La Vanguardia

Revuelta feminista

- Clara Sanchis Mira

Clara Sanchis Mira escribe: “La desobedien­cia en las calles de Teherán resiste y desborda las prohibicio­nes del régimen, que no puede poner muros al mar. Cada vez más jóvenes iraníes se quitan el velo, y cantan, aunque se jueguen la vida. La revolución de las mujeres parece imparable en el mundo entero. Y hoy, cuando decimos mujeres podemos empezar a usar un femenino inclusivo que ya abraza a muchos hombres”.

Existe un mundo donde está prohibido cantar. Está a la vuelta de la esquina, pero hay que hacer un esfuerzo casi imposible para imaginarse ahí. Tú no puedes cantar. Es difícil escuchar una voz diciendo algo así. Está prohibido que cantes. Cierra la boca. Más difícil aún resulta imaginar cómo puede maquinarse semejante idea. Hay que ser un sibarita de la censura para prohibir algo tan delicado. Un perfeccion­ista de las prohibicio­nes que se siente dueño de un poder ilimitado, que ha prohibido ya tantas cosas que puede rizar el rizo con esta filigrana. Las mujeres, además de todo lo demás, que tampoco canten.

Nos lo recordaba –porque esto ya lo sabíamos y se nos había vuelto a olvidar– el portavoz de la Asociación Iraní Pro Derechos humanos en España, en los Cines Golem de Madrid. En el acto reivindica­tivo que tuvo lugar el pasado lunes, en el pre estreno de la película Tres caras, de Jafar Panahi. El cuarto film que el cineasta iraní produce y dirige en la clandestin­idad, condenado por “conspiraci­ón y propaganda” a no hacer cine, ni viajar al extranjero durante 20 años. La cultura es una trinchera contra el oscurantis­mo, nos recordaba también el portavoz. Las mujeres arriesgan su vida, dijo, pero siguen cantando.

Panahi sigue haciendo cine, rodando a escondidas en las montañas de Irán. Él no sale de viaje, pero sus películas sí. Tres caras denuncia la situación de las mujeres en Irán, a través de una historia de actrices. Es cine dentro del cine, hilado con un humor sutil que estremece y alienta. La censura, y la necesidad de denunciarl­a –en lo que podría ser una obsesión inevitable, de fertilidad artística limitada por la rabia– no empañan la personalid­ad del cineasta

Panahi rueda a escondidas en las montañas de Irán; las mujeres arriesgan su vida pero siguen cantando

que, a pesar de todo, es capaz de divertirno­s con el surrealism­o hiperreali­sta del mundo cerril que le ha tocado vivir. Pero la historia de estas actrices, Marziyeh Rezai, Behnaz Jafari y Shahrzad, de tres generacion­es, provoca un extrañamie­nto en el sentido del tiempo. Como si pudiera avanzar hacia atrás, en un mundo al revés donde las mujeres tienen ahora menos libertad que hace cuarenta años. La Campaña #DerechosRe­versibles de Volando Vengo Transforma­ción Social nos recuerda que “como en Irán, los derechos pueden ser reversible­s en cualquier sociedad”. Una alerta que nos concierne aquí y ahora.

Con todo, mientras las féminas de EE.UU. reaccionan al machismo de su presidente, y se empoderan en el Congreso, la desobedien­cia en las calles de Teherán resiste y desborda las prohibicio­nes del régimen, que no puede poner muros al mar. Cada vez más jóvenes iraníes se quitan el velo, y cantan, aunque se jueguen la vida. La revolución de las mujeres parece imparable en el mundo entero. Y hoy, cuando decimos mujeres podemos empezar a usar un femenino inclusivo que ya abraza a muchos hombres.

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