Los temas del día
La huelga masiva de jueces y fiscales, y la protesta en Francia de los llamados chalecos amarillos contra el presidente Emmanuel Macron.
LA protesta de los chalecos amarillos en Francia se mantuvo ayer activa por tercer día consecutivo con cortes de carreteras, principalmente autopistas, y de accesos a los depósitos de carburantes, en más de 350 puntos de la geografía francesa. El balance de las masivas acciones del fin de semana, en las que participaron más de 300.000 personas en todo el país, se había saldado con una manifestante muerta –por atropello–, más de cuatrocientos heridos, catorce de ellos graves, y casi trescientos detenidos, ya que las fuerzas del orden tenían el mandato de actuar para garantizar la movilidad. Pese a las movilizaciones, el Gobierno francés se mantiene firme en su decisión de aplicar la ecotasa que grava las emisiones contaminantes de los automóviles y que ha sido la gota que colma el vaso del malestar de una parte de la población por una situación económica y social que no mejora como se esperaba, especialmente entre las clases populares y medias.
El movimiento de los chalecos amarillos –la prenda fluorescente que por seguridad es obligatorio llevar en los vehículos– empezó de manera espontánea hace varias semanas a través de las redes sociales, sin ninguna organización que aparentemente la liderase, y ha crecido de forma exponencial hasta que este pasado fin de semana ha cristalizado en protestas generalizadas. Ponerse el chaleco y cortar las carreteras, los peajes de las autopistas y los puntos de abastecimiento ha sido una reacción de muchos ciudadanos, no precisamente jóvenes, que se han coordinado vía internet y teléfono móvil. Lo sucedido estos días constituye un fenómeno social nuevo en la Francia de las protestas que no se sabe qué evolución podrá tener.
Mientras el presidente Macron asume un creciente y más activo liderazgo europeo, se encuentra también con problemas crecientes en el interior del país, ya que sus políticas para transformar y modernizar Francia no son compartidas por el conjunto de la sociedad. La protesta espontánea de los chalecos amarillos, y su especial virulencia, supone una clara expresión del malestar popular contra su política. Es significativo que en la mayoría de manifestaciones de los chalecos amarillos se cante el grito de “Macron dimisión”.
La popularidad del presidente francés –antes de este fin de semana– había caído ya cuatro puntos, hasta situarse en tan sólo un 25% de respaldo ciudadano. La evolución de las protestas puede afectar decisivamente a las perspectivas del partido del presidente, La República en Marcha (LREM), en las elecciones europeas de la próxima primavera, lo que marcaría una tendencia muy negativa para el resto del mandato.