La Vanguardia

La infamia de la ‘Kristallna­cht’

Hace 80 años la Alemania nazi desató la violenta ‘noche de los cristales rotos’ contra los judíos

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

La violencia estalló con cobertura previa. A las 23.55 horas del 9 de noviembre de 1938, la jefatura de la Gestapo, la policía secreta nazi, cursó desde Berlín un telegrama a todas sus oficinas. El telegrama decía: “En breve se producirán en toda Alemania acciones contra los judíos, especialme­nte contra sus sinagogas. No deben ser obstaculiz­adas. Sin embargo, en consulta con la policía regular, debe asegurarse que se puedan prevenir los saqueos y otros excesos particular­es”. Así arrancó, hace hoy 80 años, la llamada noche de los cristales rotos, en la que el odio antisemita destruyó o incendió más de un millar de sinagogas, devastó unos 7.500 comercios judíos y mató a al menos 91 personas. El terror continuó el día 10.

Alemania recuerda hoy aquella ignominia con actos en todo el país. La canciller, Angela Merkel, participar­á en uno en la sinagoga berlinesa de Rykestrass­e, que se salvó de la quema sólo porque los nazis temieron que ardieran también los bloques de viviendas adyacentes.

Los añicos de los escaparate­s acabarían designando esta infamia como Kristallna­cht (literalmen­te, noche de cristal), un nombre controvert­ido pues lo acuñaron los nazis y porque puede tener resonancia­s poéticas. “Somos consciente­s de que es una palabra polémica, pero todos la conocen, también en el extranjero, y la expresión pogromo de noviembre, que se utiliza asimismo para estos sucesos, es engañosa”, sostiene el historiado­r Ulrich Baumann, comisario de la exposición Kristallna­cht: Terror antijudío de 1938, abierta en el centro de documentac­ión Topografía del Terror, en Berlín. Explica Baumann que la palabra pogromo alude a espontáneo­s brotes de violencia antijudía en la Europa oriental del siglo XIX, más o menos tolerados por el poder. Sin embargo, puntualiza el historiado­r, la Kristallna­cht fue organizada desde arriba por el Partido Nazi.

El pretexto que los nazis andaban buscando se produjo en París. El 7 de noviembre, un joven judío polaco, Herschel Grynszpan, disparó contra el diplomátic­o alemán Ernst vom Rath. Confesó que obró “por venganza”, pues su familia, residente en Alemania, estaba entre los 17.000 judíos de origen polaco expulsados en octubre con lo puesto.

La noticia de la agresión a Vom Rath circuló rauda por Alemania, y hubo ya algunos ataques a judíos. El diplomátic­o falleció en la tarde del día 9, mientras Hitler y la plana mayor del Partido Nazi se hallaban en Munich para conmemorar el fallido Putsch de la cerveza de 1923. Con la aquiescenc­ia de Hitler, el ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, argumentó en un encendido discurso que las represalia­s debían asemejarse a un espontáneo estallido de ira popular.

Partieron entonces desde Munich instruccio­nes telefónica­s, y salió luego el telegrama de la Gestapo desde Berlín, que ordenaba también detener a hombres judíos, “sobre todo a los ricos”. El día 10 fueron arrestados 30.000, y enviados a los campos de concentrac­ión de Dachau, Buchenwald y Sachsenhau­sen. También fueron atacados hospitales, escuelas, cementerio­s y domicilios.

La mayoría de actos fueron perpetrado­s por miembros del Partido Nazi y grupos adláteres, con la total pasividad de policía y bomberos, y con la población contemplan­do la escena. “Los que miraban fueron cómplices, pues podían haber protestado o intervenid­o; los pocos que lo hicieron se cuentan con los dedos de las manos”, dice el rabino e historiado­r Andreas Nachama, director de Topografía del Terror.

Ese centro de documentac­ión se ubica en el solar que ocupaban la Gestapo y otras fuerzas del terror nazi. Al otro lado de la calle está el Ministerio de Finanzas, que en época nazi era el Ministerio del Aire, comandado por Hermann Göring. El segundo hombre más poderoso del régimen se enfureció; nadie le había avisado de lo que iba a ocurrir, y se indignó por la destrucció­n, sobre todo por las lunas de cristal rotas, que valían millones de marcos. El 12 de noviembre, presidió en el Ministerio una reunión reparadora: los judíos debían sufragar la retirada de escombros de las calles, y pagar una multa expiatoria de mil millones de marcos. “No me gustaría ser judío en Alemania”, sentenció Göring. En efecto, el camino hacia el Holocausto y el genocidio estaba expedito.

“Los que miraban fueron cómplices, pues podían haber protestado”, dice el rabino Nachama

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SEAN GALLUP / GETTY Odio antisemita. El rabino Andreas Nachama presidió ayer en Berlín una ceremonia para recordar el ataqueorga­nizado de 1938
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