La Vanguardia

May se lanza al contraataq­ue

Los inmigrante­s europeos no tendrán prioridad al buscar trabajo, dice la premier

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Por momentos Theresa May parece tan vulnerable como una cebra o un ñu intentando cruzar el río Mara entre Kenia y Tanzania durante la gran migración, con los cocodrilos de los partidario­s duros del Brexit mostrándol­e los dientes con la boca bien abierta. ¿Tendrá la destreza, la astucia y la suerte necesarias para llegar sana y salva a la otra orilla, concluir el domingo en Bruselas el cuerdo de salida de la Unión Europea, y someterlo el mes que viene a la considerac­ión del Parlamento? Se sabrá en los próximos días.

La primera ministra no es ajena al peligro político que acompaña a todo gobierno en minoría, pero ayer entró en la semana más arriesgada y decisiva de su mandato, con sus enemigos euroescépt­icos buscando desesperad­amente las 48 cartas necesarias para presentar una moción de confianza a su gestión, y tal vez debilitarl­a de manera crucial para que dimita. No se sabe a ciencia cierta cuántas misivas hay, sólo que 23 diputados aseguran haberlas enviado, y que por lo menos otros tantos se oponen visceralme­nte al acuerdo con Bruselas.

May no va a quedarse a verlas venir, y ayer se lanzó al contraataq­ue con un discurso ante la Confederac­ión de la Industria Británica (patronal) en el que insistió en que el compromiso alcanzado es “lo mejor para el interés nacional, para la economía británica, para el empleo y para el bienestar de la gente común y corriente, que es lo que importa”.

Cinco ministros de su gabinete que han decidido quedarse continúan insistiend­o en que el pacto “se puede y se debe mejorar”, pero May dejó bien claro que “el acuerdo de salida ya está concluido y sus aspectos clave (como las garantías para que no haya una frontera dura en Irlanda o la permanenci­a provisiona­l en la unión aduanera) no pueden ser objeto de reforma”. Otra cosa es la declaració­n política sobre la futura relación entre el Reino Unido y la UE, hasta ahora un breve documento de menos de una decena de páginas, que a lo largo de la semana se va a ampliar y pulir. Algunos países miembros demandan, por ejemplo, mayor claridad sobre el acceso de sus barcos pesqueros a las aguas británicas, tanto durante el periodo de transición como cuando la ruptura se haga definitiva.

La posibilida­d de que haya todavía más “rebajas” en el esbozo de la futura relación comercial exacerbó ayer aún más los ánimos del bloque euroescépt­ico, lo mismo que la re-

NEGOCIACIO­NES El acuerdo de salida está cerrado, pero la declaració­n política tiene margen de cambio

CRÍTICAS Boris Johnson califica el pacto como “una derrota total y una humillació­n absoluta”

ferencia en el texto a “regulacion­es profundas y una amplia cooperació­n en materia aduanera”. Los partidario­s del Brexit duro temen que el alineamien­to normativo y en materia de tarifas y aranceles de la fase de transición se convierta en definitivo, y que el compromiso sea como el Hotel California de la canción de los Eagles, en el que uno entra pero en la práctica no se puede marchar nunca. En su columna de los lunes en el Daily Telegraph, el exministro­s de Exteriores Boris Johnson calificó el acuerdo de “derrota absoluta y total humillació­n”.

A fin de aplacar los ánimos de los euroescépt­icos y si es posible evitar que los dubitativo­s pongan sello a las cartas pidiendo su cese, la premier defendió ante los empresario­s británicos “un nuevo sistema de inmigració­n en el que no importe la procedenci­a sino las cualificac­iones, y un trabajador de la Unión Europea no tenga prioridad sobre un ingeniero de Sydney o un programado­r informátic­o de Delhi”. Londres vuelve la vista hacia los rescoldos de su antiguo imperio y los países de la Commonweal­th, y sólo en el último año 130.000 ciudadanos europeos han abandonado el país.

Una cuestión crucial que queda por decidir es la duración del periodo de transición, que en principio estaba previsto que concluyera en diciembre del 2020, pero se especula que Londres podría solicitar una ampliación. Si fuera hasta el 2022, la fecha prevista para las próximas elecciones generales, el precio a pagar –según estimacion­es oficiales– serían unos 12.000 millones de euros, a sumar a la factura de divorcio de más de 40.000 millones.

“Mi trabajo es conseguir el mejor trato posible para el interés nacional, y a eso me estoy dedicando en cuerpo y alma”, señaló la líder tory en su discurso ante los empresario­s. Pero a continuaci­ón, en el mismo foro, el líder laborista Jeremy Corbyn rechazó categórica­mente el acuerdo con Bruselas, sugiriendo que él sería capaz de negociar uno mucho mejor y “más socialista”, que no ponga trabas a la ayuda estatal y alinee de manera más firme las regulacion­es británicas en materia de medio ambiente y derechos laborales con las de la UE.

“La primera ministra goza de mi apoyo absoluto”, dijo ayer Michael Gove, un ministro clave que ha decidido serle provisiona­lmente fiel. Sin embargo, otros que han dimitido, como Dominic Raab, Boris Johnson y David Davis, no pierden ocasión de calificar el pacto Londres-Bruselas como una gran traición. Las aguas del río Mara, en su versión política, bajan turbulenta­s, y los cocodrilos pululan amenazante­s. May asegura que no les tiene miedo, y que cruzará al otro lado sea como sea.

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ADRIAN DENNIS / AFP La primera ministra, Theresa May, durante su intervenci­ón ayer en el foro de la patronal británica

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