Salander, Lisbeth Salander
Millennium: Lo que no te mata te hace más fuerte Dirección: Fede Álvarez
Intérpretes: Claire Foy, Sverrir Gudnason, Lakeith Stanfiled, Sylvia Hoeks
Prod.: Reino Unido-EE.UU.Alemania-Suecia-Canadá, 2018. Dur.: 117 min. Thriller
Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander, como Tarzán, James Bond o ahora mismo Pepe Carvalho, son personajes llamados a sobrevivir a sus autores reclutando a legiones de guionistas o a nuevos escritores: Carlos Zanón en el caso del detective de origen gallego o David Lagercranzt en el del periodista y la hacker creados por Stieg Larsson. De Lagercranzt es la novela en la que se inspira esta nueva película cuyo propósito, salta a la vista, es el de poner el reloj a cero en la franquicia
Millennium y, tras la trilogía europea y el remake americano de su primer título a cargo de David Fincher (más una serie de televisión), darle un giro espectacular. Que el director elegido sea un cineasta tan a las antípodas de Fincher es ya toda una declaración de principios: el uruguayo Fede Álvarez, autor de la nueva y personalísima versión del
Evil dead de Sam Raimi y de un filme de terror de cámara tan exquisitamente concebido y fabricado como No respires.
La operación, en fin, consiste en convertir Millennium en una saga en el radio de acción (esa es la palabra clave: acción) de la serie de Bond, James Bond. No es Blomkvist, sin embargo, sujeto tirando a pasivo, el héroe, sino Salander, Lisbeth Salander, heroína intrépida con licencia para hackear y puntuales rasgos de superheroína: montada en su impresionante moto rugiente o en un coche futurista más bien parece el Caballero Oscuro de Nolan. Tuneada así la saga, la película de Álvarez, robusta y dinámica, se nos ofrece como un tebeo la mar de entretenido con escenas de acción para el recuerdo: la del rescate del niño en el puente, tras haber casi literalmente resucitado Salander, o la muy tensa y bien orquestada del aeropuerto. El sabor bondiano se acentúa encima con un toque de Skyfall: en el tramo final, Salander regresa, como 007 allí, al hogar de su infancia, a purgar su prolongado trauma, que conocemos gracias al contundente, excelente prólogo, y en ese espacio tenebroso se remata la fiesta con otra brillante secuencia de acción. Señalemos la notable partitura del murciano Roque Baños.