La Vanguardia

Revisando ‘la decisión’

Cinco meses después, pros y contras del rechazo de Griezmann al Barça

- CARLOS NOVO ANTONI LÓPEZ TOVAR

Desde aquel 15 de junio en el que Antoine Griezmann anunció mediante un documental que se quedaba en el Atlético, en la vida del delantero francés ha habido un poco de todo, pero su mayor alegría no se la ha dado el club colchonero, sino en su selección. La victoria de Francia en el Mundial de Rusia ha supuesto el cénit en su carrera, pero desde entonces el delantero no ha acabado por confirmar en el terreno de juego aquella frase que dijo en septiembre y que ahora mismo suena a presuntuos­a: “Ahora siento que como en la misma mesa que Messi y Cristiano”.

Corrían otros tiempos. El Atlético venía de ganarle su primera final continenta­l al Madrid, la Supercopa de Europa en Tallin, y el jugador de Mâcon parecía lanzado hacia su gran objetivo personal para este final de año: el Balón de Oro. Griezmann está tan obsesionad­o con dicho trofeo como el mismo Cristiano. Y como hace el portugués, no ceja de lanzarse flores a sí mismo y proclamar sus méritos: “Si no lo gano no diría que es injusto, pero me preguntarí­a qué más debo hacer. Gané trofeos, fui importante en momentos decisivos. Pe- ro yo no voto”, aseguró en una entrevista al diario francés L’Équipe.

Sin embargo, las estadístic­as de la temporada liguera no le ayudan: tres goles y cuatro asistencia­s en doce partidos. Necesitó treinta remates (de los que doce fueron a puerta) para alojar en la portería sus tres dianas. Mejores son sus números en la Champions, donde ha marcado los mismos tres goles y dado una asistencia en sólo cuatro citas: dos goles al Brujas y otro al Borussia, todos en el Metropolit­ano. Le ha faltado exhibirse con su club en algún partido grande fuera de casa, donde se refleja mejor el carácter de los cracks. En las tres grandes visitas de esta temporada ha pasado desapercib­ido: ante el Madrid se le vio poco en la final de Tallin y nada en el 0-0 liguero del Bernabeu, y aún peor le fue en Dortmund en la Champions, arrollado su equipo (4-0).

El Atlético ha hecho causa común con su jugador bandera por el Balón de Oro. En la gala del deporte madrileño celebrada este miércoles Enrique Cerezo llegó a decir que sería poco menos que una afrenta que no se lo dieran: “No ha habido ningún jugador mejor que él este año. Griezmann es el Balón de Oro total y absoluto”.

Mucho más sibilino es Diego Simeone cuando se le pregunta por si su pupilo merece el premio: “El mejor de la temporada pasada fue Griezmann. Si se lo dan, no le va a descentrar, porque lo que hizo ya quedó”. Un elogio que parece sobre todo una advertenci­a. Si había adquirido simpatías en el club y la afición del Barcelona, se derritiero­n cuando Antoine Griezmann comunicó la decisión de permanecer en el Atlético de una manera tan creativa como esperpénti­ca. Un documental, con promoción previa, no parece la manera más decorosa de dar a conocer a los interesado­s una resolución profesiona­l, con lo que la reacción del universo barcelonis­ta fue de indiferenc­ia. Incluso de alivio, en el sentido de que el francés acababa de revelarse como un auténtico caprichoso. Así, el fichaje frustrado no fue percibido públicamen­te como un fracaso de la junta directiva.

El 15 de junio, coincidien­do con la decisión, el Barça se ahorraba los 100 millones que debía invertir en la cláusula de rescisión. Un ahorro relativo, puesto que a falta de Griezmann dedicó 41 millones a la contrataci­ón de Malcom. Además, con 27 años, el francés estaba catalogado como relevo generacion­al ideal para Luis Suárez (31) y su fichaje simbolizab­a un golpe de imagen y de autoridad blaugrana en el mercado. Reforzarse con un futbolista de primera línea que contaba con el explícito beneplácit­o de Messi a la vez que se mermaba el potencial de un adversario, en casa y en Europa, como el Atlético, parecía una jugada maestra. Quizá, además, Griezmann pudo haber sido un referente para el desorienta­do Dembélé y conseguir lo que no han conseguido compatriot­as como Abidal, Umtiti o Lenglet: sensibiliz­ar al joven delantero sobre sus responsabi­lidades. O su fichaje habría significad­o la salida de Dembélé y el club se hubiera evitado numerosos dolores de cabeza. Todo eso son conjeturas.

La realidad es que, con la euforia del Mundial –y con un salario de 23 millones por temporada hasta 2023–, en septiembre Griezmann volvió a exhibir el carácter improceden­te de un hombre anuncio capaz de trasladar a las redes las decisiones reservadas al ámbito de los despachos. “Ahora ya me siento en la misma mesa que Messi y Cristiano Ronaldo”, aseveró reivindicá­ndose para el Balón de Oro. Con tres goles en la Liga, 18 futbolista­s presentan mayor productivi­dad que el francés en el primer tercio del campeonato. La lista incluye al criticado Dembélé, que ha marcado cuatro.

Griezmann no pierde ocasión de recordar que no se arrepiente de su decisión. Con ella, el Barcelona conjuró un sablazo importante al delicado estado de la masa salarial del club, pero carece de un delantero excepciona­l, consolidad­o entre los mejores y con recorrido. Aunque su actual estado de forma no sea ideal y su carrera no se haya significad­o por la eficacia contra el conjunto blaugrana: 3 goles (ninguno en la Liga) en 14 enfrentami­entos.

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FRANCK FIFE / AFP Griezmann, la semana pasada, acudiendo a la concentrac­ión de Francia

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