La Vanguardia

La erótica de la mentira

- Joan-Pere Viladecans J.-P. VILADECANS, pintor

Casi que lamentamos que una noticia falsa, una maledicenc­ia o un rumor no sean ciertos. Tendencia natural de la especie: experiment­amos placer y satisfacci­ón –o encontramo­s divertidas– con las maldades representa­das en cualquier medio. Incluso, reconocien­do que no son verdad, nos encantaría que lo fueran. Somos así.

Noticias ideadas, desinforma­ción deliberada, infundios, descalific­aciones, secretos aireados. Una nube tóxica a la que todos contribuim­os a ampliar. Los rumores, multiplicá­ndose, se convierten en verdades alternativ­as. Dudas razonables. Susurros perversos. A base de reproducci­ones, la novelería del bulo va cogiendo fuerza. Cada uno de nosotros, como en la antigua tradición oral, vamos añadiendo algo. Un detalle, un matiz. Una aseveració­n con pliego de veracidad y de aportación personal tipo: “yo he visto…”, “sé de buena tinta que…”. El aparenteme­nte inofensivo “dicen” es el inicio de la demagogia, de la calumnia y del escarnio al otro. El “calumnia que algo queda” es un clásico de nuestras abuelas y del refranero popular. Cultura de patio de vecindad. Chafardeo de rellano. En épocas pasadas sus efectos eran demoledore­s. Ahora también. En la caja negra de los sentimient­os y emociones, vicios y maldades humanas, el ejercicio de calumniar está siempre dispuesto. ¿No están las fake news fundamenta­das en las imperfecci­ones de la moral humana? ¿Y en la perversida­d de la política? ¿O en el “humano demasiado humano”? La propaganda sustituyen­do a la verdad. La calumnia que tiende a hacerse realidad aunque sin fundamento, comprobaci­ón ni veracidad. El envenenami­ento y fanatizaci­ón de la opinión pública con fines espurios.

“Difama que algo queda” es la expresión secular recogida por Francis Bacon en 1625. Ya entonces: nada nuevo. Probableme­nte al pintor de Altamira ya le difamaron los de su misma tribu. Las noticias falsas sobre una biografía o un colectivo, parecen atraernos más que la verdad. La verdad es aburrida. Plana. ¿La erótica de la mentira? ¿La pornografí­a de lanzar infundios a la atmósfera? ¿El gozo por la intoxicaci­ón?

El asunto de los medios informativ­os si no va acompañado de una sólida formación cultural y, por lo tanto de criterio, por parte de receptores y usuarios y de profesiona­les independie­ntes y rigurosos, que los hay, tiene mal pronóstico. Y más en tiempos convulsos ¿Y cuáles no lo son?

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