, regresan al festival Temporada Alta con The animals and children took to the streets, el montaje que los catapultó definitivamente a la fama, ambientado en un barrio profundamente desigual.
Les han comparado a Tim Burton y David Lynch, pero podrían también haberles situado en el mundo expresionista de la Alemania de entreguerras, cabarets incluidos, o en el del cine mudo de Buster Keaton y Chaplin: de hecho el nombre de esta compañía teatral es el año de la primera película sonora, El cantor de jazz. Son los británicos 1927, Suzanne Andrade y Paul Barritt, cuyo lenguaje, en el que los actores interactúan con fabulosas videoproyecciones, ya triunfó en el Liceu con una fascinante versión de la ópera La flauta mágica. Y ha conquistado al público de Temporada Alta con Golem. Y hoy y mañana los 1927 regresan a este festival –al teatro El Canal de Salt–con The animals and children took to the streets, el que fuera su segundo montaje y que les catapultó definitivamente a la fama. Un cuento negro, irónico, distópico, ambientado en un barrio, en un mundo, profundamente desigual, con disturbios por parte de bandas de niños y caos social.
Andrade cuenta que la obra nació de la unión de muchas ideas desparejas, como “la historia de un chico de ocho años hiperactivo, travieso, divertido e imaginativo que era tratado con Ritalín. Vi los fuertes efectos del medicamento en él”. “Y también nos inspiró ver la división que está teniendo lugar en el este de Londres y que ahora es realmente extrema entre ricos y pobres. Hay áreas de una completa segregación donde la élite vive una vida aparte de la otra gente mientras hay recortes de servicios esenciales para muchos. Todo eso creó el mundo de este montaje, al que además llega una mujer bienintencionada dulce y encantadora de clase media para hacer la vida del barrio pobre mejor animando a los niños a hacer artesanía”, prosigue la actriz.
Pero las cosas no mejorarán. Y habrá una revolución. “Los chicos de esta área deprimida miran alrededor a las zonas gentrificadas, ven lo que tienen y no entienden por qué ellos no pueden tenerlo. Así que comienzan una rebelión. Elegimos niños para rebelarse primero porque siempre están al albur de lo que los adultos decidan para ellos, y también porque el mundo que creamos como adultos tiene un impacto en ellos y no tienen voz para hablar de lo que querrían. Y además estábamos interesados en el grito inarticulado de rabia, de petición de ayuda, que podían representar estas bandas de niños, a los que dimos una canción muy brechtiana en su revuelta”, añade Andrade, que reconoce que es su montaje más político. “Por lo menos el único con una crítica en el Morning star, el diario socialista británico”, sonríe.
Un espectáculo que define como un cuento de hadas distópico con un tono “divertido y un poco oscuro y sucio”. Transcurre en un barrio lúgubre y con cucarachas, un espacio que representan con un lenguaje tecnológico mucho más simple del que utilizan ahora. “Esas técnicas parecen ahora viejas, encantadoras, artesanales. Todo parece más lento, como descubriendo lo que hacemos. Pero es que el programa de sonido tenía cuatro utilidades, los de después cientos. Entonces no teníamos dinero para comprar nada –suspira riendo– y, sin embargo, para muchos es nuestro mejor espectáculo”. Un montaje para el que crearon dos finales entre los que el público podía elegir, “el idealista y esperanzado y el realista. Pero querían siempre el idealista”. Lo eliminaron: “Decidimos que no valía que todo el mundo saliera como si todo estuviera atado, agradable y limpio, era más interesante dejarlo un poco hecho añicos y, con suerte, que la gente piense qué puede hacer para cambiar las cosas”.
“El este de Londres, en el que hay una división extrema entre ricos y pobres, inspiró el mundo del montaje”