Haz negocios, no la guerra
La última fase de la guerra civil siria –el asalto al baluarte rebelde de Idlib– es casi una lección magistral de lo que son las guerras en el tercer y segundo mundo: un rentabilísimo negocio enmarcado por la muerte.
No hace falta decir que la muerte la asumen los soldados rasos y la población civil, en tanto que las pingües transacciones son para los altos mandos del ejército regular y los jefes de las guerrillas y banderías rebeldes.
La mecánica de estos negocios es en esencia –siempre hay variantes locales– la misma. La población de los territorios disputados intenta mantener una vida relativamente normal al margen de la guerra, cultivando los campos, cuidando los rebaños y, lo más importante, vendiendo allende las fronteras sus productos e importando los bienes que necesita. Y para ello se establecen en las fronteras unas aduanas neutrales donde se llevan a cabo esas transacciones, previo pago de tributos a los jefes de las fuerzas en guerra.
El caso más conocido por mor de la marcha de las luchas es el de la localidad de Al Eis, al sur de Alepo. Dada la situación de Idlib –fronteriza con Turquía– Al Eis es más un puerto franco que una aduana neutral, pues no sólo se exportan los alimentos producidos allá, sino también bienes fabricados en Turquía (mayormente artículos de lujo) y se importa del territorio gubernamental gasolina, aceite pesado, drogas libanesas (que se suministran casi habitualmente a los guerrilleros cuando entran en combate) y tabaco.
El volumen de negocios en los días buenos ronda los 100.000 dólares diarios y es tan rentable que en Al Eis operan tanto los jefes militares de las fuerzas presentes como contrabandistas habituales que aceleran las transacciones. El buen funcionamiento de ese maridaje a tres se explica por el hecho de que las ganancias son enormes, ya que además de los altos precios que genera una guerra, las transacciones son leoninas. Porque las mercancías exportadas desde Siria se han de pagar en euros o dólares, mientras las exportaciones del campesinado idlibense se cobran en libras sirias, moneda en devaluación constante.
Pero el drama sirio no se acaba en ese cinismo mercantil de las aduanas neutrales; lo peor está por venir. Porque una vez restablecida la paz, hará falta reconstruir el país para que no se muera de hambre. Los economistas hablan de inversiones del orden de entre 300.000 y 400.000 millones de dólares. El Gobierno de Bashar el Asad, el más que probable vencedor, no los tiene, y sus aliados militares –Rusia, Irán y Turquía– tampoco disponen de excedentes financieros de tal magnitud. Con el agravante de que han dejado entrever en más de una ocasión que la ayuda a El Asad era para que ganase la guerra civil, no para que reconstruyera el país después de vencer.
Se calcula que reconstruir Siria una vez restablecida la paz costará alrededor de 300.000 millones de dólares