La Vanguardia

Para quién son las aceras

- Modest Guinjoan Economista

La evolución en las pautas de consumo y la aparición de nuevos productos y servicios afectan de considerab­lemente espacios donde coincidimo­s a diario la inmensa mayoría de lectores: las aceras. A caballo entre el concepto de bien público y de bien compartido, en muchas de ellas se ha traspasado el umbral de la definición convencion­al. Dice el diccionari­o que la acera es la parte lateral de una vía urbana, en general más alta que la calzada, destinada al paso de la gente que va a pie. En paseos y ramblas, la encontramo­s en la parte central de la vía, con la misma función. Son propiedad de todos, y su uso también, pero un poco menos.

¿En la práctica, qué hallamos en exceso en las aceras? Aparte de elementos de mobiliario urbano (jardineras, bancos, árboles...), que son de agradecer, encontramo­s, de manera estable, motos aparcadas y terrazas de bares y restaurant­es. Cerca de casa, hay dos bares en dos calles que ocupan 5 metros de anchura de una acera que tiene 7 y 9, respectiva­mente, es decir el 55% y el 71% del espacio por donde podrían pasar los peatones. En algunas calles más turísticas, también encontramo­s ocupacione­s esporádica­s de casi toda la acera por parte de manteros, que crean pasillos minúsculos por donde la gente tiene dificultad de no pisar la sábana de exposición de producto. Y al final, también nos encontramo­s cada dos por tres vehículos de propulsión humana o bien eléctrica circulante por la acera, y que algunas veces pasan entre los peatones a velocidade­s considerab­les.

Un espacio público destinado al paso de la gente que va a pie, es ahora un espacio multifunci­onal: privativo para explotar negocios, de aparcamien­to y de circulació­n. Sobre la explotació­n privada, convengamo­s que hay necesidade­s y que, pagando como

Quizás se tendrían que bajar los impuestos a quienes caminan por las aceras y subirlos a los nuevos usuarios

se paga, se acepta socialment­e, pero quizás habría que aplicar mejor el sentido de las proporcion­es, de lo contrario en vez de en una calle los peatones andaremos por el interior de las terrazas. Sobre la ocupación de aceras por los manteros, se acumulan tantos despropósi­tos que requeriría un artículo específico. Ocupar la acera como zona de aparcamien­to obliga a habilitar espacios para las motos; los ayuntamien­tos son libres de hacer pagar para aparcar como ya hacen con los coches, no entraré, pero hay un problema. La circulació­n por las aceras es sencillame­nte inadmisibl­e, más aún cuando las prohibicio­nes legales existentes, al menos en Barcelona, parecen papel mojado. Un día alguien será dañado y quizás entonces se reaccione como es debido.

O en nuestras ciudades utilizamos las aceras para lo que estaban pensadas originaria­mente, o bien se llega a un acuerdo en el sentido de que lo que antes era un espacio público para caminar, tiene otras funciones prioritari­as. Si es eso último, que bajen los impuestos a los peatones, y que este coste para el erario público se cargue a los nuevos usuarios. ¡Ah! y de paso que se cambie la definición de acera del diccionari­o.

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