El rey Salman promete al mundo una Arabia Saudí estable y moderada
El monarca elogia al sistema de justicia sin mencionar a Jamal Khashoggi
El rey Salman bin Abdulaziz de Arabia Saudí no dio ayer ninguna sorpresa en su discurso anual ante el Consejo de la Shura, un remedo de parlamento consultivo en esta monarquía absolutista. Televisado y sin duda más que nunca dirigido al mundo exterior, si acaso trataba de enviar un mensaje: no importa lo ocurrido, el país permanece estable y en la línea de “moderación” y “tolerancia” (todo ello según sus propios cánones) que siempre lo ha caracterizado.
El anciano monarca (82 años y con mala salud, se comenta) no hizo mención alguna del asesinato de Jamal Khashoggi. No se esperaba que lo hiciera, aunque algún observador puede considerar que un breve elogio al sistema de justicia saudí era una alusión indirecta al caso. Hay que recordar que la Fiscalía saudí anunció la semana pasada que pedirá la pena de muerte para cinco de once implicados en el asesinato del periodista en el consulado de Estambul. No se han hecho públicos los nombres de los imputados pero no son desconocidos: el ministro de Exteriores de Alemania, Heiko Maas, anunció ayer que 18 saudíes tienen vetado el acceso al espacio Schengen, y al Reino Unido también. No cabe esperar que esté entre ellos el príncipe heredero, Mohamed bin Salman, para casi todo el mundo responsable de la muerte de Khashoggi.
El discurso real fue breve y cabía prestar atención a dos cosas: el petróleo y el príncipe. Según el rey, Arabia Saudí, los países de la OPEP y los que no son miembros “trabajamos para mantener la estabilidad de los mercados del petróleo para proteger a los productores y los consumidores”. Los planes saudíes para la OPEP marcan una reducción de la producción hacia final de año, una maniobra debida a un descenso del consumo –a decir de los expertos– y no a una guerra lanzada por un Mohamed bin Salman resentido, tal como airearon medios saudíes, ante la presión internacional por el caso Khashoggi.
En cuanto al príncipe, el rey se refirió a la llamada visión 2030 de modernización del país y dijo que ha pedido a su hijo que se centre en el desarrollo de recursos humanos y en “preparar a la nueva generación”. Esto se puede interpretar –sin ser algo nuevo, ya que forma parte de los planes de Bin Salman– como una indicación de que el hombre fuerte del país ya no lo es tanto y tendrá que contar más con el criterio del consejo de familia. En este sentido, el regreso a Arabia Saudí el 30 de octubre, en plena crisis, del hermano del rey, Amhed bin Abdulaziz (ambos son los únicos que quedan del clan de los Sudairis dentro de la casa de Saud) parece un factor decisivo.
Por lo demás, el rey Salman se refirió a los asuntos internacionales de siempre y de la manera tradicional, sin las invectivas y la agresividad que ha caracterizado al príncipe Bin Salman. La causa palestina es una prioridad “hasta que los palestinos obtengan sus derechos”. Se trata de una mención obligada, pero esta vez con las circunstancias cambiadas. A pesar de las buenas relaciones entre Arabia Saudí e Israel, el gobierno de Beniamín Netanyahu ha pactado con Qatar para la supervivencia de la franja de Gaza. El bloqueo al emirato del canal Al Yazira por los saudíes ha acabado en fiasco y el propio Mohamed bin Salman tuvo palabras de reconocimiento para Qatar en la cumbre financiera de Riad que se celebró a la sombra del caso Khashoggi.
Naturalmente, Irán es el gran enemigo que desestabiliza la región, insistió el rey, mientras que la guerra de Yemen no ha sido algo elegido por Arabia Saudí sino algo sobrevenido (aunque fue Bin Salman, como ministro de Defensa, quien lanzó la ofensiva en el 2015) y por supuesto el reino desea una solución política –a través de unas negociaciones de paz en Suecia– para esta tragedia, lo mismo que para la guerra de Siria.
El rey se limita a decir del príncipe heredero que se centra en “preparar a la nueva generación” saudí