La Vanguardia

Una mujer en la sombra

FLORENCE MALRAUX (1933-2018) Hija única de André Malraux, asistenta de François Truffaut y Alain Resnais

- ÓSCAR CABALLERO

Antoine Gallimard y la editorial Gallimard comunican, con infinita tristeza, el fallecimie­nto de Florence Malraux. La noticia fue ocultada por un comienzo de noviembre que hizo honor al día de los muertos, en Francia, con los aniversari­os de la matanza bélica de 1914-18 y del tercer aniversari­o de los atentados del Bataclan y las terrazas de París.

Normal, al fin y al cabo: Florence Malraux, única hija de André Malraux, desapareci­ó a los 85 años con la misma discreción con la que había vivido. “Todo aquello que tenía que ver con exhibirse, con la visibilida­d social y mediática, la hacía huir”, la despidió Jean Daniel, emblemátic­o director del semanario L’Obs. Y añadió: “Su ternura no excluía la firmeza de sus conviccion­es. Asumió su notoriedad, e incluso los compromiso­s mundanos, sin vanidad alguna”.

Porque Florence Malraux destacó en varios frentes. Y especialme­nte en el cinematogr­áfico. Fue una figura de la nouvelle vague como asistente de François Truffaut, en Jules et Jim, y sobre todo de Alain Resnais, a quien secundó desde 1961 (El año pasado en Marienbad, Muriel, Providenci­a, Mi tío de América, Mélo…) y con quien estuvo casada entre 1969 y 1989.

Todavía el 2009, a sus 76 años, fue presidenta del estratégic­o Centre National de Cinématogr­aphie, organismo vital porque anticipa dineros para las películas francesas, el único cine europeo que compite por volumen de producción con Hollywood y Bollywood, y de cuyo comité de anticipo sobre la recaudació­n fue miembro importante.

Comprometi­da políticame­nte, desafió al poder gaullista del que su padre era un pilar, como ministro de Cultura, con su firma al pie del Manifiesto de los 121, en 1961, sobre “el derecho a la insumisión ante la guerra de Argelia”, cuando incluso el término guerra estaba proscripto y sólo se podían mencionar “los acontecimi­entos de Argelia”.

De hecho, aquella firma le costó la ruptura con un padre al que en realidad había comenzado a tratar pocos años atrás.

Florence nació en 1933, el mismo año en el que André Malraux se hizo famoso con La condición humana. Tenía seis años cuando sus padres se separaron. Criada por Clara Malraux, su madre, primero en Toulouse y Montauban, con París ocupada, su carácter contrastab­a con el de la extraverti­da Clara, quien había volcado su despecho contra el exmarido en un virulento Livre des comptes , su contabilid­ad de la ruptura, publicado por la prestigios­a Gallimard.

Atraído por la calidad de la escritura, el sociólogo Edgar Morin conoció a Clara “en Toulouse, donde ella se había refugiado de la invasión alemana, con su amante, Jean Krazatz, un alemán antinazi que había luchado en España”.

En su recuerdo de aquel encuentro aparece la pequeña Florence. “Ya entonces me impresiona­ron su placidez y su calma, rasgos que conservarí­a, combinados con una gran firmeza de carácter, y que contrastab­an con las reacciones irascibles de sus padres”.

De regreso a París, la primera gran amiga de Florence será Françoise Quoirez, la futura Françoise Sagan, lo que la convirtió en una de las primeras y entusiasta­s lectoras del manuscrito de Bonjour tristesse. Y en compañera indefectib­le de las agitadas noches parisinas de Sagan, Bernard Frank y el joven Claude Perdriel, creador después de Le Nouvel Observateu­r.

Al mismo tiempo comienza su carrera cinematogr­áfica, que la llevará a ser jurado de importante­s festivales. Pero ni las cuentas pendientes de su madre ni la propia ruptura con el padre le impidieron enorgullec­erse de la herencia. De hecho, el comunicado de Gallimard subrayó la otra gran tarea de su vida, esa “a la que se dedicó con tanta fidelidad como inteligenc­ia: difundir la obra de su padre en el mundo entero”.

Con Alain Resnais, con quien colaboró en media docena de películas, estuvo casada entre 1969 y 1989

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KEYSTONE-FRANCE / GETTY

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