Controlar a Trump
LOS resultados de las elecciones parciales del martes en Estados Unidos sugieren que, a pesar de que el presidente Donald Trump ha conseguido mantener activado al electorado que le llevó a la Casa Blanca, sin embargo, le esperan dos años de final de mandato repletos de obstáculos. El notable triunfo de los demócratas en la Cámara de Representantes permitirá a la oposición estrechar el cerco al presidente en aquellos asuntos que más le preocupan: la investigación del llamado Rusiagate y la entrega de sus declaraciones de impuestos a efectos de publicación.
Que se trata de dos cuestiones que pueden amargarle la segunda parte de su mandato lo demuestra el mal humor presidencial tras los resultados del martes, a pesar de que los calificó de “triunfo histórico” por haber ampliado su mayoría en el Senado. La primera rueda de prensa de Trump se convirtió en otro espectáculo desagradable al enfrentarse con un periodista de la CNN, al que se negó a responder a preguntas sobre sus relaciones con Moscú, para después insultarle y retirarle finalmente la acreditación para acceder a la Casa Blanca.
Al mismo tiempo, Trump forzó la renuncia del secretario de Justicia, Jeff Sessions, al que acusa de no haberle protegido en la investigación abierta por la Fiscalía especial. Sessions se apartó voluntaria y honestamente del caso, lo que el presidente interpretó como una traición. El nuevo secretario de Justicia será Matthew Whitaker, trumpista leal que considera que el fiscal especial ha ido “demasiado lejos”. Trump, consciente de que le esperan dos años difíciles, no se ha mordido la lengua y amenaza a los demócratas con abrir investigaciones en su contra en el Senado.
La nueva mayoría demócrata en la Cámara Baja abre la posibilidad de un cambio de escenario político. En los dos primeros años de mandato de Trump, su labor opositora ha sido más moral que efectiva. A partir de ahora, podrá investigar a fondo en diversas cuestiones que afectan a la polémica actuación de Trump, especialmente en el periodo electoral, así como a sus comportamientos empresariales, sobre los que se han levantado numerosos interrogantes. De ahí que la publicación de los documentos fiscales, que el presidente se niega a entregar “porque la gente no entendería mi declaración fiscal”, puede dañar su figura, especialmente entre las clases medias urbanas que, el pasado martes, ya le dieron la espalda.
Pero los demócratas también deberán ser prudentes en su presión al presidente. Descartado casi por completo un impeachment de Trump, debido a su mayoría en el Senado, la oposición deberá calibrar bien sus políticas de desgaste. Los resultados del pasado martes dibujan un país dividido en dos, entre demócratas y republicanos, población urbana y rural, mestizaje cultural y supremacismo blanco, en un equilibrio inestable con ligera ventaja para los primeros. No está claro que si se aprietan demasiado las tuercas al presidente sea beneficioso para quienes pretenden reconquistar la Casa Blanca dentro de dos años. Ahondar en la división puede actuar de bumerán. Por lo tanto, el Partido Demócrata debería ser riguroso y prudente al mismo tiempo. Si se quiere frenar la polarización –que beneficia más a los republicanos– habrá que contar con la figura demócrata de Nancy Pelosi, que probablemente volverá a presidir la Cámara de Representantes, tras demostrar su capacidad de usar un tono conciliador y, al mismo tiempo, controlar con eficacia la actuación presidencial.
Serán dos años de mandato de Trump que habrá que seguir de cerca. No sólo Estados Unidos, sino todo el mundo está en juego.