Sánchez se fue con la silla a Cuba
EN 32 años, ningún presidente español ha pisado la Habana en visita oficial. Es imprescindible esta concreción, porque José María Aznar estuvo en 1999 acompañando al rey, con motivo de la Cumbre Iberoamericana. Aznar, que había presionado a la UE para condicionar la aportación comunitaria al respeto de los derechos humanos, no fue especialmente bienvenido a la isla. Fidel Castro puso en evidencia su antipatía hacía el presidente español, que contrastaba con el afecto que el comandante dispensó a Juan Carlos de Borbón. En este viaje fui testigo de un hecho insólito: Aznar sacándose la chaqueta en la calle durante su visita a La Habana Vieja. Sus colaboradores hicieron lo mismo para que no se evidenciara el desaire al monarca, que fue el único que permaneció con la americana puesta. No solo Castro quiso marcar territorio.
Pedro Sánchez ha querido poner a Cuba en su agenda, porque en los últimos años España ha perdido protagonismo político y económico en la isla. Se han escapado oportunidades como la gestión del aeropuerto de la capital, cuyo concurso ganaron los franceses. Pero lo más preocupante es que no ha habido una política clara con respecto a este país caribeño, aunque el ministro García-Margallo lo intentó. Sánchez, que tiene una agenda internacional como la de Phileas Fogg, ha querido priorizar Cuba y lo ha hecho con un detalle curioso: ha viajado en avión con la silla del general Maceo en la bodega. Maceo es un héroe de la independencia de Cuba, que murió en una emboscada de las tropas españolas. La silla, hecha de tronco de palmera, lleva grabadas sus iniciales y una estrella de la revolución. En ella descansaba entre combate y combate. Llegó a España como botín de guerra y estuvo en poder del general Valeriano Weyler, cuyos herederos la legaron en 1931 a la ciudad de Palma.
Sánchez la cederá al cronista de
La Habana para que la exponga.
Un gesto de amistad con voluntad de reencuentro.