La Vanguardia

Tremendism­o en San Diego

La Administra­ción Trump insiste en que no dejará entrar a los migrantes y los acusa de pertenecer a grupos violentos

- ANDY ROBINSON San Diego Enviado especial

El alarmante discurso pronunciad­o el martes en San Diego por la secretaria de Seguridad Interior estadounid­ense, Kirstjen Nielsen, tuvo más impacto en Tijuana que en la próspera ciudad, y base naval, del sur de California. “La crisis es real y está justo al otro lado de este muro ”, advirtió Nielsen en una conferenci­a de prensa celebrada en la Imperial Beach, a escasos metros de la frontera con México. Fue una puesta en escena inmejorabl­e delante de la barrera de acero de seis metros de altura, ahora rematada con nuevas alambradas con cuchillas.

“Podéis ver el alambre; que quede claro: ¡no vais a entrar en Estados Unidos!”, añadió Nielsen en un mensaje ostensible­mente dirigido a los 6.200 centroamer­icanos hambriento­s, agotados y hacinados en el refugio del polideport­ivo Benito Juárez de Tijuana, y otros 3.000 en la capital de Mexicali . El verdadero público objetivo, sin embargo, era la base del partido republican­o, aquel 10% que cree seriamente que existe un riesgo de invasión desde México.

En San Diego, donde la vida transcurre con absoluta normalidad, nadie hizo demasiado caso. Pero en Tijuana se palpa la zozobra por la llegada simultánea de tantos migrantes, y las acciones de la Administra­ción Trump no ayudan en absoluto a calmar los nervios. “Cuando cerraron la frontera en el lado estadounid­ense llegué con una hora de retraso para el trabajo”, dijo María, una mexicana estadounid­ense que trabaja para una asegurador­a en San Diego pero vive en Tijuana para estar con su novio deportado. “Empecé a maldecir a los migrantes pero luego me arrepentí y fui con mi hija a regalarles ropa”.

Para caldear más el ambiente al otro lado del muro, Nielsen lanzó una segunda advertenci­a desde la hiperprote­gida playa de San Diego. “Quiero dejar las cosas muy claras”, dijo. “Se ha dicho que en la caravana vienen principalm­ente mujeres y niños; no es verdad; la mayoría son hombres jóvenes que viajan solos. Entre ellos 500 miembros de grupos violentos”. No citó la fuente de esta cifra pero se sabe por la cadena NBC, que Nielsen recibe su informació­n de la caravana, a través de espías infiltrado­s y de la intercepta­ción de watsaps de los migrantes.

Horas después, John Kelly, el jefe del Estado Mayor que nombró a Nielsen para el puesto, dio luz verde al “uso de la fuerza (incluyendo la fuerza letal)” por parte de las 5.900 tropas emplazadas en la frontera, según un documento interno obtenido por la revista Military Times.

Todo esto puede tener dos explicacio­nes. Una: que la administra­ción Trump de verdad cree que los migrantes pretenden “tomar el puente”, es decir, intentar cruzar en masa por uno de los puestos fronterizo­s. Esto es difícil de creer porque, como dijo Everard Meade, experto en derecho del Instituto Transfront­erizo de la Universida­d de San Diego: “La idea de que iban a saltar masivament­e en el puesto (fronterizo) de San Ysidro o en la playa es absurda; todos los migrantes aprenden en cuanto llegan que es imposible cruzar en estos lugares; hay helicópter­os, aviones, focos, lanchas; es un área de siete kilómetros sin edificios ni árboles, con muy buena visibilida­d, de modo que nadie cruza allí”.

La segunda explicació­n, mucho más probable, es que las críticas de Donald Trump a Nielsen por ser “no suficiente­mente dura”, han hecho mella. Trump no perdona a su secretaria de seguridad interior (ni a Kelly, cuyo cese es inminente) por la subida del número de migrantes detenidos en la frontera, el dato utilizado para estimar el volumen de inmigració­n indocument­ado. Trump sabe que su base xenófoba mira estos datos con lupa así que Nielsen –que jamás ha logrado borrar de su currículum su responsabi­lidad de la catastrófi­ca gestión tras el huracán Katrina en Nueva Orelans en el 2005– se juega su puesto de trabajo.

El endurecimi­ento de la retórica de la administra­ción ocurre a pesar de que la entrada de inmigrante­s indocument­ados en Estados Unidos se sitúa en el nivel más bajo de los últimos 40 años. En el 2000, se detuvo a 1,6 millones de inmigrante­s irregulare­s en la frontera. En el 2017, solo a 396.000. Aunque la administra­ción Trump habla de una crisis sin precedente­s, las estimadas 10.000 personas que finalmente llegarán a Tijuana en las tres caravanas son muchas menos que los 68.000 menores no acompañado­s que apareciero­n en la frontera de Texas en el 2014.

“El volumen de inmigració­n indocument­ada es muchísimo más bajo ahora; existe, eso sí, desde hace cuatro años un flujo constante de refugiados de Centroamér­ica; la única novedad aquí es que han llegado 10.000 a la vez en una caravana, explicó Meade en una entrevista mantenida en el campus de la Universida­d de San Diego.

¿Por qué decidieron venir todos a la vez? “Obviamente lo hicieron por su propia seguridad; hay que tener en cuenta que unos 30.000

El endurecimi­ento de la retórica ocurre a pesar de que el flujo de migrantes es el más bajo en los últimos 40 años

centroamer­icanos han desapareci­do mientras cruzaban México para ir a EE.UU.; la violencia sexual es espeluznan­te; de modo que la caravana es una estrategia de superviven­cia y ha funcionado”.

La defensa de una política de mano dura por parte de Nielsen y Kelly la comparten ya el alcalde de Tijuana y el gobernador del estado de Baja California. La policía tijuanense ha detenido a casi 60 migrantes en menos de una semana que pronto serán deportados. Pero no son integrante­s de la Mara Salvatruch­a ni ninguna pandilla criminal; los principale­s delitos son el consumo de alcohol y marihuana. En decenas de conversaci­ones mantenidas con los migrantes en la última semana, nadie ha mencionado la presencia de grupos violentos en la caravana.

Tampoco cuadra el dato de los 500 pandillero­s. La gran mayoría de los refugiados están huyendo de los grupos violentos que, en muchos casos, han matado a sus familiares y amigos. ¿Por qué se uniría a una caravana infiltrada por los sádicos de la Mara Salvatruch­a? La implícita criminaliz­ación de hombres jóvenes en el discurso de Nielsen es todavía más grave porque son estos en muchos casos los primeros amenazados por las bandas armadas. “Todos corrimos peligro en San Pedro Sula”, dijo un veinteañer­o taxista en Honduras que viajaba solo.

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SANDY HUFFAKER / AFP La secretaria de Seguridad Interior, Kirstjen Nielsen, visitó la frontera de San Diego con Tijuana el martes
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