Un banquillo con cara y ojos
Una vieja máxima del fútbol establece que los buenos equipos ganan con los titulares pero asustan con la fotografía de los suplentes en el banquillo. Hace dos temporadas, el Real Madrid ganó la Liga y la Copa de Europa con una mezcla perfecta de jugadores. Era tan buena la segunda unidad –término baloncestístico que hizo furor en el fútbol aquel año– como el equipo titular. De hecho, se produjo una rara paradójica: a la hinchada le gustaba más el fútbol de los suplentes. Desde entonces, el Real Madrid ha perdido más empaque en el banco que en el campo. Por orden de posición, perdió a Danilo, Pepe, James y Morata, entre otros jugadores más que contrastados. Su banco actual no impresiona a nadie, un problema más que relevante entre los muchos que tiene el equipo. El Barça, que ha atravesado dos temporadas de penuria con los suplentes, por fin ha hecho los deberes. Los últimos partidos representan con nitidez la importancia de unos fichajes que empiezan a ofrecer buenas garantías.
Un dato pasó inadvertido en la goleada del Barça en el clásico: la amplia presencia de jugadores fichados en los dos últimos años –Lenglet, Arthur y Coutinho entre los titulares, además de Semedo, Dembélé y Arturo Vidal, que ingresaron en el segundo tiempo– frente al intrascendente peso de los recientes fichajes del Real Madrid. Sólo uno, Courtois, figuró entre los titulares. Mariano, cuarto delantero del equipo hace dos temporadas, apareció en los últimos minutos. No jugaron Odriozola, Ceballos y Marcos Llorente. Tampoco se vistió el jovencísimo Vinicius, el fichaje más caro del Real Madrid desde el 2014. Otros dos jóvenes, Mayoral y Theo (30 millones de euros hace dos veranos) están cedidos.
Es misterioso el comportamiento del Real Madrid en el mercado. De patrón absoluto –“el Madrid no compra promesas, las espera hasta que ganan el Balón de Oro”, mantra del Florentino Pérez durante buena parte de su mandato– a una política de inversión en jóvenes que algunos catalogan de abandonista. El Barça sabe muy bien lo que representa una plantilla descompensada, donde los titulares no encuentran competidores y el equipo acusa esta debilidad. Hasta la temporada actual, la última gran hornada de adquisiciones la integraron Ter Stegen, Rakitic y Luis Suárez, tres jugadores que dejarán huella en la edad dorada del Barça, detalle más que significativo de su éxito.
La siguiente remesa, con André Gomes, Paco Alcácer y Denis Suárez a la cabeza, no funcionó. Los tres perdieron crédito. O les superó la magnitud del Barça, o no estaban hechos para las peculiares características del equipo, o su talento no les alcanzaba para jugar. Su influencia fue tan escasa que el equipo se obligó a exprimirse más de lo razonable. La pérdida de fiabilidad se constató fundamentalmente en la Liga de Campeones, donde la profundidad de banquillo resulta decisiva en las rondas finales del torneo.
Aunque la contribución de Coutinho y Dembélé, los dos jugadores más caros en la historia del Barça, no les distingue como figuras, la plantilla parece mucho mejor armada. El equipo comienza a aprovechar los recursos que faltaron después del triplete en el 2015. Lenglet se ha instalado como un central competente, Arthur juega como si fuera de la casa, Arturo Vidal ofrece la típica versatilidad y espíritu de combate que se aprecia mejor que nunca en los finales de temporada. Malcom, que tenía todos los billetes para convertirse en el patito feo de la temporada, marcó un excelente gol frente al Inter y apunta maneras para disputarle el puesto a Dembélé, un jugador que recuerda a muchos de los ingobernables futbolistas que pasaban por el Barça en los años 70 y 80 sin entender lo que significaba el club y lo que exige la profesionalidad. Es el único foco desestabilizador en un equipo que ahora dispone de un banquillo que funciona de verdad.
En temporadas anteriores el equipo titular del Barcelona se obligó a exprimirse más de lo razonable
Malcom, que tenía todos los billetes para convertirse en el patito feo de la temporada, apunta maneras