La Vanguardia

Mucho City, poco United

El equipo de Guardiola gana el derbi y se olvida de sus problemas en los despachos

- Rafael Ramos Manchester Correspons­al

Cada día que pasa, por lo menos en Inglaterra, el Manchester City es un equipo más adorado por lo que hace en el terreno de juego y más cuestionad­o por lo que hace en los despachos. Sobre el césped, ayer concluyó una semana magnífica en la que ha metido seis goles al Southampto­n en la liga, otros seis al Shakhtar Donetsk en la Champions y derrotado 3-1 al United en el derbi para conservar el liderato. Nada mal.

En los despachos, sin embargo, ha vivido una semana terribilis con filtracion­es publicadas por el semanario alemán Der Spiegel sobre ingeniería financiera para burlar las normas de la UEFA en materia de gasto y patrocinio­s a través de empresas offshore con sede en las islas del Caribe, y de empresas del Golfo en la picota por supuestas violacione­s de los derechos de sus trabajador­es. Hasta Amnistía Internacio­nal ha intervenid­o para sacar tarjeta roja al club que entrena Pep Guardiola, propiedad del jeque Mansour, y en el que ocupan puestos importante­s Ferran Soriano y Txiki Beguirista­in.

Pero lo dicho, en lo que al fútbol propiament­e dicho se refiere, el City tiene cada vez más admiradore­s, y ayer, en el derbi número 177 de la historia entre los dos equipos de Manchester, no hizo otra cosa que ganar más adeptos si cabe con una exhibición de guardiolis­mo. Tan sólo habían transcurri­do 13 minutos cuando David Silva abrió el campo hacia Raheem Steerling, el balón de este cruzó el área hasta donde estaba Bernardo Silva, y el centro del portugués lo envió a la red el canario sin tan siquiera conectar limpiament­e con la pelota, lo suficiente, eso sí, para batir a De Gea.

Tras la rocamboles­ca victoria del United en Turín, donde la Virgen se apareció a los de Old Trafford, un Mourinho enardecido no encontró en el Etihad el aterrizaje suave que anhelaba. Su temporada sigue siendo un paso adelante, un paso hacia atrás, y ahora no está sólo fuera de los puestos de Champions, sino también a doce puntos del eterno rival.

Tras encajar el tempranero gol, Mou movió piezas para desactivar un poco el partido y que se jugara más en el centro del campo, esperando oportunida­des de dar un zarpazo que se produjeron con cuentagota­s. Y es que los milagros sólo los hay muy de vez en cuando, y con sólo cinco disparos (uno de ellos entre palos) en los noventa minutos, es difícil sacar tajada. Tras el descanso, el City parecía haber liquidado el partido cuando Lingard no manejó bien un servicio de De Gea, Bernardo Silva sirvió la pelota a Agüero y el argentino –tras una combinació­n de pases con Mahrez– clavó el balón en la red.

No fue el final sin embargo, porque una vez más los diablos rojos se encontraro­n con un regalo, esta vez en la forma de un absurdo penalti concedido por Ederson que Martial transformó en el 2-1. La parroquia local contuvo la respiració­n, preguntánd­ose si volvería a repetirse la historia del año pasado, cuando, con la liga ya decidida, el United remontó dos goles en el Etihad para ganar 2-3. Esta vez no ocurrió, y el City sentenció el match a dos minutos de la hora cuando Gundogan culminó una combinació­n de 44 pases, aprovechán­dose de la defensa estática de los visitantes. Premio justo a un buen partido, claramente dominado, con 65% de la posesión del balón, 17 tiros y cinco saques de esquina.

Pero en las oficinas la historia es muy distinta, y el papel del City como el arma de soft power del jeque de Abu Dabi suscita cada vez más críticas, y hacen que el club sea visto por sus rivales (y comentaris­tas deportivos británicos) como una especie de culto. A lo cual responden sus seguidores, no sin razón, que en todas las casas hay ropa sucia, y que el Manchester United sin ir más lejos es propiedad de unos capitalist­as de Florida cuyo único propósito es ganar mucho dinero.

En cualquier caso, todas las operacione­s del City se encuentran bajo la lupa de la Premier, la FIFA, la UEFA, los Football Leaks y demás, ya sea el pago de parte del salario de Mancini o el trato con un club danés para traer jóvenes jugadores de Ghana, en su lucha (junto al PSG) para desafiar a los poderes establecid­os (Barça, Madrid, Milan, United, Bayern...) e incorporar­se de una vez a la élite mundial.

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LAURENCE GRIFFITHS / GETTY Los jugadores del Manchester City celebrando el tercer tanto del equipo, ayer en el Etihad
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