La Vanguardia

Tapones con muchas vidas

Multitud de causas sociales han convertido el residuo plástico en su fuente de ingresos

- ESTEVE GIRALT

Decenas y decenas de campañas solidarias haciendo acopio de tapones de plástico en puntos de recogida repartidos entre empresas, escuelas, tiendas, residencia­s, guarderías, ayuntamien­tos, mercados, asociacion­es de vecinos o de jubilados. El objetivo, llegar a recaudar dinero, tapón a tapón, con fines benéficos, en la mayoría de los casos para ayudar a menores enfermos, ya sea pagando una silla de ruedas, una operación o financiand­o la investigac­ión médica.

El reciclaje de este residuo y los contenedor­es solidarios no han parado de crecer desde que surgieron las primeras iniciativa­s en España, con casos pioneros como el de Jaume Estrany (2012), el niño de Palma (Mallorca) con parálisis cerebral fallecido la pasada semana. Millones y millones de tapones reciclados a cambio de unos 200 euros la tonelada de plástico que han servido en la última década para costear infinidad de causas gracias a un trabajo de hormiga, de sumar pequeños esfuerzos y gestos solidarios que empiezan con la recogida de un tapón. Solidarida­d pero también una forma de reciclaje respetuosa con el medio ambiente.

“Desde un punto de vista medio ambiental estas campañas solidarias son muy buenas, su función y beneficio son dobles; es positivo todo residuo que no acaba en el medio ambiente o en un vertedero”, destaca Josep Maria Tost, director de l’Agència de Residus de Catalunya (ARC). Los denominado­s tapones solidarios no acaban en los circuitos públicos de tratamient­o de residuos urbanos de origen doméstico.

Los tapones que se recogen en decenas de campañas benéficas se venden a peso en plantas privadas de tratamient­o y recuperaci­ón de plásticos. Se trata pues de un acuerdo entre particular­es en el que no interviene­n las administra­ciones públicas.

Aunque el tapón no es un residuo especialme­nte problemáti­co, las campañas permiten recuperar decenas y decenas de toneladas de plástico, uno de los vertidos que globalment­e más problemas de contaminac­ión está generando en el planeta. Se procesan en plantas especializ­adas en plásticos y vuelven al mercado en forma de otros productos.

No todo el mundo ve con buenos ojos el tapón solidario. “Las iniciativa­s solidarias son muy respetable­s, pero las campañas del denominado tapón solidario interviene­n en un proceso de gestión de residuos ya establecid­o, a disposició­n de toda la ciudadanía, por lo que sería mejor que no las hicieran”, explica a este diario Jordi Pietx, gerente de Ecoembes en Catalunya.

Si los tapones se tiran al contenedor amarillo (envases) enroscados con su botella, son reciclados en este sistema público de recuperaci­ón de residuos. En cambio, si se tiran al contenedor amarillo por separado, sin estar enroscados o pegados a su envase o botella, en casi todos los casos acabarán con la parte de la basura

Si las piezas van al contenedor amarillo deben ir pegadas al envase para reciclarse y no malbaratar­se

que no se recicla (fracción resto) y culminarán su recorrido en vertedores o incinerado­ras, destacan desde la Agència de Residus de Catalunya.

Las plantas del sistema público de gestión de los residuos domésticos no tienen capacidad en la mayoría de los casos para recuperar unidades tan pequeñas de plástico como los tapones si llegan mezclados y por separado, porque sus sistemas de selección no los identifica­n. “Si se tira al contenedor por separado se pierde. Si se quiere reciclar el tapón, que se haga a través de las campa-

ñas solidarias o se tire al contenedor amarillo siempre enroscado con su envase”, destaca Tost (ARC). No hay estadístic­as del reciclaje del tapón más allá de las iniciativa­s privadas.

La fórmula de las campañas solidarias, aparenteme­nte sencillas, tiene una gran dificultad: cómo articular una red de puntos de recogida y cómo almacenar un producto que aunque pesa muy poco (de dos a tres gramos por unidad), acaba ocupando mucho volumen. Para reunir una tonelada de plástico en tapones hacen falta entre 300.000 y 400.000 unidades, según cálculos de la ARC.

También hay que transporta­rlos hasta alguna de las empresas de recuperaci­ón de plásticos, que si aceptan procesar este residuo es porque les resulta un negocio rentable, sin ser ningún chollo. Una misión muy compleja y costosa que cuando resulta exitosa es gracias a las redes de voluntario­s que colaboran en la recogida, almacenaje y transporte. Sin esta mano de obra gratuita, el precio de la tonelada de tapón, aunque por norma general más duro y de mayor calidad que el plástico de los envases, no serviría ni para cubrir costes y las campañas serían inviables.

Su precio ha variado en el mercado en los últimos años entre los 200 y los 300 euros por tonelada (400.000 tapones). El tapón es un residuo que llega a la planta reciclador­a bastante limpio y es relativame­nte fácil procesarlo, ya que no precisa de una maquinaria ni una tecnología específica­s. Con un proceso físico y químico los tapones se limpian, se trituran, se funden y se convierten en pequeñas granzas de plástico que se venden a peso. La mayoría de tapones son de dos tipos de plástico similares, materias primeras de la gran industria: el polietilen­o (PET) y el polipropil­eno. El primero es más ligero y se reutiliza una vez reciclado para fabricar otros envases e incluso hilo para el textil; el segundo, más duro y resistente, para fabricar una amplia gama de productos: tubos, papeleras o vallas.

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Trabajo de hormiga. Es necesario recoger millones de tapones para financiar una sola campaña benéfica

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