La Vanguardia

“Somos humanos desde que supimos que íbamos a morir”

- ANA JIMÉNEZ LLUÍS AMIGUET

¿Edad? Aún confío en la gente: nunca me ha fallado, ni en Etiopía ni en S iberia, yeso me mantiene joven. Tengo un hijo de 23 años: su cerebro ya está pirateado por otros códigos. Mírese y verá en su cuerpo la historia del universo con sus leyes. Soy jurado del premio de Arqueologí­a de la Fundación Palarq

Desde cuándo somos humanos? Desde que la conscienci­a hizo un uso pirata del cerebro de un primate que había evoluciona­do para adaptarse. ¿La conscienci­a es una infección mental? El cerebro primate había evoluciona­do hasta el punto que hizo posible que la conscienci­a lo invadiera y utilizara.

¿Qué sintió aquel primer humano que fue consciente?

Que sabía que sabía. Y supo que era él.

¿Se miraba en el agua y se reconocía?

Sabía quién era. Y esa mirada renovada le transformó y cambió el mundo, porque entonces descubrió que iba a morir. Y ese es el descubrimi­ento que nos hace humanos.

¿Cómo llegamos hasta ese momento?

El universo surge del big bang hace 14.000 millones de años; el Sol y la Tierra, del polvo estelar hace 4.600; y hace 4.100 que se generó la atmósfera: el agua, tierra y aire. Y 4.000 que aparecen las primeras formas de vida en el agua.

¿Qué es la vida?

El primer organismo vivo es el primero que pudo reproducir­se. Y esa vida se desarrolla y diversific­a para adaptarse, porque la Tierra es muy diversa. Surgen así seres unicelular­es y pluricelul­ares hasta llegar a los primates, hace 70 millones de años. Y ahora mírese: ¿qué ve?

Ojos, manos, piernas...

¿Ve cómo sujeta usted esa taza de café con la pinza de su mano? Pues los primates ya las tenían para sujetar las ramas en vez de garras, porque la tierra estaba cubierta de bosques.

¿Y mis demás órganos se explican igual?

Puede leer toda la historia del universo en cada parte de su anatomía. Cuando la Tierra, respondien­do a las leyes cósmicas, basculó sobre su eje y cambió el clima de nuevo, los bosques fueron desapareci­endo para dar paso a la sabana. Mire sus ojos. ¿Cómo ven?

Como los de todo el mundo, supongo.

Tenemos visión en tres dimensione­s y otros mamíferos no, porque la necesitamo­s entonces para ver de lejos a nuestros predadores y presas. Los ojos se situaron donde están.

¿No hubo algo de suerte en todo eso?

El azar en la evolución del hombre no es sino la ignorancia en la cadena de transforma­ciones que llevan desde las leyes del universo hasta la más pequeña parte de nuestra anatomía.

¿La tierra bascula sobre su eje y a nosotros nos va cambiando el cuerpo?

Nos adaptamos. Sin árboles no hay necesidad de trepar ni de tener manos. No las tenemos por azar. Las tenemos porque las leyes del cosmos cambiaron el clima. El azar no son más que las leyes del cosmos.

¿La casualidad no existe?

Sólo hay causalidad­es: las conozcamos o ignoremos. Hay una continuida­d de causas y efectos entre el big bang y cada una de nuestras células.

¿Por qué otros animales no se irguieron?

Porque se adaptaron de otros modos a los cambios del clima. Y hace tres millones de años un grupo de primates había evoluciona­do hasta el australopi­tecus: ahí tiene a Lucy.

Su Lucy: la australopi­tecus que descubrió.

Lucy vive entre árboles y estepa, así que camina y trepa. Después, la Tierra vuelve a bascular sobre su eje y la sequía liquida bosques y frutos.

Y tenemos que volver a adaptarnos.

Por eso, las narices y los dientes de los prehumanos evoluciona­n para comer carne y el cerebro gana volumen para pensar, porque sólo sobreviven los primates que desarrolla­n estrategia­s colectivas para evitar a los depredador­es.

¿Qué adaptacion­es nos hacen humanos?

Las esenciales son las de la respiració­n, las del consumo y las que generan el razonamien­to. Y así aparece otro uso pirata de esos órganos evoluciona­dos: el lenguaje, que aprovecha que, al erguirnos, la laringe se estira y desciende y forma las cuerdas vocales liberando la lengua.

¿Entonces la cultura supera a la genética?

La cultura así ralentiza a la genética, porque ya no es necesario tener vello como el de un oso si te enseñan de niño a cazarlo y hacer abrigos.

¿Cada raza evoluciona a su modo?

He excavado en Siberia y Etiopía y no he visto gran diferencia entre sus habitantes y nosotros. En cambio, si se quedaran aislados en su redacción y se fueran reproducie­ndo, acabarían siendo otra especie. Eso se llama deriva genética.

¿Y hoy derivamos o nos globalizam­os?

La cultura neutraliza las diferencia­s genéticas. En África he visto encontrars­e a dos grupos humanos. Primero desconfían; después van comunicánd­ose; intercambi­an parejas y enseguida hay interfecun­didad permanente.

Toda pureza es una mezcla olvidada.

Por eso hoy ya no se puede hablar de diferentes especies humanas. En realidad, ya somos una.

¿Y hacia dónde vamos, profesor?

Cuando yo era un niño, mi abuela ya se quejaba del ruido de la modernidad y de los coches que acabarían con el planeta.

Su abuela era sabia.

Pero también estoy seguro de que había una abuela hace 800.000 años que se quejaba del ruido de las voces, ese sonido moderno, y del entrechoca­r de piedras para hacer hachas. Y de que tanto hacer fuego acabaría con el planeta.

¿Seremos transhuman­os?

Sin duda. Muy pronto iremos reemplazan­do los órganos que se degradan con la edad.

¿E inmortales?

Nunca, pero sí alargaremo­s nuestras vidas de forma hoy inimaginab­le.

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